sábado, 28 de febrero de 2009

Cuaresma: 40 días, 40 ideas del Papa

Cuaresma: 40 días, 40 ideas del Papa

Se proponen 40 frases extraídas de los mensajes que Benedicto XVI ha dirigido a los cristianos con motivo de la Cuaresma desde que ocupa la sede de Pedro.

1. Que en cada familia y comunidad cristiana se valore la Cuaresma para alejar todo lo que distrae el espíritu y para intensificar lo que alimenta el alma y la abre al amor de Dios y del prójimo. Pienso, especialmente, en un mayor empeño en la oración, en la lectio divina, en el Sacramento de la Reconciliación [la confesión] y en la activa participación en la Eucaristía, sobre todo en la Santa Misa dominical. (2009)

2. El ayuno es una gran ayuda para evitar el pecado y todo lo que induce a él. (2009)

3. El verdadero ayuno, repite en otra ocasión el divino Maestro, consiste más bien en cumplir la voluntad del Padre celestial, que "ve en lo secreto y te recompensará" (2009)

4. Si, por lo tanto, Adán desobedeció la orden del Señor de "no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal", con el ayuno el creyente desea someterse humildemente a Dios, confiando en su bondad y misericordia. (2009)

5. Ayunar es bueno para el bienestar físico, pero para los creyentes es, en primer lugar, una "terapia" para curar todo lo que les impide conformarse a la voluntad de Dios. (2009)

6. Esta antigua práctica penitencial, que puede ayudarnos a mortificar nuestro egoísmo y a abrir el corazón al amor de Dios y del prójimo, primer y sumo mandamiento de la nueva ley y compendio de todo el Evangelio. (2009)

7. La práctica fiel del ayuno contribuye, además, a dar unidad a la persona, cuerpo y alma, ayudándola a evitar el pecado y a acrecer la intimidad con el Señor. (2009)

8. Privarse del alimento material que nutre el cuerpo facilita una disposición interior a escuchar a Cristo y a nutrirse de su palabra de salvación. Con el ayuno y la oración Le permitimos que venga a saciar el hambre más profunda que experimentamos en lo íntimo de nuestro corazón: el hambre y la sed de Dios. (2009)

9. El ayuno nos ayuda a tomar conciencia de la situación en la que viven muchos de nuestros hermanos (...).Al escoger libremente privarnos de algo para ayudar a los demás, demostramos concretamente que el prójimo que pasa dificultades no nos es extraño. (2009)

10. Privarnos por voluntad propia del placer del alimento y de otros bienes materiales, ayuda al discípulo de Cristo a controlar los apetitos de la naturaleza debilitada por el pecado original, cuyos efectos negativos afectan a toda la personalidad humana. (2009)

11. "Quien ora, que ayune; quien ayuna, que se compadezca; que preste oídos a quien le suplica aquel que, al suplicar, desea que se le oiga, pues Dios presta oído a quien no cierra los suyos al que le súplica" (San Pedro Crisólogo). (2009)

12. Que la Virgen María, Causa nostræ laetitiæ, nos sostenga en el esfuerzo por liberar nuestro corazón de la esclavitud del pecado para que se convierta cada vez más en "tabernáculo viviente de Dios". (2009)

13. La Cuaresma nos ofrece una ocasión providencial para profundizar en el sentido y el valor de ser cristianos, y nos estimula a descubrir de nuevo la misericordia de Dios para que también nosotros lleguemos a ser más misericordiosos con nuestros hermanos. (2008)

14. La limosna representa una manera concreta de ayudar a los necesitados y, al mismo tiempo, un ejercicio ascético para liberarse del apego a los bienes terrenales. (2008)

15. ¡Cuán fuerte es la seducción de las riquezas materiales y cuán tajante tiene que ser nuestra decisión de no idolatrarlas! (2008)

16. No somos propietarios de los bienes que poseemos, sino administradores: por tanto, no debemos considerarlos una propiedad exclusiva, sino medios a través de los cuales el Señor nos llama, a cada uno de nosotros, a ser un instrumento de su providencia hacia el prójimo. (2008)

17. Socorrer a los necesitados es un deber de justicia aun antes que un acto de caridad. (2008)

18. No hay que alardear de las propias buenas acciones, para no correr el riesgo de quedarse sin la recompensa en los cielos (2008)

19. La limosna evangélica no es simple filantropía: es más bien una expresión concreta de la caridad, la virtud teologal que exige la conversión interior al amor de Dios y de los hermanos, a imitación de Jesucristo, que muriendo en la cruz se entregó a sí mismo por nosotros. (2008)

20. Quien sabe que "Dios ve en lo secreto" y en lo secreto recompensará, no busca un reconocimiento humano por las obras de misericordia que realiza. (2008)

21. Cuando actuamos con amor expresamos la verdad de nuestro ser: en efecto, no hemos sido creados para nosotros mismos, sino para Dios y para los hermanos (2008)

22. Cada vez que por amor de Dios compartimos nuestros bienes con el prójimo necesitado experimentamos que la plenitud de vida viene del amor y lo recuperamos todo como bendición en forma de paz, de satisfacción interior y de alegría. El Padre celestial recompensa nuestras limosnas con su alegría. (2008)

23. La limosna, acercándonos a los demás, nos acerca a Dios y puede convertirse en un instrumento de auténtica conversión y reconciliación con él y con los hermanos. (2008)

24. Podemos aprender [de Cristo] a hacer de nuestra vida un don total; imitándolo estaremos dispuestos a dar, no tanto algo de lo que poseemos, sino a darnos a nosotros mismos. (2008)

25. Que María, Madre y Esclava fiel del Señor, ayude a los creyentes a proseguir la "batalla espiritual" de la Cuaresma armados con la oración, el ayuno y la práctica de la limosna (2008)

26. La Cuaresma es un tiempo propicio para aprender a permanecer con María y Juan, el discípulo predilecto, junto a Aquel que en la cruz consuma el sacrificio de su vida por toda la humanidad (2007)

27. En el misterio de la cruz se revela plenamente el poder irrefrenable de la misericordia del Padre celeste. (2007)

28. Miremos a Cristo traspasado en la cruz. Él es la revelación más impresionante del amor de Dios (...). En la cruz Dios mismo mendiga el amor de su criatura: tiene sed del amor de cada uno de nosotros. (2007)

29. El Todopoderoso espera el "sí" de sus criaturas como un joven esposo el de su esposa. (2007)

30. Sólo el amor en el que se unen el don gratuito de uno mismo y el deseo apasionado de reciprocidad infunde un gozo tan intenso que convierte en leves incluso los sacrificios más duros. (2007)

31. La respuesta que el Señor desea ardientemente de nosotros es ante todo que aceptemos su amor y nos dejemos atraer por él. (2007)

32. Vivamos, pues, la Cuaresma como un tiempo "eucarístico", en el que, aceptando el amor de Jesús, aprendamos a difundirlo a nuestro alrededor con cada gesto y cada palabra. (2007)

33. El apóstol Tomás reconoció a Jesús como "Señor y Dios" cuando metió la mano en la herida de su costado. No es de extrañar que, entre los santos, muchos hayan encontrado en el Corazón de Jesús la expresión más conmovedora de este misterio de amor.

34. Cristo "me atrae hacia sí" para unirse a mí, a fin de que aprenda a amar a los hermanos con su mismo amor. (2007)

35. De ningún modo es posible dar respuesta a las necesidades materiales y sociales de los hombres sin colmar, sobre todo, las profundas necesidades de su corazón. (2006)

36. Quien no da a Dios, da demasiado poco. (2006)

37. Es preciso ayudar a descubrir a Dios en el rostro misericordioso de Cristo (2006)

38. Mientras el tentador nos mueve a desesperarnos o a confiar de manera ilusoria en nuestras propias fuerzas, Dios nos guarda y nos sostiene. (2006)

39. La Cuaresma es el tiempo privilegiado de la peregrinación interior hacia Aquél que es la fuente de la misericordia. Es una peregrinación en la que Él mismo nos acompaña a través del desierto de nuestra pobreza (2006).

40. Aunque parezca que domine el odio, el Señor no permite que falte nunca el testimonio luminoso de su amor. A María, "fuente viva de esperanza", le encomiendo nuestro camino cuaresmal, para que nos lleve a su Hijo.

jueves, 26 de febrero de 2009

Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma 2009

"Jesús, después de hacer un ayuno durante cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre"

CIUDAD DEL VATICANO, martes, 3 de febrero de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje que ha escrito Benedicto XVI para la Cuaresma 2009 que lleva por título "Jesús, después de hacer un ayuno durante cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre" (Mateo 4, 2).

* * *

¡Queridos hermanos y hermanas!

Al comenzar la Cuaresma, un tiempo que constituye un camino de preparación espiritual más intenso, la Liturgia nos vuelve a proponer tres prácticas penitenciales a las que la tradición bíblica cristiana confiere un gran valor ! la oración, el ayuno y la limosna ! para disponernos a celebrar mejor la Pascua y, de este modo, hacer experiencia del poder de Dios que, como escucharemos en la Vigilia pascual, "ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos" (Pregón pascual). En mi acostumbrado Mensaje cuaresmal, este año deseo detenerme a reflexionar especialmente sobre el valor y el sentido del ayuno. En efecto, la Cuaresma nos recuerda los cuarenta días de ayuno que el Señor vivió en el desierto antes de emprender su misión pública. Leemos en el Evangelio: "Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y después de hacer un ayuno durante cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre" (Mt 4,1-2). Al igual que Moisés antes de recibir las Tablas de la Ley (cfr. Ex 34, 8), o que Elías antes de encontrar al Señor en el monte Horeb (cfr. 1R 19,8), Jesús orando y ayunando se preparó a su misión, cuyo inicio fue un duro enfrentamiento con el tentador.

Podemos preguntarnos qué valor y qué sentido tiene para nosotros, los cristianos, privarnos de algo que en sí mismo sería bueno y útil para nuestro sustento. Las Sagradas Escrituras y toda la tradición cristiana enseñan que el ayuno es una gran ayuda para evitar el pecado y todo lo que induce a él. Por esto, en la historia de la salvación encontramos en más de una ocasión la invitación a ayunar. Ya en las primeras páginas de la Sagrada Escritura el Señor impone al hombre que se abstenga de consumir el fruto prohibido: "De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio" (Gn 2, 16-17). Comentando la orden divina, San Basilio observa que "el ayuno ya existía en el paraíso", y "la primera orden en este sentido fue dada a Adán". Por lo tanto, concluye: "El ‘no debes comer' es, pues, la ley del ayuno y de la abstinencia" (cfr. Sermo de jejunio: PG 31, 163, 98). Puesto que el pecado y sus consecuencias nos oprimen a todos, el ayuno se nos ofrece como un medio para recuperar la amistad con el Señor. Es lo que hizo Esdras antes de su viaje de vuelta desde el exilio a la Tierra Prometida, invitando al pueblo reunido a ayunar "para humillarnos ! dijo ! delante de nuestro Dios" (8,21). El Todopoderoso escuchó su oración y aseguró su favor y su protección. Lo mismo hicieron los habitantes de Nínive que, sensibles al llamamiento de Jonás a que se arrepintieran, proclamaron, como testimonio de su sinceridad, un ayuno diciendo: "A ver si Dios se arrepiente y se compadece, se aplaca el ardor de su ira y no perecemos" (3,9). También en esa ocasión Dios vio sus obras y les perdonó.

En el Nuevo Testamento, Jesús indica la razón profunda del ayuno, estigmatizando la actitud de los fariseos, que observaban escrupulosamente las prescripciones que imponía la ley, pero su corazón estaba lejos de Dios. El verdadero ayuno, repite en otra ocasión el divino Maestro, consiste más bien en cumplir la voluntad del Padre celestial, que "ve en lo secreto y te recompensará" (Mt 6,18). Él mismo nos da ejemplo al responder a Satanás, al término de los 40 días pasados en el desierto, que "no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mt 4,4). El verdadero ayuno, por consiguiente, tiene como finalidad comer el "alimento verdadero", que es hacer la voluntad del Padre (cfr. Jn 4,34). Si, por lo tanto, Adán desobedeció la orden del Señor de "no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal", con el ayuno el creyente desea someterse humildemente a Dios, confiando en su bondad y misericordia.

La práctica del ayuno está muy presente en la primera comunidad cristiana (cfr. Hch 13,3; 14,22; 27,21; 2Co 6,5). También los Padres de la Iglesia hablan de la fuerza del ayuno, capaz de frenar el pecado, reprimir los deseos del "viejo Adán" y abrir en el corazón del creyente el camino hacia Dios. El ayuno es, además, una práctica recurrente y recomendada por los santos de todas las épocas. Escribe San Pedro Crisólogo: "El ayuno es el alma de la oración, y la misericordia es la vida del ayuno. Por tanto, quien ora, que ayune; quien ayuna, que se compadezca; que preste oídos a quien le suplica aquel que, al suplicar, desea que se le oiga, pues Dios presta oído a quien no cierra los suyos al que le súplica" (Sermo 43: PL 52, 320, 332).

En nuestros días, parece que la práctica del ayuno ha perdido un poco su valor espiritual y ha adquirido más bien, en una cultura marcada por la búsqueda del bienestar material, el valor de una medida terapéutica para el cuidado del propio cuerpo. Está claro que ayunar es bueno para el bienestar físico, pero para los creyentes es, en primer lugar, una "terapia" para curar todo lo que les impide conformarse a la voluntad de Dios. En la Constitución apostólica Pænitemini de 1966, el Siervo de Dios Pablo VI identificaba la necesidad de colocar el ayuno en el contexto de la llamada a todo cristiano a no "vivir para sí mismo, sino para aquél que lo amó y se entregó por él y a vivir también para los hermanos" (cfr. Cap. I). La Cuaresma podría ser una buena ocasión para retomar las normas contenidas en la citada Constitución apostólica, valorizando el significado auténtico y perenne de esta antigua práctica penitencial, que puede ayudarnos a mortificar nuestro egoísmo y a abrir el corazón al amor de Dios y del prójimo, primer y sumo mandamiento de la nueva ley y compendio de todo el Evangelio (cfr. Mt 22,34-40).

La práctica fiel del ayuno contribuye, además, a dar unidad a la persona, cuerpo y alma, ayudándola a evitar el pecado y a acrecer la intimidad con el Señor. San Agustín, que conocía bien sus propias inclinaciones negativas y las definía "retorcidísima y enredadísima complicación de nudos" (Confesiones, II, 10.18), en su tratado La utilidad del ayuno, escribía: "Yo sufro, es verdad, para que Él me perdone; yo me castigo para que Él me socorra, para que yo sea agradable a sus ojos, para gustar su dulzura" (Sermo 400, 3, 3: PL 40, 708). Privarse del alimento material que nutre el cuerpo facilita una disposición interior a escuchar a Cristo y a nutrirse de su palabra de salvación. Con el ayuno y la oración Le permitimos que venga a saciar el hambre más profunda que experimentamos en lo íntimo de nuestro corazón: el hambre y la sed de Dios.

Al mismo tiempo, el ayuno nos ayuda a tomar conciencia de la situación en la que viven muchos de nuestros hermanos. En su Primera carta San Juan nos pone en guardia: "Si alguno que posee bienes del mundo, ve a su hermano que está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?" (3,17). Ayunar por voluntad propia nos ayuda a cultivar el estilo del Buen Samaritano, que se inclina y socorre al hermano que sufre (cfr. encíclica Deus caritas est, 15). Al escoger libremente privarnos de algo para ayudar a los demás, demostramos concretamente que el prójimo que pasa dificultades no nos es extraño. Precisamente para mantener viva esta actitud de acogida y atención hacia los hermanos, animo a las parroquias y demás comunidades a intensificar durante la Cuaresma la práctica del ayuno personal y comunitario, cuidando asimismo la escucha de la Palabra de Dios, la oración y la limosna. Este fue, desde el principio, el estilo de la comunidad cristiana, en la que se hacían colectas especiales (cfr. 2Co 8-9; Rm 15, 25-27), y se invitaba a los fieles a dar a los pobres lo que, gracias al ayuno, se había recogido (cfr. Didascalia Ap., V, 20,18). También hoy hay que redescubrir esta práctica y promoverla, especialmente durante el tiempo litúrgico cuaresmal.

Lo que he dicho muestra con gran claridad que el ayuno representa una práctica ascética importante, un arma espiritual para luchar contra cualquier posible apego desordenado a nosotros mismos. Privarnos por voluntad propia del placer del alimento y de otros bienes materiales, ayuda al discípulo de Cristo a controlar los apetitos de la naturaleza debilitada por el pecado original, cuyos efectos negativos afectan a toda la personalidad humana. Oportunamente, un antiguo himno litúrgico cuaresmal exhorta: "Utamur ergo parcius, / verbis, cibis et potibus, / somno, iocis et arctius / perstemus in custodia - Usemos de manera más sobria las palabras, los alimentos y bebidas, el sueño y los juegos, y permanezcamos vigilantes, con mayor atención".

Queridos hermanos y hermanas, bien mirado el ayuno tiene como último fin ayudarnos a cada uno de nosotros, como escribía el Siervo de Dios el Papa Juan Pablo II, a hacer don total de uno mismo a Dios (cfr. encíclica Veritatis Splendor, 21). Por lo tanto, que en cada familia y comunidad cristiana se valore la Cuaresma para alejar todo lo que distrae el espíritu y para intensificar lo que alimenta el alma y la abre al amor de Dios y del prójimo. Pienso, especialmente, en un mayor empeño en la oración, en la lectio divina, en el Sacramento de la Reconciliación y en la activa participación en la Eucaristía, sobre todo en la Santa Misa dominical. Con esta disposición interior entremos en el clima penitencial de la Cuaresma. Que nos acompañe la Beata Virgen María, Causa nostræ laetitiæ, y nos sostenga en el esfuerzo por liberar nuestro corazón de la esclavitud del pecado para que se convierta cada vez más en "tabernáculo viviente de Dios". Con este deseo, asegurando mis oraciones para que cada creyente y cada comunidad eclesial recorra un provechoso itinerario cuaresmal, os imparto de corazón a todos la Bendición Apostólica.

Vaticano, 11 de diciembre de 2008

BENEDICTUS PP. XVI

[Traducción del original italiano distribuida por la Santa Sede

© Copyright 2009 - Libreria Editrice Vaticana]

sábado, 14 de febrero de 2009

"Llevo 21 años postrado y nunca he renunciado a la vida"

"Llevo 21 años postrado y nunca he renunciado a la vida"


Diario de Navarra, 14 de diciembre de 2008



Jokin Arano Lampreabe tiene 44 años y muchas ganas de vivir. Nació un 14 de enero de 1964 en Beruete, el décimo de doce hermanos (seis chicos y seis chicas). Pesó algo más de cuatro kilos y, aunque era algo revoltoso, creció dentro de la normalidad de un chico de su edad. Eso sí, no daba un palo al agua en el colegio: sólo aprobaba religión y gimnasia. Como había demasiadas bocas que alimentar en su familia, se puso manos a la obra.

Su primer trabajo, a los 16 años, consistió en cercar con alambre de espino Rincón del Soto, un pueblo de La Rioja, para evitar que cruzara el ganado. A partir de entonces fue de obra en obra levantando tabiques, hasta que le contrataron definitivamente en Oricain. El tajo lo alternaba con la juerga. Le gustaba el baile y las chicas. Frecuentaba la discoteca Malloak en el alto de Azpirotz. Desde allí, lanzaba guiños a las más atrevidas. A sus 23 años, la vida circulaba por el carril de una calma tensa. Y el destino fue implacable. Una noche, a la salida de la jornada en Oricain, un trailer se interpuso a su regreso a casa.

Centro Infanta Elena

A las 11.10 de la mañana Jokin Arano aguarda puntual en el Centro Infanta Elena en mitad de un ábside, rodeado de sillas de madera vacías y grandes ventanales. El Infanta Elena es su hogar desde hace 21 años. Espera tumbado en una silla-camilla motorizada de dos metros de longitud, con un respaldo de Fórmula 1 hinchado con aire para evitarle rozaduras en el cuerpo. Arano padece un traumatismo craneoencefálico severo y tetraplegia a consecuencia del accidente que sufrió aquella noche en Oricain.

Para charlar con él, y se le pueda mirar directamente a los ojos, como le gusta, hay que ubicarse a su derecha. La parte izquierda la conserva completamente paralizada. A esa hora, el hall es un hervidero de gente en sillas de ruedas resguardándose al calor de la calefacción que funciona a todo gas. Los más atrevidos desafían los 3 grados de temperatura del exterior y salen a echarse un pitillo. Familiares de internos se arremolinan a un lado de la centralita. El cartero entra y sale del edificio con paquetes y cartas. El ajetreo contrasta con la tranquilidad de Arano que, impasible, sostiene la mirada sobre la cima nevada del monte San Cristóbal. El viento se despeña gélido e intenta atravesar a este lado de los muros de piedra. Uno no puede evitar sentir una cuña de fuego y hielo en el estómago al acompañarle más allá del umbral.

Arano desprende una sonrisa de agradecimiento por la visita. "Estoy nervioso", aclara. Acto seguido, arranca, y encarrila la silla-camilla entre los pasillos del Centro, su casa, desde hace 21 años. Un par de cinchas le sujetan las piernas a la altura de las rodillas para evitar que se descuelguen. Su mirada es transparente. Cambia de azul a verde, según por dónde incida la luz. El verde es el color favorito de Arano. "El verde esperanza, quien se viste de verde por guapo se tiene", expresa. Dirige la silla a toda velocidad. "Alcanza los 15 km por hora", advierte, al acercarse a la altura de su habitación, la número 225. Maniobra con habilidad y da marcha atrás para entrar. "¿Dónde me pongo?", pregunta con gracejo. "No me hagas moverme mucho", bromea. El cuarto es amplio y luminoso. Una ventana le sirve de escape al exterior. Varias personas caminan abrigadas al otro lado. Al final, se sitúa entre la mesa donde tiene la cadena de música que conecta cada mañana, y los pies de una cama que le abrigó durante nueve años. A su izquierda, en lo alto, cuelga de un brazo una pequeña televisión que enciende cuando hay partido de pelota. Una estantería sin libros, dos fotografías (en una de ellas posa con el Rey) y un trofeo que ganó al mus. Arano no para de contar chistes picantes y hablar sobre mujeres. "Me gustan más que el chocolate, y mira que me gustan los canutillos rellenos de chocolate...". Sonríe pícaro. "Sabes en que se parece el techo al ombligo de una mujer... Adivina...". Prefiere no terminarlo.

Contra la eutanasia

"Si no llega a ser por aquel viaje en ambulancia a Madrid... no sé que hubiese sido de mí". Cambia el semblante. Lo endurece. Fue el 8 de septiembre de 1987. "Era el cumpleaños de mi madre. Vaya aniversario le di", recuerda desolado. "Salía de trabajar. Serían las 20.40 horas, estaba a punto de oscurecer. En el asiento del copiloto iba Iñaki, un compañero de la obra. A él le pilló con 17 años", detalla. "Conducíamos el coche del jefe. En el maletero transportaba dos bidones de gasoil que, para que no volcaran, los ceñí con el cinturón de seguridad. Abrí la ventanilla, apoyé el brazo fuera del coche y conduje despacio por la antigua carretera de Oricain. Circulábamos a 80 kilómetros por hora. No podíamos ir más rápidos porque el embrague resbalaba. Y cuando menos lo esperábamos, un trailer góndola se interpuso entre nosotros. Si lo llego a esquivar, nos hubiésemos empotrado contra un árbol. Chocamos contra la esquina de la parte trasera de la góndola. Ya en el hospital me metieron en el quirófano para operarme de la cabeza. Por algún error, salí en coma. Hasta el 16 de noviembre no recuperé el habla". Las primeras palabras que pronuncié al despertar, las recuerdo muy bien, fueron que tenía mucha resaca y que me trajesen algo de beber. Mi hermano estaba a mi lado".

A Jokin Arano le han intervenido en ocho ocasiones, la más corta duró siete horas y media. "A Iñaki se le rompió la mandíbula". No sabe bien qué ha sido de su vida. "La carretera es muy dura. Hay que poner en el asfalto los 5 sentidos y uno más. Ha sido un trago muy duro. Todo pasó en un segundo y en mi caso, con consecuencias para toda la vida".

El megáfono de aviso del Centro Infanta Elena interrumpe la conversación. Al mencionarle el último caso de suicidio asistido por el que el estadounidense Craig Ewert de 59 años decidió ingerir voluntariamente una pócima letal y morir mientras le grababan, Arano se queda pensativo, alza los ojos verdes a la luz de la ventana y con la mirada, ahora en azul, prosigue. "Este hombre tenía que estar muy desesperado. No comparto esa decisión. Este mundo no es el que vivís vosotros, se ve todo de otra manera, no obstante, estoy en contra de la eutanasia y el suicidio asistido. Siempre hay algo por lo que vivir. He pasado nueve años sin levantarme de esta cama", indica con un gesto de cabeza, "y lo tengo claro, mientras haya vida quiero vivirla". Toma un respiro. "En estas circunstancias se puede encontrar cualquiera a lo largo de la vida. Yo animo a que estas personas luchen y sigan viviendo con las posibilidades que le queden a uno".

Arano recuperó su independencia el 18 de noviembre de 1995. " Volví a la vida. Al comprar esta silla-camilla he recuperado mi independencia. Desde entonces soy como un chaval de 12 años, con el mismo espíritu". Jokin cumple 45 años el 14 de enero. "No pienso en lo que me ha pasado. Eso de cerrar los ojos es lo último. Sólo miro hacia adelante..." Jokin extrae una pequeña vara de madera de haya de la parte derecha de su pantalón y se rasca la nuca y el pecho. "Tengo un problema de descalcificación de huesos".

"Casi me ahogo"

"Mi familia decidió trasladarme al centro de rehabilitación de Coslada y allí reviví. Gracias a los ejercicios de rehabilitación en el gimnasio y la piscina, empecé a ganar algo de movilidad. Sin embargo, una mañana, en la piscina, casi me ahogo. El fisioterapeuta me dejó solo con un flotador en las rodillas y otro en la nuca. Me dijo que levantara la cabeza todas las veces que pudiese y allí me quedé, solo, subiendo y bajando la cabeza, hasta que se me escapó el flotador, se levantaron las rodillas y me quedé boca bajo. Tragué agua a 38 grados de temperatura. Estuve dos años sin probar el agua. Bebía mosto, zumo y leche". Suelta una carcajada cuando se le mira extrañado. Arano transmite energía y coraje. "En cierta manera, me siento un hombre afortunado, podía estar peor", asevera. "Nunca demuestro el mal humor. Me conformo como estoy, lo único que deseo es no tener más bajones", confiesa, ante la mirada del periodista. "Noviembre siempre ha traído lo bueno y lo malo a mi familia. Durante este mes murió mi padre, y yo regresé a la vida", explica. "Los accidentes son un problema de cada uno. Yo también hice muchas burradas en la carretera y ahora lo pienso. Mientras intentaba sacar el carné de conducir, he roto todos los coches de los hermanos". Una enfermera entra a la habitación y deja un juego de ropa limpia sobre el colchón. "¡Me levanto cantando a la orquesta Carisma de Falces y me acuesto "a pecaús" porque no me quiero dormir!", exclama. "La orquesta Carisma suele venir todos los años a este centro. Tengo su CD puesto. Conéctalo. De joven era un gran bailarín". Cuando se le pregunta por la crisis se hace el silencio. "¡Crisis! Yo sí que estoy en crisis, no tengo nada. A pesar de eso, hay que seguir adelante".

"Mi ángel de la guarda"

"Siempre estoy tumbado, así que debo estar planchado por la espalda. Por el otro lado, me ha salido una imponente curva de la felicidad. De vez en cuando, me gusta probar una buena chuleta".

Jesús Jiménez también reside en el Infanta Elena. Es su ángel de la guarda. "Es sordomudo", apunta , "nos gusta ir al restaurante Bodegón en el Sadar a comer de vez en cuando, el me ayuda con la comida, está muy pendiente de mí".

Arano se levanta a las nueve y media y apenas prueba bocado. "Desayuno lo mismo desde hace 18 años: zumo de manzana y un cola-cao bebido. Ni tostadas, ni galletas, ni pan, nada. No tengo ganas de comer a esa hora. Después voy al gimnasio y paseo. Eso sí, no sé lo que es el aburrimiento. Cuando estoy sólo me quedo tranquilo, con la mente en blanco. Recuerdo a mis amigos y familias y les telefoneo todos lo días" . Le encanta jugar al mus. Lo hace cada día. Exhibe orgulloso el trofeo que ganó junto a Sebastián, su pareja de partida, y compañero del Centro. "Otro año quedamos los segundos y nos regalaron un caja de bombones de dos pisos. A los primeros les dieron una agenda electrónica. Para qué quiero yo una agenda si no puedo escribir", suelta una carcajada. "Una vez que salgo de la habitación no entro hasta la noche. Siempre estoy activo, de marcha. Disfruto mucho de las excursiones que se preparan en el centro". Pero insiste, "lo que realmente me cautivan son las mujeres". Todavía recuerda a la última que le encandiló hace 24 años. "Tenía una amiga...", evoca aquel instante. Aparece un brillo en sus ojos, esta vez azules.

"Ella es la que no se acuerda de mí. Así es la vida...".


viernes, 13 de febrero de 2009

Misionero en Paraguay devuelve un título honorífico al presidente italiano

header_original_mod

El presbítero Aldo Trento es responsable de una clínica para enfermos terminales

ROMA, viernes, 13 febrero 2009 (ZENIT.org).- El sacerdote Aldo Trento es desde 1989 uno de los misioneros más conocidos de la Fraternidad de San Carlos Borromeo en Paraguay. Tiene 62 años y es responsable de una clínica para enfermos terminales de Asunción.

El 2 de junio pasado, el presidente de la República italiana Giorgio Napolitano le había conferido el título de Caballero de la Orden de la Estrella de la Solidaridad. Este miércoles, el sacerdote ha devuelto el reconocimiento a Napolitano por no haber firmado el decreto que habría detenido el protocolo médico para Eluana Englaro.

"¿Cómo puedo yo, ciudadano italiano, recibir semejante honor cuando usted, con su intervención, permite la muerte de Eluana, en nombre de la República italiana?", se pregunta.

"Tengo más de un caso como Eluana Englaro --relata Aldo Trento--. "Pienso en el pequeño Víctor, un niño en coma, que aprieta los puños, lo único que hacemos es darle de comer con la sonda. Ante estas situaciones, ¿cómo puedo reaccionar ante el caso de Eluana?".

"Ayer me traen una chica desnuda, una prostituta, en coma, dejada ante un hospital, se llama Patricia, tiene diecinueve años, la hemos lavado y limpiado. Y ayer empezó a mover los ojos", afirma.

"Celeste tiene once años, sufre una leucemia gravísima, no había sido nunca tratada, me la han traído sólo para enterrarla. Hoy Celeste camina. Y sonríe".

"He llevado al cementerio a más de seiscientos de estos enfermos. ¿Cómo se puede aceptar semejante operación como la que se hizo a Eluana?".

"Cristina es una niña abandonada en un basurero, es ciega, sorda, tiembla cuando la beso, vive con una sonda como Eluana. No reacciona, tiembla y basta, pero poco a poco recupera las facultades", añade.

"Soy padrino de decenas de estos enfermos. No me importa su piel putrefacta. Tendría que ver con qué humildad les curan mis médicos".

Aldo Trento dice experimentar un "dolor inmenso" por la historia de Eluana Englaro: "Es como si me dijeran: Ahora te cogemos a tus hijos enfermos".

Para el misionero, "el hombre no se puede reducir a cuestión química".

"¿Cómo puede el presidente de la República ofrecerme una estrella a la solidaridad en el mundo?. Así que he cogido la estrella y la he llevado a la embajada italiana en Paraguay".

"Aquí el racionalismo cae dejando espacio al nihilismo --comenta--. Nos dicen que una mujer todavía viva estaría ya prácticamente muerta. Pero entonces es absurdo también el cementerio y el culto a la inmortalidad que anima a nuestra civilización".

Traducido del italiano por Nieves San Martín


martes, 10 de febrero de 2009

La Iglesia debe estar cercana a los niños enfermos y sus familias

La Iglesia debe estar cercana a los niños enfermos y sus familias

CIUDAD DEL VATICANO, domingo 8 de febrero de 2009 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el Mensaje del Papa Benedicto XVI con motivo de la 17 Jornada Mundial del Enfermo, y que ayer hizo público la Santa Sede (11 de febrero próximo), y que este año se celebrará a nivel diocesano.

***


Queridos hermanos y hermanas,

la Jornada Mundial del Enfermo, que se celebra el próximo 11 de febrero, memoria litúrgica de la Beata María Virgen de Lourdes, verá a las comunidades diocesanas reunirse con sus propios obispos en momentos de oración para reflexionar y decidir iniciativas de sensibilización sobre la realidad del sufrimiento. El Año Paulino, que estamos celebrando, ofrece la ocasión propicia para detenernos a meditar con el apóstol Pablo sobre el hecho de que, “así como abundan en nosotros los sufrimientos de Cristo, igualmente abunda también por Cristo nuestra consolación” (2 Cor 1,5). La unión espiritual con Lourdes nos trae además a la mente la maternal solicitud de la Madre de Jesús por los hermanos de su Hijo “aún peregrinos y puestos en medio de peligros y afanes, hasta que no seamos conducidos a la patria bendita” (Lumen gentium, 62).

Este año nuestra atención se dirige particularmente a los niños, las criaturas más débiles e indefensas y, entre estos, a los niños enfermos y sufrientes. Hay pequeños seres humanos que llevan en su cuerpo las consecuencias de enfermedades invalidantes, y otros que luchan con males hoy aún incurables a pesar del progreso de la medicina y la asistencia de buenos investigadores y profesionales de la salud. Hay niños heridos en su cuerpo y en su alma cono consecuencia de conflictos y guerras, y otros víctimas del odio de personas adultas insensatas. Hay “niños de la calle”, privados del calor de una familia y abandonados a sí mismos, y de menores profanados por gente abyecta que viola su inocencia, provocando en ellos una herida psicológica que les marcará para el resto de sus vidas. No podemos tampoco olvidar el incalculable número de menores que mueren a causa de la sed, del hambre, de la carencia de asistencia sanitaria, como también los pequeños exiliados y prófugos de su propia tierra con sus padres en búsqueda de mejores condiciones de vida. De todos estos niños se eleva un silencioso grito de dolor que interpela a nuestra conciencia de hombres y de creyentes.

La comunidad cristiana, que no puede permanecer indiferente ante tan dramáticas situaciones, advierte el imperioso deber de intervenir. La Iglesia, de hecho, como he escrito en la encíclica Deus caritas est, “es la familia de Dios en el mundo. En esta familia no debe haber nadie que sufra por falta de lo necesario” (25, b). Auguro por tanto, que también la Jornada Mundial del Enfermo ofrezca la oportunidad a las comunidades parroquiales y diocesanas de tomar cada vez más conciencia de ser “familia de Dios”, y las anime a hacer perceptible en los pueblos, en los barrios y en las ciudades el amor del Señor, que pide “que en la misma Iglesia, en cuanto familia, ningún miembro sufra porque pasa necesidad” (ibid.). El testimonio de la caridad formar parte de la vida misma de cada comunidad cristiana. Y desde el principio la Iglesia ha traducido en gestos concretos los principios evangélicos, como leemos en los Hechos de los Apóstoles. Hoy, dadas las nuevas situaciones de la asistencia sanitaria, se advierte la necesidad de una más estrecha colaboración entre los profesionales de la salud que trabajan en las distintas instituciones sanitarias y las comunidades eclesiales presentes en su territorio. En esta perspectiva se confirma en todo su valor una institución relacionada con la Santa Sede, como es el Hospital Pediátrico Niño Jesús, que celebra este año sus 140 años de vida.

Pero hay más. Dado que el niño enfermo pertenece a una familia que comparte su sufrimiento a menudo con graves impedimentos y dificultades, las comunidades cristianas no pueden dejar de hacerse cargo también de ayudar a los núcleos familiares afectados por la enfermedad de un hio o de una hija. A ejemplo del “Buen Samaritano” es necesario que se incline hacia las personas tan duramente probadas y les ofrezca el apoyo de una solidaridad concreta. De este modo, la aceptación y el compartir del sufrimiento se traduce en un apoyo útil a las familias de los niños enfermos, creando dentro de ellas un clima de serenidad y esperanza, y haciendo sentir a su alrededor una familia más vasta de hermanos y hermanas en Cristo. La compasión de Jesús por el llanto de la viuda de Naím (cfr Lc 7,12-17) y por la implorante súplica de Jairo (cfr Lc 8,41-56) constituyen, entre otros, algunos puntos de referencia para aprender a compartir los momentos de pena física y moral de tantas familias probadas. Todo esto presupone un amor desinteresado y generoso, reflejo y signo del amor misericordioso de Dios, que nunca abandona a sus hijos en la prueba, sino que siempre les proporciona admirables recursos de corazón y de inteligencia para ser capaces de afrontar adecuadamente las dificultades de la vida.

La dedicación cotidiana y el compromiso sin descanso al servicio de los niños enfermos constituyen un elocuente testimonio de amor por la vida humana, en particular por la vida de quien es débil y en todo y por todo dependiente de los demás. Es necesario afirmar con vigor la absoluta y suprema dignidad de toda vida humana. No cambia, con el transcurso del tiempo, la enseñanza que la Iglesia proclama incesantemente: la vida humana es bella y debe vivirse en plenitud también cuando es débil y está envuelta en el misterio del sufrimiento. Es a Jesús crucificado a quien debemos dirigir nuestra mirada: muriendo en la cruz Él ha querido compartir el dolor de toda la humanidad. En su sufrimiento por amor entrevemos una suprema coparticipación en las penas de los niños enfermos y de sus padres. Mi venerado Predecesor Juan Pablo II, que desde la aceptación paciente del sufrimiento ha ofrecido un ejemplo luminoso especialmente en el ocaso de su vida, escribió: “Sobre la cruz está el 'Redentor del hombre', el Varón de dolores, que ha asumido en sí mismo los sufrimientos físicos y morales de los hombres de todos los tiempos, para que en el amor podamos encontrar el sentido salvífico de su dolor y respuestas válidas a todos sus interrogantes” (Salvifici doloris, 31).

Deseo aquí expresar mi aprecio y ánimo a las Organizaciones internacionales y nacionales que se ocupan del cuidado de los niños enfermos, particularmente en los países pobres, y con generosidad y abnegación ofrecen su contribución para asegurarles cuidados adecuados y amorosos. Dirijo al mismo tiempo un urgente llamamiento a los responsables de las naciones para que se potencien leyes y reglamentos a favor de los niños enfermos y de sus familias. Siempre, pero aún más cuando está en juego la vida de los niños, la Iglesia, por su parte, está dispuesta a ofrecer su cordial colaboración en el intento de transformar toda la civilización humana en “civilización del amor” (cfr Salvifici doloris, 30).

Concluyendo, quisiera manifestar mi cercanía espiritual a todos vosotros, queridos hermanos y hermanas, que sufrís cualquier enfermedad. Dirijo un afectuoso saludo a cuantos os asisten: a los obispos, a los sacerdotes, a las personas consagradas, a los agentes sanitarios, a los voluntarios y a todos aquellos que se dedican con amor a cuidar y a aliviar los sufrimientos de quien está luchando con la enfermedad. Un saludo muy especial para vosotros, queridos niños enfermos y sufrientes: el Papa os abraza con afecto paterno junto con vuestros padres y familiares, y os asegura un especial recuerdo en la oración, invitándoos a confiar en la ayuda maternal de la Inmaculada Virgen María, que en la pasada Navidad hemos contemplado una vez más mientras abraza con alegría entre los brazos al Hijo de Dios hecho niño. Al invocar sobre vosotros y sobre todos los enfermos la protección maternal de la Virgen Santa, Salud de los Enfermos, os imparto de corazón a todos una especial Bendición Apostólica.

En el Vaticano, a 2 de febrero de 2009

BENEDICTUS PP.XVI

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez]

Nuevo decálogo de Benedicto XVI sobre la palabra de Dios

Nuevo decálogo de Benedicto XVI sobre la palabra de Dios


1. La Palabra de Dios es firme. La Palabra de Dios es, en efecto, está firme en los cielos, sobre ella –que siempre persiste- el Señor fijó la tierra. Cielo y tierra pasarán, pero la Palabra de Dios no pasará. Si la misma palabra humana, a pesar de su fragilidad y caducidad, da forma a los pensamientos y a los sentimientos y crea la historia y la realidad, ¿cuánto más la Palabra de Dios, fundamento de todo, verdadera realidad? Los hombres nos esforzamos en fundamentar y construir nuestra vida y nuestra realidad sobre bases endebles y caducas, sobre cosas visibles y tangibles, sobre el éxito, sobre la carrera, sobre el dinero. Y en ellas ponemos nuestro corazón y la clave de la felicidad.

2. La Palabra de Dios es la verdadera realidad. “Aparentemente –señala certeramente el Papa- estas son las verdaderas realidades. Pero todo esto un día pasará. Lo vemos ahora en la caída de los grandes bancos: este dinero desaparece, no es nada. Y así todas estas cosas que parecen la realidad verdadera con la que contar, y que son realidades de segundo orden”. “Quien construye la vida sobre estas realidades –subrayaba proféticamente el Papa-, sobre la materia, sobre el éxito, sobre todo lo que parece ser, construye sobre arena. Solo la Palabra de Dios es el fundamento de toda la realidad, es estable como el cielo y más que el cielo, es la realidad”.

3. La Palabra de Dios es la verdadera riqueza, el éxito verdadero. No es la crisis económica la mayor de las plagas y desdichas ni es el dinero ni el éxito quien aporta la felicidad y la sabiduría verdadera. Solo la Palabra es la fuente del amor y de la vida. Solo la Palabra transforma el corazón del hombre y la vida de la entera humanidad

4. La Palabra de Dios es creadora y regeneradora. La Palabra de Dios además es la fuente de la vida y del amor, está dotada vitalidad, de fuerza creadora y regeneradora. Todas las cosas, toda la realidad, vienen de la Palabra, son un producto de la Palabra. Todo es creado por la Palabra y todo está llamado a servir a la Palabra.

5. La Palabra de Dios es el lugar del encuentro entre Dios y el hombre. “Esto quiere decir que toda la creación está pensada para crear el lugar del encuentro entre Dios y su criatura, un lugar donde el amor de la criatura responda al amor al amor divino, un lugar donde se desarrolle la historia de amor entre Dios y su criatura”. “La historia de la salvación no es un pequeño acontecimiento, en un pobre planeta, en la inmensidad del universo. No es una cosa mínima, que sucede por casualidad en un planeta perdido. Es el móvil de todo, el motivo de la creación: el encuentro de amor entre Dios y el hombre”.

6. La Palabra de Dios es el hallazgo definitivo. Por todo ello, la actitud de la criatura, la actitud del hombre es buscar la Palabra de Dios, que no es solamente un fenómeno literario, no es solo la lectura de un texto. Es el movimiento de mi existencia. Es moverse hacia la Palabra de Dios en las palabras humanas. Solo conformándonos al misterio de Dios, al Señor que es la Palabra, podemos entrar dentro de la Palabra de Dios. Debemos ser, pues, pacientes, perseverantes, humildes y apasionados buscadores y lectores con el corazón de la Palabra de Dios.

7. La Palabra de Dios es perenne, es universal. No conoce confines. Entrando en la Palabra de Dios, entramos realmente en el universo divino, en el universo de la Verdad, de la Belleza, de la Vida, del Amor. Entrando en la comunión con la Palabra de Dios, entramos en la comunión de la Iglesia que vive de la Palabra de Dios y nos hace salir de nuestros límites de lengua, de raza, de cultura, de miras.

8. La Palabra de Dios es el anuncio de Evangelio. “Por eso también la Evangelización –subraya el Papa-, el anuncio del Evangelio, la misión, no son una especie de colonialismo eclesial, con que queremos meter a otros en nuestro grupo. Es salir de los límites de las culturas individuales a la universalidad que nos comunica a todos, que nos une a todos y nos hace a todos hermanos”.

9. La Palabra de Dios es la escalera para llegar al amor de Jesucristo. La Palabra de Dios es como una escalera por la que podemos subir y bajar, con Cristo, a la profundidad de su amor. La Palabra tiene un rostro, es persona, es Jesucristo. Y antes de que nosotros podamos decir “Yo soy tuyo, Señor”, El ya nos ha dicho “Yo soy tuyo”. Y vivir esta doble realidad es estar en el corazón de la Palabra. Es estar salvados.

10. La Palabra de Dios es la Palabra de la Vida para siempre y para todos. “Tu Palabra, Señor, me da vida. Confío en Ti, Señor. Tu Palabra es eterna. En ella esperaré”.

domingo, 8 de febrero de 2009

DECALOGO PARA EL ENFERMO

DECÁLOGO PARA EL ENFERMO

1.-"La cruz es el regalo que Dios hace a sus amigos"
2.-"Deberíamos ir afanosos en busca de la cruz, como vá el avaro tras el dinero"
3.-" Las contradicciones nos ponen al pie de la Cruz y la cruz a la puerta del cielo
4.-" La mayor cruz es no tener cruz"
5.-"Yo no comprendo cómo un cristiano puede odiar la cruz y sacudirla de sus hombros"
6.- "Nada nos hace tan parecidos a Nuestro Señor como llevar su cruz; y todas las penas son dulces cuando se sufren en unión con Él"
7.- "¡Cuán felices nos consideraremos en el día del juicio por nuestros sufrimientos!"
8.-" ¡Qué dulce es morir cuando se ha vivido siempre sobre la cruz!"
9.-"El temor de la cruz es la más grande de nuestras cruces"
10.-" ¡Qué dulce, qué bello es conocer, amar y servir a Dios! Esto es lo único que tenemos que hacer en este mundo.
Cuando el sufrimiento te apriete, recuerda este decálogo de San Juan María Vianney (el Cura de Ars) y repite las siguientes palabras: "Qué dulce es morir cuando se ha vivido siempre sobre nuestra cruz."SONRÍE a tu cruz y te será más fácil aceptarla y llevarla.

Tomado del Web Católico de Javier