jueves, 8 de septiembre de 2011

Nada soy ante Ti que eres imagen del Dios invisible

Nada soy ante Ti que eres imagen del Dios invisible

Postrado en tu presencia, Señor, estoy ante Ti,

adorándote y amándote

desde lo mas profundo de mi corazón y de mi vida;

en ti, Señor, pongo toda mi fe y mi confianza;

Tú eres la esperanza de mi vida

y para ti quiere ser todo mi amor;

aumenta, Señor, mi fe,

dale firmeza a mi esperanza,

aviva el fuego de tu amor en mi corazón

para que te ame sobre todas las cosas

y para que aprenda a amar a los hermanos

según los deseos de tu corazón.

Creo, Señor, en tu presencia, real y verdadera

en el Sacramento de la Eucaristìa;

aquí estás, Señor, verdaderamente presente

y me postro ante Ti,

que eres verdadero Dios y verdadero Hombre,

pero que ha querido quedarte presente para siempre

en el Sacramento de la Eucaristía.

Reconozco que nada soy ante Ti,

que eres Imagen del Dios invisible,

y que te acercas a mí

revelando los secretos de tu corazón,

los secretos del Misterio de Dios;

nadie conoce al Padre

sino aquel a quien Tú quieras revelárselo,

pero viéndote a ti estamos viendo el rostro de Dios,

nos estás descubriendo al Dios invisible,

al Dios inmenso, todopoderoso y creador,

al Dios que lo llena todo

en su inmensidad y en su poder,

pero que se derrite de amor infinito por nosotros

y te ha enviado a ti

para que no nos encandilemos

ni confundamos ante su grandeza,

sino que descubramos ese rostro

lleno de amor y misericordioso de Dios.

Tú eres, Cristo Jesús, la Palabra eterna de Dios

por quien fueron creadas todas las cosas,

las del cielo y las de la tierra,

las visibles y las invisibles,

tronos, dominaciones,

principados, potestades,

todo lo ha creado Dios por ti y para ti,

y todas en ti tienen su consistencia plena.

Tú eres, Señor, la cabeza del cuerpo

que es la Iglesia,

que somos nosotros

y a Ti tenemos que estar siempre unidos

porque sin Ti nada somos

ni podríamos existir;

como el sarmiento a la vid

nosotros queremos estar unidos a ti,

porque sin ti nada podemos hacer;

por eso eres el principio de todo,

el primogenito de entre los muertos,

la primicia de todas las cosas.

Tú eres, Señor, el que nos ha arrancado de las tinieblas

para traernos a la luz,

el que nos ha redimido con su sangre,

el que puso en paz todas las cosas,

el que vino a derruir los muros

que nos separaban y nos aislaban,

el que vino a derrotar al odio

con la victoria del amor.

Quiero estar contigo, Señor,

porque eres nuestra reconciliación

y nuestra paz,

eres el descanso de mi vida,

y la fuerza del amor.

Creo en Ti, Señor,

que nunca me separe de Ti.