domingo, 23 de diciembre de 2012


Plegaria de bienvenida


Como un niño en brazos de su madre;
débil, frágil, indefenso…,
más seguro, confiado, arropado…,
¡querido! ¡deseado!,
así quiero, Señor, recibirte.

Porque quiero ser…
Cuna de acogida para el emigrante.
Cuna del trabajo justo para el parado.
Cuna de la escucha para el anciano.
Cuna del respeto para el que piensa diferente.
Cuna de las ganas de vivir para el enfermo.
Cuna del amor auténtico para el enamorado.
Cuna de la amistad para el compañero nuevo.
Cuna de la luz para el que camina en tinieblas.
Cuna de la tolerancia para el que profesa otra religión.
Cuna de la alegría para el triste y el deprimido.
Cuna de la esperanza para el cansado de la vida.
Cuna de la fidelidad para la pareja en trámites de separación.
Cuna de la hospitalidad para el que llame a la puerta.
Cuna de la fe para el incrédulo.
Cuna de la fraternidad para el que no guarda parentesco alguno.

Dios mío,
como un niño en brazos de su madre,
como todo un Dios en brazos de su hijo predilecto…,
sé bienvenido a tu mundo, mi mundo…
¡nuestro querido mundo!

 (J. M. Palenzuelo)

jueves, 6 de diciembre de 2012


Ten compasión de nosotros y danos tu luz


‘Ten compasión de nosotros’,
comenzamos pidiendo en esta tarde
como los ciegos del evangelio
que te seguían gritando;
ten compasión de nosotros
que sabemos que puedes curarnos,
que puedes darnos luz a nuestra vida,
porque eres nuestra luz y nuestra salvación;
te reconocemos como el Señor
y el Salvador de nuestra vida,
creemos en ti y sabemos
que solo de ti podemos recibir la salvación;
nada hay bajo la tierra ni sobre la tierra
que pueda salvarnos,
tu nombre es nuestra vida y salvación.

Y reconocemos también nuestras cegueras,
aunque nos cueste reconocerlas;
andamos en la vida muchas veces confundidos
y nos ciegan las luces engañosas
que no son la verdadera luz,
y al final aunque nos parezca andar de fiesta
seguimos con nuestras tristezas y depresiones
porque nada de todas esas cosas mundanas
nos llenan por dentro;
solo en ti podemos alcanzar la plenitud.

Estamos haciendo este camino de Adviento
porque queremos prepararnos bien para tu llegada
y sepamos acoger de verdad
la salvación que nos ofreces;
 nuestra vida está reseca
como la tierra de un desierto,
pero estamos sedientos de ti
que nos darás el agua viva
que transformará nuestra vida
en el más hermoso vergel;
como anunciaba el profeta
que el Líbano se convertirá en vergel
y el vergel parecerá un bosque,
así será nuestra vida
cuando nos riegue el agua salvadora de tu gracia;
por eso tenemos tantos deseos
de que vengas a nosotros,
por eso queremos prepararnos bien
para no confundirnos
como el mundo que celebra la navidad
sin saber lo que navidad
y por eso hasta han quitado todo signo religioso
que nos recuerde tu venida;
nosotros queremos recibirte a ti,
que eres el gran regalo de Dios
para todos los hombres,
para toda la humanidad;
por eso queremos
irnos dejando conducir por tu Palabra
que nos ilumina,
que nos llena de vida,
que nos renueva
y nos hace caminar
hacia la verdadera salvación.

Queremos, Señor,
gozarnos en tu presencia salvadora
que es la que nos da verdadera alegría,
queremos, Señor, sentir tu salvación
que nos libera y nos perdona,
que nos sana y nos llena de vida;
queremos tener la dicha
de sentirte en nosotros,
con nosotros,
caminando en medio nuestro
y llenándonos de tu paz y de tu amor;
en ti, Señor, ponemos toda nuestra esperanza;
por eso una vez más te decimos,
Ven pronto, ven Salvador
para que tengas compasión de tus siervos
y nos hagas ver
la verdadera luz de la salvación.

Nuestra bendición y alabanza no es solo con palabras sino haciendo tu voluntad


Bendito el que viene en nombre del Señor;
bendito seas, Señor y para ti nuestra alabanza;
nuestro primer suspiro en la oración de esta tarde
es para bendecirte y alabarte, Señor;
bendito seas por siempre, Señor,
ante ti nos postramos,
proclamamos nuestra fe y te adoramos.

Pero nuestra bendición y alabanza
no quieren ser solo palabras, Señor,
sino que nuestro deseo es
bendecirte con toda nuestra vida;
nos dices que no el que diga ‘Señor, Señor’,
es el que va a entrar en el Reino de los cielos,
sino el que haga la voluntad del Padre del cielo;
queremos hacer tu voluntad
así en la tierra como el cielo,
como nos enseñaste a orar al Padre;
pero ya sabemos que hacer la voluntad del Padre
es tener primero que nada
abierto nuestro corazón para conocerte,
para conocer lo que es la voluntad de Dios,
para escuchar tu palabra,
para tener disponibilidad generosa en nuestro corazón
para seguirte, para hacer tu voluntad,
para caminar siempre por los caminos de amor
que tú nos enseñas.

No queremos ser como aquel que edificó su casa sobre arena
que pronto se derrumbó
cuando vinieron los vientos
y soplaron las tempestades;
que hemos de poner los cimientos verdaderos,
y los cimientos verdaderos están en tu palabra,
en lo que es la voluntad del Padre;
pero ya sabes, Señor,
lo débiles e inconstantes que somos en la vida,
prometemos,
decimos que queremos,
pero luego no hacemos,
pronto olvidamos nuestros propósitos
y seguimos buscándonos a nosotros mismos
y no lo que es la voluntad del Padre;
por eso, te pedimos que vengas a nosotros,
que nos concedas la fuerza de su Espíritu
para que podamos orar con todo sentido,
para que podamos caminar tus caminos,
para que no olvidemos
que tenemos que buscar siempre y por encima de todo
lo que es la voluntad de Dios.

Sin embargo el orgullo se nos mete
tantas veces en el corazón
y nos lo queremos saber todo,
y decimos que no necesitamos de ti,
para saber hacer lo bueno,
y terminamos buscándonos a nosotros mismos
en lugar de buscarte a ti, Señor;
queremos construirnos
nuestras fortalezas de poder donde apoyarnos
 y no ponemos toda nuestra confianza en ti;
despiértanos, Señor, antes de que sea tarde
y haznos bajas de esos pedestales de nuestro orgullo
en los que nos hemos subido;
nos creemos fuertes,
nos creemos sabios,
nos creemos capaces por nosotros mismos de todo,
y nos olvidamos de apoyarnos en ti,
y ya nos dijiste
que los que se enaltecen serán humillados
y solo los que saber ser humildes y pequeños
serán enaltecidos;
María cantaba en el Magnificat
que los poderosos serían derrotados de sus tronos
y que los ricos poseídos de sí mismos
serían despedidos vacíos y sin nada;
es el vació que nos queda dentro de nosotros
cuando solo nos buscamos a nosotros mismos
y no te buscamos a ti;
que sepa llenar mi corazón de ti,
de tu amor y de tu paz,
de tu gracia y de tu vida,
que sepa enriquecerlo
con la sabiduría de tu palabra
para que aprenda a cumplir siempre
lo que es tu voluntad.

Ven a nosotros, Señor,
llénanos de humildad y de amor
para que tengamos paz,
para que podamos poseerte a ti
que eres la única riqueza de nuestra vida.

Que todo sea siempre, Señor, para tu gloria
por eso queremos seguir cantando
con toda nuestra vida
tu alabanza.

miércoles, 5 de diciembre de 2012


Hoy quiero comenzar diciendo ‘gracias’


Hoy quiero comenzar diciendo ‘gracias’;
gracias, Señor,
porque nos regalas tu presencia en esta tarde
para que disfrutemos de tu amor,
para que nos llenemos de la alegría del Espíritu,
para que nos sintamos fortalecidos en nuestra fe,
para que nunca se enfrie nuestra esperanza,
poniendo toda nuestra confianza en ti.

‘Aquí está nuestro Dios…
celebremos y gocemos con su salvación’,
nos decía el profeta;
y en verdad tenemos que proclamarlo ahora
con toda nuestra fe,
‘aquí está nuestro Dios’,
y nuestro corazón se llena de alegría
y renace fuerte nuestra esperanza;
si tú está con nosotros ¿quién estará contra nosotros?
¿quién podrá apartarnos del amor de Dios?
Nada tendría que hacernos dudar,
nada tendría que hacernos tambalear en nuestra fe,
pero somos débiles y pronto olvidamos tu presencia,
cuanto nos amas y cuanto nos regalas;
por eso te seguimos pidiendo una vez más,
‘Ven, Señor Jesús’,
ven y quédate con nosotros para siempre;
contigo a nuestro lado
nos sentimos seguros en nuestro camino,
aunque surjan dudas y oscuridades,
aunque vengan fuertes las tentaciones;
tú eres nuestra fuerza y nuestra alegría,
tú eres el que nos das motivos
para caminar aunque los caminos sean difíciles,
tú vas siempre con nosotros,
delante de nosotros
enseñándonos el camino
y lo que tenemos que hacer nosotros es seguirte;
pero te pedimos que nos des la luz de tu Espíritu
para que podamos discernir bien siempre tus pasos
y te sigamos con toda fidelidad.

Tú te haces alimento y comida
para estar más cerca de nosotros
y así fortalecer nuestra vida;
gracias, Señor, por la Eucaristía,
este banquete de amor que nos acerca a ti,
tanto que quieres que te comamos,
así ha de ser nuestro amor;
pero también nos lo dejas como signo
de cómo ha de ser nuestra comunión con los demás,
danos tu fuerza, Señor,
para que así siempre nos amemos
y seamos sinceros los unos con los otros,
y creemos lazos de verdadera comunión y amistad,
y nos sintamos como hermanos que nos queremos
porque además disfrutamos juntos de tu amor;
danos tu fuerza, Señor,
danos tu vida;
llénanos de la fuerza y de la gracia de tu Espíritu
que es y será siempre
espíritu de amor y de comunión;
que así vivamos con todo sentido la eucaristía,
nos sintamos en comunión contigo
y demos gloria al Padre del cielo,
pero también por la fuerza de tu Espíritu
nos sintamos en verdadera comunión con los hermanos;
que tu Eucaristía la vivamos siempre
como el gozo más grande que podamos vivir
y celebremos siempre
 con toda la fuerza de nuestra vida tu presencia,
tu gracia, tu amor, tu salvación.

Que toda mi vida sea siempre
una acción de gracias y una alabanza para ti;
gracias, Señor, por tu amor;
ven, Señor,
y quédate para siempre con nosotros.

martes, 4 de diciembre de 2012


Creemos en ti y en ti ponemos toda nuestra esperanza


Creemos en ti, Señor,
reconocemos tu presencia
que todo lo llena con su inmensidad
y la grandeza de tu amor;
te adoramos y te amamos,
te alabamos y te damos gracias;
creemos en ti,
realmente presente en la Eucaristía,
en el sacramento del altar;
ahí te has querido quedar en locura de amor
para estar a nuestro lado,
para que sacramentalmente sintamos tu presencia,
haciéndote pan para ser también nuestro alimento,
nuestro viático en el camino;
creemos en ti y te amamos,
creemos en ti
y en ti ponemos toda nuestra esperanza.

Ven, Señor, que te necesitamos;
ven, Señor,
que eres la luz para nuestro camino;
ven, Señor,
y danos la fuerza de tu Espíritu;
Ven, Señor.
y que se derramen sobre nosotros tus siete dones;
que venga tu Espíritu
y renueve nuestra vida,
que nuestro viejo y reseco tronco,
porque así hemos llenado de muerte nuestra vida
con nuestro pecado,
pueda reverdecer con tu gracia,
que nos llenemos de las flores de tus virtudes
y demos los frutos de justicia,
de amor y de fe
que esperas de nosotros.

Ven, Señor,
para que hagas distinta nuestra vida,
para que nos sintamos fortalecidos
frente a la tentación y al pecado,
para que tu luz nos descubra
cuales son tus caminos,
para que nos llenemos de esperanza
y vayamos sembrando esperanza también
en el corazón de los hombres y mujeres
que caminan a nuestro lado; 
ven, Señor,
y haznos generosos y solidarios,
porque muchos son los sufrimientos
de los que hacemos el camino
y quienes creemos en ti y te seguimos
hemos de repartir amor,
y consuelo para secar las lagrimas de los que sufren,
para ayudar a cuantos carecen
de tantas cosas necesarias en la vida,
o para cuantos en su soledad se sienten solos.

Qué hermoso sería que lográramos
un mundo de paz y armonía,
donde todos nos sintiéramos hermanos
y nos quisiéramos siempre bien;
las imágenes con que nos hablan los profetas
nos señalan un camino de armonía entre todos
donde resplandece la paz;
es lo que tenemos que lograr
y con tu venida y la fuerza de tu Espíritu
podremos irlo consiguiendo;
por eso te necesitamos,
necesitamos tu presencia llena de amor,
la fuerza de tu Espíritu
que transforme nuestros corazones.

Ven, Señor Jesús.

lunes, 3 de diciembre de 2012


Queremos dejarnos encontrar por ti, Señor


Queremos, Señor, ir a tu encuentro,
mejor aún, queremos dejarnos encontrar por ti,
porque hemos de reconocer
que tu amor es tan grande
que eres Tú el que nos buscas,
el que vienes a nuestro encuentro;
estamos iniciando el camino del Adviento
porque vamos a celebrar tu nacimiento
y tu palabra  nos está llamando
para que vayamos hasta ti;
como un signo
vamos a ir encendiendo luces
en este camino que hacemos,
porque queremos que nos encuentres
preparados y atentos a tu voz;
muchas cosas pueden poner en peligro
y apagar esas luces
que alumbran nuestro camino
porque son muchas las tentaciones que nos acechan,
pero queremos caminar en fidelidad,
queremos caminar con esperanza,
queremos que no se nos adormezca nuestra fe,
queremos tener siempre encendidas
las luces de nuestro amor;
pero solo lo podremos lograr con tu gracia,
con la asistencia de tu Espíritu
que nos ilumina y fortalece;
por eso una vez más te pedimos
que vengas, Señor, a nosotros,
que nos des la fuerza de tu Espíritu,
que nos ilumine siempre tu Palabra.

Queremos subir al monte santo,
a la casa del Dios de Jacob,
porque así nos sentiremos en verdad instruidos
para seguir tus caminos,
para marchar por tus sendas,
sendas de justicia y de verdad,
de amor y de paz;
queremos caminar iluminados por tu luz
para que así podamos llenarnos
de tu paz y de tu amor;
con tu venida son muchas las cosas
que tenemos que transformar en nuestro corazón,
son muchas las actitudes que tenemos que cambiar,
de una forma distinta,
más llena de paz y de amor,
hemos de vivir nuestra vida;
ya el profeta nos decia
que de las espadas se forjarán arados,
y de las lanzas podaderas,
porque ya desde que tú estás con nosotros
nadie podrá alzar la espada contra nadie,
porque ya tendrán que estar desterradas para siempre
todas las actitudes de violencia;
ayúdanos, Señor,
para que nunca haya más violencia
ni en nuestras palabras ni en nuestros gestos,
que nunca la ira nos domine
ni el orgullo nos haga sentirnos superiores a los demás;
que para siempre caminemos
por los caminos de la humildad,
de la sencillez, de la mansedumbre y del amor.

Que crezca más y más la fe en nuestra vida,
que con humildad nos acerquemos al Señor
pero siempre con la seguridad de que nos escuchas
y estás junto a nosotros;
Señor, dame fuerza
para tener la humildad
de dejarme transformar por tu amor;
llénanos siempre de tu paz.

domingo, 2 de diciembre de 2012


En cada corazón que nazca la esperanza estarás naciendo Tú


Ven, Señor Jesús,
te vamos a repetir muchas veces en estos días;
una vez más esta postrados en tu presencia sacramental
te decimos:
Marana Tha, ven, Señor Jesús.

Necesitamos, Señor, tu presencia
que aliente nuestra vida y la llene de esperanza;
necesitamos tu presencia en medio del mundo
que vemos tan sin esperanza,
dejándose arrastrar los agobios y problemas de la vida;
el mundo te necesita, Señor,
nosotros te necesitamos
porque al mundo le falta luz cuando le faltas tú,
como tantas veces repetimos en este camino de adviento;
encontramos mucho desaliento a nuestro alrededor
y tenemos el peligro de llenar nosotros nuestro corazón
del mismo desaliento y angustia;
queremos pedirte en esta tarde
por tantos que caminan a nuestro lado sin rumbo,
por los que han perdido la fe,
por los que quieren construir un mundo sin ti,
por los que se ven envueltos
por el materialismo de la vida o la sensualidad,
por los que han puesto su horizonte
solo en las cosas materiales de cada día
y lo que tienen delante de los ojos.

Ven, Señor Jesús,
que sepamos encontrar tu luz,
que nos dejemos iluminar por tu luz;
mueve nuestros corazones
para que nos mantengamos en fidelidad
en medio de las dificultades y tentaciones;
mueve los corazones de los que nos rodean
para que no pierdan la esperanza,
por muy dura que sea la vida
y muchos sean los nubarrones que nos acechen,
para que tengan fe
en que es posible hacer un mundo mejor;
siempre hay un rayo de luz que nos ilumina,
porque tú nos dejas muchas señales de esa luz
en el amor de los buenos,
de tantos que hacen el bien
y se preocupan de los demás;
son rayos de luz y de esperanza;
que todos sepamos descubrir
que Tú vienes a nosotros
y eres nuestra fuerza y nuestra luz
en la tarea de hacer un mundo mejor y más humano;
que no se nos cieguen los ojos
por el materialismo de la vida,
o por la sensualidad que nos rodea,
que sepamos alzar bien alto la cabeza
porque se acerca tu salvación,
y con tu salvación
llega la paz a nuestros corazones,
llega la fuerza para amar con un amor como el tuyo;
que no nos cansemos de amar,
sembrando así con nuestro amor
sonrisas en el corazón de tantos
que viven en la ansiedad y en la amargura,
que cuando sonríe el corazón
es porque ha nacido la esperanza.

Ven, Señor Jesús.
Iniciamos el camino del Adviento
que nos lleva a la Navidad y hemos de prepararnos bien;
vienes, Señor a nuestra vida con tu salvación;
que sepamos descubrir
lo que es verdaderamente importante en la navidad
y no nos ciegue el consumismo reinante
que todo lo materializa y lo llena de banalidad;
tú naciste pobre en Belén
sin tener donde reclinar la cabeza,
pero fue un día grande y alegría
que vivieron de manera especial los más pobres,
los pastores de Belén,
porque les había nacido un Salvador;
que así lleguemos a vivirlo nosotros también
desde nuestra austeridad pero con el más grande amor;
que sepamos sembrar esperanza
en el corazón de los que nos rodean
y en cada corazón que nazca la esperanza
estaremos viendo que estás naciendo tú también.
Ven, Señor Jesús.