El Papa Benedicto XVI nos invita a rezar en familia esta oración por los adultos mayores.
Señor Jesús, tu naciste de la Virgen María,
hija de San Joaquín y Santa Ana.
Mira con amor a los abuelos de todo el mundo.
¡Protégelos! Son una fuente de enriquecimiento
para las familias, para la Iglesia y para toda la sociedad.
¡Sostenlos! Que cuando envejezcan sigan siendo
para sus familias pilares fuertes de la fe evangélica,
custodios de los nobles ideales, hogareños,
tesoros vivos de sólidas tradiciones religiosas.
Haz que sean maestros de sabiduría y valentía,
que transmitan a generaciones futuras los frutos
de su madura experiencia humana y espiritual.
Señor Jesús, ayuda a las familias y a la sociedad
a valorar la presencia y el papel de los abuelos.
Qué jamás sean ignorados o excluidos,
sino que siempre encuentren respeto y amor.
Ayúdales a vivir serenamente y a sentirse acogidos
durante todos los años de vida que les concedas.
María, Madre de todos los vivientes,
cuida constantemente a los abuelos,
acompáñalos durante su peregrinación terrena,
y con tus oraciones obtén que todas las familias
se reúnan un día en nuestra patria celestial,
donde esperas a toda la humanidad
para el gran abrazo de la vida sin fin. Amén.
S.S. Benedicto XVI
jueves, 23 de julio de 2009
miércoles, 15 de julio de 2009
ASÍ NACIÓ LA ORDEN DEL CARMEN
ASÍ NACIÓ LA ORDEN DEL CARMEN Y LA ADVOCACIÓN DEL CARMEN
1. ORIGEN HISTÓRICO DEL CARMELO
Dificultades ha encontrado la historiografía carmelita de todos los tiempos pero especialmente en sus orígenes, ya que carece de escritos fiables para conocer su origen y evolución. La Orden del Carmen no tiene un hombre o mujer a quien pueda acudir como fundador o fundadora. Su origen es sencillo, modesto, sin relieve. Un grupo de cruzados, penitentes y peregrinos dieron vida a la futura Orden del Carmen en la última década del siglo Xll en las laderas del Monte Carmelo, en Palestina.
El primer documento histórico que poseemos es la Regla. Alberto Avogadro o de Vercelli, Patriarca de Jerusalén (+ 1214), de acuerdo con su propósito, les entregó una breve Norma de vida. La Regla albertina recibida por el 1209 será siempre punto de referencia y el libro fundamental de la historia y espiritualidad de la Orden del Carmen. Bien podemos afirmar que con ella incipit Carmelus.
Las primeras Constituciones que conocemos - 1281 - ya traen la Rúbrica prima pero que hubo de ser anterior, en la que se afirma que estos primeros habitantes del Carmelo se propusieron vivir en comunidad y trataron de emular a San Elías y a él lo tomaron como padre espiritual. Estas Normas de vida se convirtieron en Regla al ser aprobadas canónicamente por el Papa Honorio III, el 30 de enero de 1226.
Valioso es también, para conocer los orígenes del Carmelo, el testimonio de Jaime de Vitry (+ 1240), que fue obispo de Acre (1210 - 1228), y escribió en su "Historia Orientalis" sobre este grupo naciente de carmelitas. Afirma que no pocos de aquellos devotos peregrinos, en lugar de volver a su patria, preferían quedarse en Palestina para consagrarse al Señor, abrazando allí la vida monástica en el Monte Carmelo, en las cercanías de la fuente de Elías. Allí siguiendo el ejemplo del santo y solitario profeta Elías, "vivían en pequeñas celdas y, cual abejas del Señor, se dedicaban a elaborar en sus colmenas una miel espiritual de exquisita dulzura".
El famoso historiador de la Edad Media, el dominico Vicente de Beauvais, en su "Speculum maius", ofrece también datos preciosos sobre el origen de los carmelitas en el Monte Carmelo.
Nos encontramos, pues, en Palestina ante un grupo de ermitaños, provenientes de varios países europeos. No son nativos, sino occidentales; de rito latino, y por tanto, distintos de los monjes grecoortodoxos del cercano monasterio de Santa Margarita o Marina.
Este grupo anónimo de consagrados, en obsequio de Jesucristo, pronto se dedicarán también a María en el espíritu de Elías.
2. TESTIMONIOS DE PEREGRINOS
Ninguno de los documentos que vamos a recordar se propuso estudiar el marianismo del Carmelo. Sólo de pasada refieren datos de interés, lo que prueba que cuando ellos escriben eran ya hechos conocidos de todos.
Tierra Santa fue siempre lugar de peregrinaciones, pues los cristianos de todos los tiempos sentían ansias de visitar la tierra donde vivió y murió el Señor. A escritos de estos peregrinos o palmeros debemos el primer testimonio claro y explícito acerca del título mariano de nuestra primera capilla en el Monte Carmelo. He aquí los testimonios más importantes:
a) "Citez de Jherusalem o Les Pelerinages pour aller en Jherusalem". Fue escrito hacia 1230. En el capítulo primero trae este precioso testimonio:
"En esta misma montaña (del Carmelo) se encuentra la abadía de Santa Margarita, que pertenece a los monjes griegos, y que está en un hermoso paraje. En esa abadía, se conserv el lugar donde vivió San Elías y allí hay una capilla en la roca. Detrás de la abadía de Santa Margarita, en la ladera de la misma montaña hay un lugar muy bello y deleitoso donde viven los eremitas latinos llamados Hermanos carmelitas; allí encuentra una pequeña iglesia de la Virgen; en toda esta zona hay abundancia de buenas aguas, que salen de la misma roca de la montaña; desde la abadía de los griegos hasta los eremitas latinos; la distancia es de una legua y media."
b) "Les sains pelerinages que l' en doit requerre en la Terre Sainte". Probablemente es contemporáneo del anterior. Añade este nuevo dato:
"Cerca de esa abadía de Santa Margarita, en la ladera de la misma montaña (el Carmelo), se encuentra un lugar muy bello y deleitoso donde viven los ermitaños latinos llamados Hermanos carmelitas. Hay allí una hermosa iglesia de la Virgen; y existen allí por todas partes grandes plantaciones, regadas con el agua que mana de la misma montaña."
c) El dominico francés Humberto de Dijon en 1330 realizó una peregrinación a Tierra Santa que describió en su obra "Liber peregrinationis". En ella trae este interesante testimonio:"En el Monte Carmelo se encuentra una capilla bastante devota, erigida en honor de la Santa Virgen. De este monte y de esa capilla como ellos mismos lo afirman traen su origen y su nombre los Hermanos carmelitas llamados Hermanos de Santa María del Carmelo..."
Todos los testimonios conocidos concuerdan con los descubrimientos arqueológicos realizados recientemente - 1958 - en el Wadies Siah. Aquí han aparecido las ruinas del monasterio y de la iglesia que los ermitaños latinos levantaron en el primer cuarto del siglo XIII en honor de la Virgen María, V que es la célula germinal de la Orden del Carmen.
Tierra Santa fue siempre lugar de peregrinaciones, pues los cristianos de todos los tiempos sentían ansias de visitar la tierra donde vivió y murió el Señor. A escritos de estos peregrinos o palmeros debemos el primer testimonio claro y explícito acerca del título mariano de nuestra primera capilla en el Monte Carmelo. He aquí los testimonios más importantes:
a) "Citez de Jherusalem o Les Pelerinages pour aller en Jherusalem". Fue escrito hacia 1230. En el capítulo primero trae este precioso testimonio:
"En esta misma montaña (del Carmelo) se encuentra la abadía de Santa Margarita, que pertenece a los monjes griegos, y que está en un hermoso paraje. En esa abadía, se conserv el lugar donde vivió San Elías y allí hay una capilla en la roca. Detrás de la abadía de Santa Margarita, en la ladera de la misma montaña hay un lugar muy bello y deleitoso donde viven los eremitas latinos llamados Hermanos carmelitas; allí encuentra una pequeña iglesia de la Virgen; en toda esta zona hay abundancia de buenas aguas, que salen de la misma roca de la montaña; desde la abadía de los griegos hasta los eremitas latinos; la distancia es de una legua y media."
b) "Les sains pelerinages que l' en doit requerre en la Terre Sainte". Probablemente es contemporáneo del anterior. Añade este nuevo dato:
"Cerca de esa abadía de Santa Margarita, en la ladera de la misma montaña (el Carmelo), se encuentra un lugar muy bello y deleitoso donde viven los ermitaños latinos llamados Hermanos carmelitas. Hay allí una hermosa iglesia de la Virgen; y existen allí por todas partes grandes plantaciones, regadas con el agua que mana de la misma montaña."
c) El dominico francés Humberto de Dijon en 1330 realizó una peregrinación a Tierra Santa que describió en su obra "Liber peregrinationis". En ella trae este interesante testimonio:"En el Monte Carmelo se encuentra una capilla bastante devota, erigida en honor de la Santa Virgen. De este monte y de esa capilla como ellos mismos lo afirman traen su origen y su nombre los Hermanos carmelitas llamados Hermanos de Santa María del Carmelo..."
Todos los testimonios conocidos concuerdan con los descubrimientos arqueológicos realizados recientemente - 1958 - en el Wadies Siah. Aquí han aparecido las ruinas del monasterio y de la iglesia que los ermitaños latinos levantaron en el primer cuarto del siglo XIII en honor de la Virgen María, V que es la célula germinal de la Orden del Carmen.
3. DOCUMENTOS PONTIFICIOS
La primera mención del título mariano aparecería en la constitución "Devotionis vestrae", dirigido desde Lyon por Inocencio IV, el 12 de julio de 1247, al Prior y a los hermanos de Santa María del Monte Carmelo.
La fórmula breve Orden de Santa María del Monte Carmelo es más constante en los ambientes de la Curia romana y ampliamente usada por los glossatores de la Cancillería Apostólica. De hecho, la usa a menudo, no sólo en los encabezamientos, sino también en el cuerpo del texto.
Otros papas, en varias de sus bulas o decretos, a lo largo de este siglo XIII, darán a la Orden este título mariano.
Un paso más, el del patrocinio de María sobre el Carmelo, es defendido y vivido por la Orden ya en el siglo XIII. El Papa Urbano IV, el 19 de febrero de 1263, en su rescripto "Quoniam ut ait", anima a los fieles de Tierra Santa concediéndoles cien días de indulgencia por cada ayuda material que diesen al Provincial de los carmelitas, entregado a la reconstrucción del monasterio cuna de la Orden. Precisamente en ese contexto prosaico, el Papa recuerda, de pasada, que María es la Patrona del Carmelo, cosa que se da por vez primera en un documento pontificio.
A partir de estos años de mediados del siglo XIII ya abundan tanto los documentos pontificios que no vale la pena aducirlos. Casi todos los papas hablan del marianismo de la Orden del Carmen y la recomiendan a reyes, príncipes y obispos, a la vez que elogian su labor.
Habría que traer aquí, especialmente, los hermosos testimonios sobre este tema de Pío XII, Pablo VI y Juan Pablo II, que en repetidas ocasiones han hablado sobre la Orden del Carmen y su bendito Escapulario, pero ello nos llevaría a extender demasiado este breve artículo.
Que María del Carmen, nuestra Santísima Madre, como la llamamos desde hace casi ocho siglos los carmelitas, proteja al mundo, a la iglesia y al Carmelo.
La fórmula breve Orden de Santa María del Monte Carmelo es más constante en los ambientes de la Curia romana y ampliamente usada por los glossatores de la Cancillería Apostólica. De hecho, la usa a menudo, no sólo en los encabezamientos, sino también en el cuerpo del texto.
Otros papas, en varias de sus bulas o decretos, a lo largo de este siglo XIII, darán a la Orden este título mariano.
Un paso más, el del patrocinio de María sobre el Carmelo, es defendido y vivido por la Orden ya en el siglo XIII. El Papa Urbano IV, el 19 de febrero de 1263, en su rescripto "Quoniam ut ait", anima a los fieles de Tierra Santa concediéndoles cien días de indulgencia por cada ayuda material que diesen al Provincial de los carmelitas, entregado a la reconstrucción del monasterio cuna de la Orden. Precisamente en ese contexto prosaico, el Papa recuerda, de pasada, que María es la Patrona del Carmelo, cosa que se da por vez primera en un documento pontificio.
A partir de estos años de mediados del siglo XIII ya abundan tanto los documentos pontificios que no vale la pena aducirlos. Casi todos los papas hablan del marianismo de la Orden del Carmen y la recomiendan a reyes, príncipes y obispos, a la vez que elogian su labor.
Habría que traer aquí, especialmente, los hermosos testimonios sobre este tema de Pío XII, Pablo VI y Juan Pablo II, que en repetidas ocasiones han hablado sobre la Orden del Carmen y su bendito Escapulario, pero ello nos llevaría a extender demasiado este breve artículo.
Que María del Carmen, nuestra Santísima Madre, como la llamamos desde hace casi ocho siglos los carmelitas, proteja al mundo, a la iglesia y al Carmelo.
Autor: Rafael María López Melús, Carmelita.Texto procedente de la Revista Ave María, nº 699, Julio de 2004.
martes, 14 de julio de 2009
LOS MÁRTIRES DE TAZACORTE
Estracto de Reseña Bibliógrafica de "Los Martires e Tazacorte" (Padre Ignacio Azevedo y compañeros), preparada por el Padre Julián Escribano Garrido, S. J. y editada por la Parroquia de San Miguel Arcángel de Tazacorte. LA PALMA, AÑO 1992.
El Padre Ignacio de Azevedo y Compañeros MÁRTIRES DE TAZACORTE
(...) Conocidas las necesidades espirituales de aquella dilatadísima región, San Francisco de Borja nombró al P. Azevedo provincial del Brasil, y le autorizó para reclutar en Portugal un gran grupo de misioneros y llevar, además, consigo a cinco sujetos de cada una de las Provincias de España por donde pasase camino de Portugal.
El Padre General quiso que el P. Ignacio se presentase por última vez al Papa e implorase su bendición para aquella floreciente misión. El Padre Azevedo solicitó del Papa una gracia muy singular: llevar consigo, como amparo y esfuerzo, una copia de la imagen de Nuestra Señora, que la tradición atribuía a San Lucas y se venera en Santa María la Mayor. Y aunque no se recordaba que se hubiese concedido semejante favor, el Santo Padre no supo negarlo al santo misionero. Se sacaron, pues, dos copias, una de regular tamaño para la Misión y otra pequeña para el P. Ignacio.
De regreso a España, en Zaragoza, le dieron por compañero al Herma¬no Coadjutor Juan de Mayorga, navarro, de treinta y ocho años de edad, hábil pintor, para que con su diestro pincel adornara con sagradas imágenes los nuevos templos de las reducciones.
En el noviciado de Medina del Campo se le agregó, entre otros novicios, el Hermano Francisco Pérez Godoy, pariente cercano de Santa Teresa de Jesús. También se le agregaron jóvenes jesuitas del Colegio de Plasencia.
La mayor parte la reclutó en Portugal hasta cumplir el número de setenta voluntarios. Unos meses antes de embarcarse, se retiró el P. Ignacio Azevedo con sus compañeros a una finca propiedad del Colegio de San Anto¬nio, llamada Valle de Rosal, distante una legua del puerto de Cacilhas, entre Azeitao y Caparica, muy a propósito para los Ejercicios Espirituales. Allí se dedicaron muy particularmente a la oración, a los ejercicios de caridad y estudio, durante unos cinco meses.
El P. Azevedo había tratado con el armador de un barco mercante, llamado "Santiago", y había aceptado poner a su disposición una parte del navío para transportar a los misioneros. Como todos no cabían en él, aceptó el ofrecimiento de don Luis de Vasconcellos, nuevo gobernador del Brasil, que llevaría en su flota al resto de los jesuitas. El "Santiago" iría escoltado por seis barcos de guerra. Así, pues, en el "Santiago" se acomodaron el P. Ignacio con cuarenta y cuatro misioneros; el P. Díaz, con otros veinte, en el navío almirante de la escuadra; y el P. Francisco Castro, con los restantes, en el navío "Os Orfaos".
Zarparon de Lisboa el 5 de junio de 1570. Ocho días después arribaron a la Isla de Madeira los siete barcos.
A primeros de junio de 1570 salía el jefe religioso Jacques de Sorés con sus navíos de la Rochela, por entonces, importante baluarte de los hugonotes, enemigos jurados de los jesuitas. Esta flota de Sorés pasa husmeando las costas españolas y portuguesas a la búsqueda de alguna importante presa. Al no dar con ella pone rumbo a la isla de Madeira. Intenta acercarse al puerto de Funchal, estando todavía en él la flota de don Luís Vasconcellos, quien trata de defenderse con la artillería de sus barcos y la de la fortaleza de San Loren¬zo, que domina ampliamente el puerto. El pirata desiste de su empeño y procura alejarse de la costa. Este hecho inesperado retrasó la salida de la flota de Vasconcellos. Como el tiempo apremiaba, los comerciantes de Oporto que iban en la nave "Santiago", contrariados por la demora, consiguieron del gobernador, a fuerza de ruegos, navegar a la isla de La Palma para desocupar buena parte de sus mercancías y tomar otras, ofreciendo regresar a tiempo para reintegrarse al grueso de la flota. Así se determinó la partida para el 30 de junio. Antes de hacerse a la mar, el P. Azevedo invitó a confesar a todos los marineros de la nave "Santiago" y les dio la Comunión, en la fiesta de San Pedro. Convocando también a todos sus compañeros, los exhortó a que se dispusiesen para sacrificar sus vidas en defensa de la fe, si Dios se lo pedía; pero si alguno no se consideraba con ánimos podía quedarse tranquilamente en Madeira. Cuatro novicios, en efecto, desistieron de aquel viaje, con lo que marcharon el Padre Ignacio Azevedo y treinta y nueve compañeros.
El día 7 de Julio de 1570 salía del puerto de Funchal el galeón "Santiago" aprovechando la desaparición del pirata francés.
El viaje transcurrió felizmente; el mar estaba en calma hasta que, cuando ya se encontraban en las proximidades de La Palma, a una dos leguas y media de la ciudad, un fuerte viento, los lanzó lejos de la costa y les obligó a dar un rodeo a la isla hasta que encontraron refugio en el puerto de Tazacorte, en el poniente de la isla.
Los habitantes de Tazacorte les recibieron con generosa hospitalidad y les ofrecieron frutos de la tierra para reponer sus fuerzas.
Cuando bajaron a tierra el P. Ignacio y parte de la tripulación para saludar personalmente a tan amables personas, el P. Ignacio se encontró con la grata sorpresa de que el dueño de aquella hacienda era don Melchor de Monteverde y Pruss. Los dos habían sido grandes amigos en Oporto, donde realizaron sus estudios, y también existió la más entrañable amistad entre sus padres. D. Melchor le invitó a hospedarse en su casa y, como recuerdo de aquella presencia amistosa y feliz, ha quedado la "reliquia" conocida hasta hoy como «casa de los mártires». Durante los cinco días que permanecieron el P. Ignacio Azevedo y sus compañeros en Tazacorte, visitaron las iglesias y ermitas del contorno como la iglesia de San Miguel y la ermita de Las Angustias. La belleza paisajística del Valle de Aridane, lleno de impresionante majestad, invitaba a la oración.
En sus conversaciones, don Melchor Monteverde aconsejó al Padre Ignacio regresar por tierra a Santa Cruz de La Palma para tomar allí el barco.
El 13 de julio el P. Ignacio Azevedo celebró su última Misa en tierra, según algunos autores, en la iglesia de San Miguel de Tazacorte. Después de la celebración de la eucaristía contaron testigos presenciales que, en el momento de beber del cáliz, tuvo el P. Ignacio la revelación de su próximo martirio. Tan fuerte fue la impresión recibida que con los dientes produjo en el borde del cáliz una suave mella.
Desde ese momento, la decisión estaba tomada, navegarían en el "Santiago" desde Tazacorte, a pesar de los consejos en contra; y como muestra de agradecimiento o para prevenir cualquier profanación, entregó a don Melchor las reliquias que le entregara en Roma el Papa San Pío V.
El galeón "Santiago", en la madrugada del 14 e julio, se hizo a la mar, rumbo a Santa Cruz de la Palma, por la parte sur de la isla. El mar, por este lado de poniente, se hallaba ese día en calma. Esta circunstancia obligó al galeón a avanzar costeando la isla para aprovechar mejor la ligera bri¬sa que le llegaba de tierra.
Mientras tanto, Jacques Sorés seguía al acecho de su posible presa. Al amanecer del día 15 de julio el galeón "Santiago" se alejaba de Tazacorte hacia el sur. Fue entonces cuando el corsario francés, aprovechado los vientos favorables que le venían del mar, por la parte del naciente, trató de interceptarlo con su navío de guerra "Le Prince", haciéndole unos disparos de intimidación.
Lograda la aproximación de los dos barcos, los hugonotes franceses hacen tres intentonas de abordaje que fueron repelidas por la tripulación portuguesa. Mientras tanto se habían ido acercando al galeón "Santiago" los otros cuatro navíos del pirata francés.
Cuando Sorés juzgó llegado el momento, dio la orden de abordaje. Numerosos grupos de hombres, saltando precipitadamente de los cinco navíos franceses, se lanzaron impetuosamente sobre el galeón portugués. En en¬cuentro resultó feroz y sangriento. Los tripulantes lusitanos defendían cada palmo del barco con bravura y coraje. Ante la superioridad numérica de los atacantes, los lusitanos iban sucumbiendo heroicamente.
El Padre Ignacio de Azevedo iba de una parte a otra alentando a sus compatriotas a dar su vida por la fe. Herido en la cabeza por la espada de un capitán calvinista continuó exhortando a los suyos a perdonar a sus enemigos, mientras abrazaba con fuerza el pequeño cuadro de Nuestra Señora que le había entregado el Papa Pío V. Herido su cuerpo de muerte por tres golpes de lanza, cayó al suelo sin vida.
Quedaron los misioneros jesuitas como único blanco de los ataques de los hugonotes. Cayeron sobre sus mansas víctimas con ferocidad inigualable apuñalando a unos, acribillando a disparos de arcabuz a otros. Luego se dedicaron a arrojar por la borda los cuerpos moribundos de sus víctimas. Y desde lo alto del galeón "Santiago" se deleitaban en la contemplación de sus inocentes víctimas, hasta verlas hundirse en el mar.
De los mártires, ocho eran españoles y el resto portugueses.
Los calvinistas profanaron las reliquias y objetos religiosos que llevaban los misioneros. Sólo algunas pudieron ser recogidas por un marinero francés. Cuenta la tradición que, pasada la terrible tempestad del martirio, se veía flotar sobre las aguas al P. Ignacio de Azevedo abrazado al cuadro de Nuestra Señora. Sólo se salvó del martirio el hermano cocinero Joao Sánchez, al que el pirata quiso conservar para aprovecharse de sus servicios. En su lugar murió un joven, que era sobrino del capitán del galeón "Santiago", el cual al ver el heroísmo de aquellos religiosos se vistió con la sotana de uno de ellos y se presentó ante los verdugos diciendo que también él era católico.
Después del martirio de los misioneros jesuitas, Jacques de Sorés, se dirigió a La Gomera en son de paz. El Conde de la Gomera, don Diego de Ayala y Rojas, logró que el pirata le entregase los 28 miembros de la tripulación y pasajeros lusitanos que había hecho prisioneros.
Una vez llegados estos hombres a la isla de Madeira relataron minuciosamente al jesuita P. Pedro Días lo ocurrido a bordo de la nave "Santiago".
El mismo día del martirio, a muchos kilómetros de distancia, en una visión, vio Santa Teresa de Jesús subir al cielo a los cuarenta mártires muy gloriosos, y adornados con coronas y hermosísimas aureolas y conoció en aquella celestial procesión al H. Francisco Péres Godoy su pariente cercano, quedando así consolada. En 1632 el Cabildo de La Palma pidió al Santo Padre que fueran Beatificados y nombrados patronos de la Isla. Después de esta fecha, una y otra vez, volvió a elevarse a la Santa Sede el mismo deseo y petición.
El Papa Benedicto XIV, en septiembre de 1742, reconoció que eran auténticos mártires por la fe; y Pío IX, en 1862, los beatificó.
El cáliz que mordió el P. Ignacio de Azevedo, según una tradición constante y sin oposición, se conservó en la iglesia de San Miguel de Tazacorte, junto a otras reliquias. En Mayo de 1745 visitó la iglesia de San Miguel el Obispo de la Diócesis, don Juan Francisco Guilén, y tomó el cáliz para regalarlo a los jesuitas del Colegio de Las Palmas de Gran Canaria, como reconocimiento a la ayuda prestada por el jesuita P. Valero en la visita a la diócesis. Después de muchas vicisitudes en diversos lugares de la península, se encuentra -de nuevo- actualmente en el Colegio de Las Palmas de Gran Canarias.
Los mártires suelen llevar la denominación del lugar donde triunfaron en la fe y desde donde volaron al cielo; por eso, con toda razón se han de llamar "Mártires de Tazacorte" y no "Mártires del Brasil", como algunos autores les denominan. Ellos son patrimonio espiritual de la isla de La Palma y una de sus glorias. La isla de la Palma les acogió en la tempestad y les acompañó, como testigo, en su ascensión a la gloria de Dios.
ASÍ NACIÓ LA ORDEN DEL CARMEN Y LA ADVOCACIÓN DEL CARMEN
1. ORIGEN HISTÓRICO DEL CARMELO
Dificultades ha encontrado la historiografía carmelita de todos los tiempos pero especialmente en sus orígenes, ya que carece de escritos fiables para conocer su origen y evolución. La Orden del Carmen no tiene un hombre o mujer a quien pueda acudir como fundador o fundadora. Su origen es sencillo, modesto, sin relieve. Un grupo de cruzados, penitentes y peregrinos dieron vida a la futura Orden del Carmen en la última década del siglo Xll en las laderas del Monte Carmelo, en Palestina.
El primer documento histórico que poseemos es la Regla. Alberto Avogadro o de Vercelli, Patriarca de Jerusalén (+ 1214), de acuerdo con su propósito, les entregó una breve Norma de vida. La Regla albertina recibida por el 1209 será siempre punto de referencia y el libro fundamental de la historia y espiritualidad de la Orden del Carmen. Bien podemos afirmar que con ella incipit Carmelus.Las primeras Constituciones que conocemos - 1281 - ya traen la Rúbrica prima pero que hubo de ser anterior, en la que se afirma que estos primeros habitantes del Carmelo se propusieron vivir en comunidad y trataron de emular a San Elías y a él lo tomaron como padre espiritual. Estas Normas de vida se convirtieron en Regla al ser aprobadas canónicamente por el Papa Honorio III, el 30 de enero de 1226.
Valioso es también, para conocer los orígenes del Carmelo, el testimonio de Jaime de Vitry (+ 1240), que fue obispo de Acre (1210 - 1228), y escribió en su "Historia Orientalis" sobre este grupo naciente de carmelitas. Afirma que no pocos de aquellos devotos peregrinos, en lugar de volver a su patria, preferían quedarse en Palestina para consagrarse al Señor, abrazando allí la vida monástica en el Monte Carmelo, en las cercanías de la fuente de Elías. Allí siguiendo el ejemplo del santo y solitario profeta Elías, "vivían en pequeñas celdas y, cual abejas del Señor, se dedicaban a elaborar en sus colmenas una miel espiritual de exquisita dulzura".El famoso historiador de la Edad Media, el dominico Vicente de Beauvais, en su "Speculum maius", ofrece también datos preciosos sobre el origen de los carmelitas en el Monte Carmelo.Nos encontramos, pues, en Palestina ante un grupo de ermitaños, provenientes de varios países europeos. No son nativos, sino occidentales; de rito latino, y por tanto, distintos de los monjes grecoortodoxos del cercano monasterio de Santa Margarita o Marina.Este grupo anónimo de consagrados, en obsequio de Jesucristo, pronto se dedicarán también a María en el espíritu de Elías.2. TESTIMONIOS DE PEREGRINOSNinguno de los documentos que vamos a recordar se propuso estudiar el marianismo del Carmelo. Sólo de pasada refieren datos de interés, lo que prueba que cuando ellos escriben eran ya hechos conocidos de todos.Tierra Santa fue siempre lugar de peregrinaciones, pues los cristianos de todos los tiempos sentían ansias de visitar la tierra donde vivió y murió el Señor. A escritos de estos peregrinos o palmeros debemos el primer testimonio claro y explícito acerca del título mariano de nuestra primera capilla en el Monte Carmelo. He aquí los testimonios más importantes:a) "Citez de Jherusalem o Les Pelerinages pour aller en Jherusalem". Fue escrito hacia 1230. En el capítulo primero trae este precioso testimonio:"En esta misma montaña (del Carmelo) se encuentra la abadía de Santa Margarita, que pertenece a los monjes griegos, y que está en un hermoso paraje. En esa abadía, se conserv el lugar donde vivió San Elías y allí hay una capilla en la roca. Detrás de la abadía de Santa Margarita, en la ladera de la misma montaña hay un lugar muy bello y deleitoso donde viven los eremitas latinos llamados Hermanos carmelitas; allí encuentra una pequeña iglesia de la Virgen; en toda esta zona hay abundancia de buenas aguas, que salen de la misma roca de la montaña; desde la abadía de los griegos hasta los eremitas latinos; la distancia es de una legua y media."b) "Les sains pelerinages que l' en doit requerre en la Terre Sainte". Probablemente es contemporáneo del anterior. Añade este nuevo dato:"Cerca de esa abadía de Santa Margarita, en la ladera de la misma montaña (el Carmelo), se encuentra un lugar muy bello y deleitoso donde viven los ermitaños latinos llamados Hermanos carmelitas. Hay allí una hermosa iglesia de la Virgen; y existen allí por todas partes grandes plantaciones, regadas con el agua que mana de la misma montaña."c) El dominico francés Humberto de Dijon en 1330 realizó una peregrinación a Tierra Santa que describió en su obra "Liber peregrinationis". En ella trae este interesante testimonio:"En el Monte Carmelo se encuentra una capilla bastante devota, erigida en honor de la Santa Virgen. De este monte y de esa capilla como ellos mismos lo afirman traen su origen y su nombre los Hermanos carmelitas llamados Hermanos de Santa María del Carmelo..."Todos los testimonios conocidos concuerdan con los descubrimientos arqueológicos realizados recientemente - 1958 - en el Wadies Siah. Aquí han aparecido las ruinas del monasterio y de la iglesia que los ermitaños latinos levantaron en el primer cuarto del siglo XIII en honor de la Virgen María, V que es la célula germinal de la Orden del Carmen. 3. DOCUMENTOS PONTIFICIOSLa primera mención del título mariano aparecería en la constitución "Devotionis vestrae", dirigido desde Lyon por Inocencio IV, el 12 de julio de 1247, al Prior y a los hermanos de Santa María del Monte Carmelo. La fórmula breve Orden de Santa María del Monte Carmelo es más constante en los ambientes de la Curia romana y ampliamente usada por los glossatores de la Cancillería Apostólica. De hecho, la usa a menudo, no sólo en los encabezamientos, sino también en el cuerpo del texto. Otros papas, en varias de sus bulas o decretos, a lo largo de este siglo XIII, darán a la Orden este título mariano. Un paso más, el del patrocinio de María sobre el Carmelo, es defendido y vivido por la Orden ya en el siglo XIII. El Papa Urbano IV, el 19 de febrero de 1263, en su rescripto "Quoniam ut ait", anima a los fieles de Tierra Santa concediéndoles cien días de indulgencia por cada ayuda material que diesen alProvincial de los carmelitas, entregado a la reconstrucción del monasterio cuna de la Orden. Precisamente en ese contexto prosaico, el Papa recuerda, de pasada, que María es la Patrona del Carmelo, cosa que se da por vez primera en un documento pontificio.A partir de estos años de mediados del siglo XIII ya abundan tanto los documentos pontificios que no vale la pena aducirlos. Casi todos los papas hablan del marianismo de la Orden del Carmen y la recomiendan a reyes, príncipes y obispos, a la vez que elogian su labor. Habría que traer aquí, especialmente, los hermosos testimonios sobre este tema de Pío XII, Pablo VI y Juan Pablo II, que en repetidas ocasiones han hablado sobre la Orden del Carmen y su bendito Escapulario, pero ello nos llevaría a extender demasiado este breve artículo. Que María del Carmen, nuestra Santísima Madre, como la llamamos desde hace casi ocho siglos los carmelitas, proteja al mundo, a la iglesia y al Carmelo.Autor: Rafael María López Melús, Carmelita.Texto procedente de la Revista Ave María, nº 699, Julio de 2004.
1. ORIGEN HISTÓRICO DEL CARMELO
Dificultades ha encontrado la historiografía carmelita de todos los tiempos pero especialmente en sus orígenes, ya que carece de escritos fiables para conocer su origen y evolución. La Orden del Carmen no tiene un hombre o mujer a quien pueda acudir como fundador o fundadora. Su origen es sencillo, modesto, sin relieve. Un grupo de cruzados, penitentes y peregrinos dieron vida a la futura Orden del Carmen en la última década del siglo Xll en las laderas del Monte Carmelo, en Palestina.
El primer documento histórico que poseemos es la Regla. Alberto Avogadro o de Vercelli, Patriarca de Jerusalén (+ 1214), de acuerdo con su propósito, les entregó una breve Norma de vida. La Regla albertina recibida por el 1209 será siempre punto de referencia y el libro fundamental de la historia y espiritualidad de la Orden del Carmen. Bien podemos afirmar que con ella incipit Carmelus.Las primeras Constituciones que conocemos - 1281 - ya traen la Rúbrica prima pero que hubo de ser anterior, en la que se afirma que estos primeros habitantes del Carmelo se propusieron vivir en comunidad y trataron de emular a San Elías y a él lo tomaron como padre espiritual. Estas Normas de vida se convirtieron en Regla al ser aprobadas canónicamente por el Papa Honorio III, el 30 de enero de 1226.
Valioso es también, para conocer los orígenes del Carmelo, el testimonio de Jaime de Vitry (+ 1240), que fue obispo de Acre (1210 - 1228), y escribió en su "Historia Orientalis" sobre este grupo naciente de carmelitas. Afirma que no pocos de aquellos devotos peregrinos, en lugar de volver a su patria, preferían quedarse en Palestina para consagrarse al Señor, abrazando allí la vida monástica en el Monte Carmelo, en las cercanías de la fuente de Elías. Allí siguiendo el ejemplo del santo y solitario profeta Elías, "vivían en pequeñas celdas y, cual abejas del Señor, se dedicaban a elaborar en sus colmenas una miel espiritual de exquisita dulzura".El famoso historiador de la Edad Media, el dominico Vicente de Beauvais, en su "Speculum maius", ofrece también datos preciosos sobre el origen de los carmelitas en el Monte Carmelo.Nos encontramos, pues, en Palestina ante un grupo de ermitaños, provenientes de varios países europeos. No son nativos, sino occidentales; de rito latino, y por tanto, distintos de los monjes grecoortodoxos del cercano monasterio de Santa Margarita o Marina.Este grupo anónimo de consagrados, en obsequio de Jesucristo, pronto se dedicarán también a María en el espíritu de Elías.2. TESTIMONIOS DE PEREGRINOSNinguno de los documentos que vamos a recordar se propuso estudiar el marianismo del Carmelo. Sólo de pasada refieren datos de interés, lo que prueba que cuando ellos escriben eran ya hechos conocidos de todos.Tierra Santa fue siempre lugar de peregrinaciones, pues los cristianos de todos los tiempos sentían ansias de visitar la tierra donde vivió y murió el Señor. A escritos de estos peregrinos o palmeros debemos el primer testimonio claro y explícito acerca del título mariano de nuestra primera capilla en el Monte Carmelo. He aquí los testimonios más importantes:a) "Citez de Jherusalem o Les Pelerinages pour aller en Jherusalem". Fue escrito hacia 1230. En el capítulo primero trae este precioso testimonio:"En esta misma montaña (del Carmelo) se encuentra la abadía de Santa Margarita, que pertenece a los monjes griegos, y que está en un hermoso paraje. En esa abadía, se conserv el lugar donde vivió San Elías y allí hay una capilla en la roca. Detrás de la abadía de Santa Margarita, en la ladera de la misma montaña hay un lugar muy bello y deleitoso donde viven los eremitas latinos llamados Hermanos carmelitas; allí encuentra una pequeña iglesia de la Virgen; en toda esta zona hay abundancia de buenas aguas, que salen de la misma roca de la montaña; desde la abadía de los griegos hasta los eremitas latinos; la distancia es de una legua y media."b) "Les sains pelerinages que l' en doit requerre en la Terre Sainte". Probablemente es contemporáneo del anterior. Añade este nuevo dato:"Cerca de esa abadía de Santa Margarita, en la ladera de la misma montaña (el Carmelo), se encuentra un lugar muy bello y deleitoso donde viven los ermitaños latinos llamados Hermanos carmelitas. Hay allí una hermosa iglesia de la Virgen; y existen allí por todas partes grandes plantaciones, regadas con el agua que mana de la misma montaña."c) El dominico francés Humberto de Dijon en 1330 realizó una peregrinación a Tierra Santa que describió en su obra "Liber peregrinationis". En ella trae este interesante testimonio:"En el Monte Carmelo se encuentra una capilla bastante devota, erigida en honor de la Santa Virgen. De este monte y de esa capilla como ellos mismos lo afirman traen su origen y su nombre los Hermanos carmelitas llamados Hermanos de Santa María del Carmelo..."Todos los testimonios conocidos concuerdan con los descubrimientos arqueológicos realizados recientemente - 1958 - en el Wadies Siah. Aquí han aparecido las ruinas del monasterio y de la iglesia que los ermitaños latinos levantaron en el primer cuarto del siglo XIII en honor de la Virgen María, V que es la célula germinal de la Orden del Carmen. 3. DOCUMENTOS PONTIFICIOSLa primera mención del título mariano aparecería en la constitución "Devotionis vestrae", dirigido desde Lyon por Inocencio IV, el 12 de julio de 1247, al Prior y a los hermanos de Santa María del Monte Carmelo. La fórmula breve Orden de Santa María del Monte Carmelo es más constante en los ambientes de la Curia romana y ampliamente usada por los glossatores de la Cancillería Apostólica. De hecho, la usa a menudo, no sólo en los encabezamientos, sino también en el cuerpo del texto. Otros papas, en varias de sus bulas o decretos, a lo largo de este siglo XIII, darán a la Orden este título mariano. Un paso más, el del patrocinio de María sobre el Carmelo, es defendido y vivido por la Orden ya en el siglo XIII. El Papa Urbano IV, el 19 de febrero de 1263, en su rescripto "Quoniam ut ait", anima a los fieles de Tierra Santa concediéndoles cien días de indulgencia por cada ayuda material que diesen alProvincial de los carmelitas, entregado a la reconstrucción del monasterio cuna de la Orden. Precisamente en ese contexto prosaico, el Papa recuerda, de pasada, que María es la Patrona del Carmelo, cosa que se da por vez primera en un documento pontificio.A partir de estos años de mediados del siglo XIII ya abundan tanto los documentos pontificios que no vale la pena aducirlos. Casi todos los papas hablan del marianismo de la Orden del Carmen y la recomiendan a reyes, príncipes y obispos, a la vez que elogian su labor. Habría que traer aquí, especialmente, los hermosos testimonios sobre este tema de Pío XII, Pablo VI y Juan Pablo II, que en repetidas ocasiones han hablado sobre la Orden del Carmen y su bendito Escapulario, pero ello nos llevaría a extender demasiado este breve artículo. Que María del Carmen, nuestra Santísima Madre, como la llamamos desde hace casi ocho siglos los carmelitas, proteja al mundo, a la iglesia y al Carmelo.Autor: Rafael María López Melús, Carmelita.Texto procedente de la Revista Ave María, nº 699, Julio de 2004.
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