sábado, 7 de septiembre de 2013

QUEREMOS PEDIRTE POR LA PAZ

Esta tarde, Señor, venimos a pedirte por la paz;
humildemente nos postramos en tu presencia
y te adoramos, Señor,
queriendo hacer la mejor ofrenda de nuestra fe
y de nuestro amor;
creemos en ti, Señor,
realmente presente en el Sacramento de la Eucaristía;
eres nuestro Dios y Señor,
y a ti acudimos recogiendo el sentir
y los deseos de tantos hermanos nuestros,
que como un clamor de toda la humanidad
pide que nos concedas el don de la paz;
a ti, Cristo Jesús, Príncipe de la paz,
sube el grito de todas las partes de la tierra,
de todo el pueblo y del corazón de cada uno,
de la única gran familia que es la humanidad
con angustia creciente pidiéndote por la paz.

Es el grito unánime de todos los hombres de buena voluntad
que proclama,
¡queremos un mundo en paz,
queremos ser hombres y mujeres de paz,
queremos que en nuestra sociedad
destrozada por divisiones y conflictos estalle la paz:
nunca más la guerra!

Que el grito de la paz se alce con fuerza
para que llegue al corazón de todos
y todos depongan las armas
y se dejen guiar por el deseo de la paz.

El Papa Francisco nos ha convocado,
ha convocado a toda la Iglesia
pero ha convocado a todos los hombres de buena voluntad,
y es hermosa la respuesta que desde todos los rincones de la tierra,
y hombres y mujeres de toda raza y religión,
se han unido a esta oración por la paz;
gracias, Señor, tú eres el que mueves los corazones.

Te pedimos que muevas el corazón de las partes en conflicto
para que escuchen la voz de su conciencia
y emprendan con decisión y valentía el camino del encuentro,
superando la ciega confrontación;
que la comunidad internacional haga todo el esfuerzo posible
para promover iniciativas claras a favor de la paz en Siria,
basada en el diálogo y la negociación,
por el bien de toda la población;
que aprendamos a responder a la violencia,
al conflicto y a la guerra,
con la fuerza del diálogo, de la reconciliación y del amor;
que sepamos encontrar caminos de paz
y aprendamos a construir cada día y en todo ambiente
una auténtica cultura del encuentro y de la paz;
que se superen las violencias para que se cumpla tu palabra
y de las espadas sepamos forjar arados y de las lanzas podaderas,
como nos habias dicho por el profeta;
que ninguna nación se levante contra otra
y nunca más nos adiestremos para la guerra;
que todos sepamos construir un mundo en paz.

Tú que has venido a guiar nuestros pasos por el camino de la paz,
ten piedad y misericordia de nosotros;
tú que eres nuestra paz y has hecho de todos los hombres
un solo pueblo derribando el mundo que los separaba,
ten piedad de nosotros;
tú que has reconciliado a todos los pueblos
uniendolos en un solo cuerpo mediante tu cruz,

ten piedad y misericordia de nosotros.