Nada soy ante Ti que eres imagen del Dios invisible
Postrado en tu presencia, Señor, estoy ante Ti,
adorándote y amándote
desde lo mas profundo de mi corazón y de mi vida;
en ti, Señor, pongo toda mi fe y mi confianza;
Tú eres la esperanza de mi vida
y para ti quiere ser todo mi amor;
aumenta, Señor, mi fe,
dale firmeza a mi esperanza,
aviva el fuego de tu amor en mi corazón
para que te ame sobre todas las cosas
y para que aprenda a amar a los hermanos
según los deseos de tu corazón.
Creo, Señor, en tu presencia, real y verdadera
en el Sacramento de la Eucaristìa;
aquí estás, Señor, verdaderamente presente
y me postro ante Ti,
que eres verdadero Dios y verdadero Hombre,
pero que ha querido quedarte presente para siempre
en el Sacramento de la Eucaristía.
Reconozco que nada soy ante Ti,
que eres Imagen del Dios invisible,
y que te acercas a mí
revelando los secretos de tu corazón,
los secretos del Misterio de Dios;
nadie conoce al Padre
sino aquel a quien Tú quieras revelárselo,
pero viéndote a ti estamos viendo el rostro de Dios,
nos estás descubriendo al Dios invisible,
al Dios inmenso, todopoderoso y creador,
al Dios que lo llena todo
en su inmensidad y en su poder,
pero que se derrite de amor infinito por nosotros
y te ha enviado a ti
para que no nos encandilemos
ni confundamos ante su grandeza,
sino que descubramos ese rostro
lleno de amor y misericordioso de Dios.
Tú eres, Cristo Jesús, la Palabra eterna de Dios
por quien fueron creadas todas las cosas,
las del cielo y las de la tierra,
las visibles y las invisibles,
tronos, dominaciones,
principados, potestades,
todo lo ha creado Dios por ti y para ti,
y todas en ti tienen su consistencia plena.
Tú eres, Señor, la cabeza del cuerpo
que es la Iglesia,
que somos nosotros
y a Ti tenemos que estar siempre unidos
porque sin Ti nada somos
ni podríamos existir;
como el sarmiento a la vid
nosotros queremos estar unidos a ti,
porque sin ti nada podemos hacer;
por eso eres el principio de todo,
el primogenito de entre los muertos,
la primicia de todas las cosas.
Tú eres, Señor, el que nos ha arrancado de las tinieblas
para traernos a la luz,
el que nos ha redimido con su sangre,
el que puso en paz todas las cosas,
el que vino a derruir los muros
que nos separaban y nos aislaban,
el que vino a derrotar al odio
con la victoria del amor.
Quiero estar contigo, Señor,
porque eres nuestra reconciliación
y nuestra paz,
eres el descanso de mi vida,
y la fuerza del amor.
Creo en Ti, Señor,
que nunca me separe de Ti.