Gracias, Señor, por tanto amor en el año que termina
‘Bendice, alma mía, al Señor
y todo mi ser a su santo Nombre.
Bendice, alma mía, al Señor
y no olvides sus beneficios.
El perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
El rescata tu vida de la fosa
y te corona de gracia y de ternura;
El
sacia de bienes tus anhelos
y como un águila
se renueva tu juventud’. (Salmo
102, 1-5)
Sí,
Señor, queremos bendecirte en todo momento,
con
nuestros labios,
con
nuestro corazón,
con
toda nuestra vida.
Bendito
sea tu Nombre santo.
Bendito
seas mi Señor y mi Dios;
bendito
seas tú que eres mi salvador y mi vida toda;
bendito
tu santo Nombre,
bendito
sea por siempre el nombre de Jesús;
hoy
venimos a tu presencia para alabarte,
para
bendecirte,
para
darte gracias por tantas bendiciones
que
has derramado sobre nuestra vida;
el
darnos a Jesús es la más grande de las bendiciones,
porque
en El somos todos benditos,
somos
todos bendecidos con su gracia,
con
su amor, con su perdón, con su paz.
Queremos
bendecirte
y
no olvidar nunca tus beneficios;
cuántas
cosas recibimos de ti,
cuántas
obras de tu misericordia infinita
que
nos llena de gracia y de perdón;
qué
fáciles somos para olvidar;
nos
creemos merecedores de todo
y
no somos capaces de reconocer con humildad
tus
dones y darte gracias;
nos
acostumbramos tanto a que nos ayudes
que
ya vamos viviendo casi sin notarlo ni sentirlo,
nos
insensibilizamos;
que
no me insensibilice, Señor,
que
no olvide nunca
cuantos
dones estás derramando cada día en mi vida;
cuando
estamos finalizando este año
tendría
que ser un momento oportuno para recordar,
para
recordar tus beneficios y tu amor
y
para darte gracias sin cansarnos;
cada
uno tenemos nuestra historia,
las
cosas que nos han sucedido,
todo
lo que hemos vivido,
los
dones que hemos recibido de ti de tantas maneras.
Tú
has estado, Señor, ahí en mi vida,
a
mi lado cada día,
has
caminado conmigo,
me
has ayudado a caminar;
reconozco,
Señor,
que
cada instante de mi vida
ha
sido una gracia
y
un beneficio de tu amor;
cada
palabra,
cada
perdón,
cada
luz,
una
gracia tuya, Señor;
cada
oración,
cada
encuentro,
cada
Eucaristía
ha
sido un derramarse tu gracia
abundantemente
sobre mí;
cada
oportunidad,
cada
trabajo y cada servicio
ha
sido obra de tu gracia;
gracias,
Señor, por tus beneficios,
gracias,
Señor, por tu amor.
Sin
embargo, Señor, no he vivido una vida santa
y
tantas veces me he alejado de ti;
pero
tú siempre nos buscas,
nos
llamas,
nos
perdonas,
nos
ofreces el abrazo de padre
que
nos inunda con tu amor;
siento,
Señor, que tu amor y tu ternura son eternas,
amor
y ternura que nos renueva,
nos
recrea en hombres nuevos;
tu
mano siempre está tendida hacia nosotros
para
levantarnos;
en
nuestros cansancios nos das alas como de águila
para
hacernos superar los desánimos y las caídas;
en
las desesperanzas y desilusiones
tú
siempre estas a nuestro lado para animarnos;
en
las tristezas despiertas en nosotros
la
verdadera alegría con tu amor;
en
nuestras soledades sabemos
que
tú estás siempre a nuestro lado acompañándonos
y
nos conduces a la fuente del Agua viva,
nos
alimentas de tu Eucaristía
que
es lo mismo que comerte a ti mismo, Señor.
Gracias,
Señor, por tanto amor
que
has derramado sobre nosotros
en
el año que termina.
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