La victoria, la gloria y el poder para nuestro Dios
La
victoria, la gloria y el poder pertenecen a nuestro Dios,
porque
sus sentencias son rectas y justas…
Sí,
Señor, queremos en esta tarde cantar tu gloria
y
alabarte y bendecirte y darte gracias
cuando
estamos aquí postrados en tu presencia.
Creo,
Señor, que estás aquí verdaderamente presente;
eres
el Dios que lo llena todo con su inmensidad
y
sin el que nada se ha hecho;
pero
creemos en tu presencia
en
el Sacramento de la Eucaristía
y
te adoramos.
Aquí
venimos, Señor,
desde
nuestras luchas,
nuestros
tropiezos y caídas
y
también con las obras
de
nuestra fe y nuestro amor,
aunque
pobres, en nuestras manos;
venimos
a ti, porque Tú lo eres todo
y
sin Ti nada somos;
venimos
a Ti
porque
eres nuestra fuerza y nuestra vida,
llenas
nuestro corazón de esperanza,
siembras
en él la fe y tu amor.
Muchas
veces el camino se nos hace fatigoso,
no
siempre logramos avanzar
como
sería nuestro deseo
y
Tú nos pides,
porque
nos sentimos pobres en nuestra debilidad,
llenos
de limitaciones, de defectos y de pecados;
muchas
cosas se nos apegan al corazón
que
como rémoras no nos dejan avanzar;
eres
Tú, Señor,
el
que nos liberas de todos esos apegos
y
nos das la verdadera libertad;
en
Ti encontramos
la
gracia que necesitamos,
el
perdón que nos sana y nos llena de vida;
en
Ti se despierta nuestra esperanza
y
nuestros deseos de luchar y ser mejores;
contigo
a nuestro lado sabemos
que
podemos vencer en la tentación.
El
mal nos envuelve en un mundo
que
hemos llenado de pecado;
sentimos
el dolor de tantos que se han alejado de Ti
y
tratan de construir sus vidas
como
sí Tú no existieras;
nos
sentimos aturdidos por el materialismo
a
que nos lleva la vida que nos rodea;
tenemos
el peligro de caer en esas redes de un mundo
que
perdido el sentido moral
y
ya nada los frena
y
los lleva a una vida desenfrenada de pecado.
No
queremos caer en la tentación,
ayúdanos,
Señor, líbranos del mal;
lo
decimos muchas veces
cuando
rezamos el padrenuestro
pero
no siempre lo pedimos con toda la fuerza
que
tendríamos que hacerlo
porque
nos dejamos arrastrar tantas veces
por
ese mundo de pecado que nos rodea;
quiero
en esta tarde pedirlo con fuerza,
desde
lo más hondo del corazón,
no
nos dejes caer en la tentación,
líbranos
del mal.
Contigo
tenemos asegurada la victoria;
cuando
en el Apocalipsis contemplamos
lo
que es la gloria del cielo
y
a los que cantan el cántico nuevo
de
la victoria y de la vida
nos
sentimos alentados para nuestra lucha,
se
despierta en nosotros el deseo fuerte
de
poder participar un día también nosotros
de
ese cántico del cielo.
Para
ti, Señor, la gloria,
el
honor y el poder por los siglos de los siglos.
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