jueves, 29 de noviembre de 2012


La victoria, la gloria y el poder para nuestro Dios


La victoria, la gloria y el poder pertenecen a nuestro Dios,
porque sus sentencias son rectas y justas…
Sí, Señor, queremos en esta tarde cantar tu gloria
y alabarte y bendecirte y darte gracias
cuando estamos aquí postrados en tu presencia.

Creo, Señor, que estás aquí verdaderamente presente;
eres el Dios que lo llena todo con su inmensidad
y sin el que nada se ha hecho;
pero creemos en tu presencia
en el Sacramento de la Eucaristía
y te adoramos.

Aquí venimos, Señor,
desde nuestras luchas,
nuestros tropiezos y caídas
y también con las obras
de nuestra fe y nuestro amor,
aunque pobres, en nuestras manos;
venimos a ti, porque Tú lo eres todo
y sin Ti nada somos;
venimos a Ti
porque eres nuestra fuerza y nuestra vida,
llenas nuestro corazón de esperanza,
siembras en él la fe y tu amor.

Muchas veces el camino se nos hace fatigoso,
no siempre logramos avanzar
como sería nuestro deseo
y Tú nos pides,
porque nos sentimos pobres en nuestra debilidad,
llenos de limitaciones, de defectos y de pecados;
muchas cosas se nos apegan al corazón
que como rémoras no nos dejan avanzar;
eres Tú, Señor,
el que nos liberas de todos esos apegos
y nos das la verdadera libertad;
en Ti encontramos
la gracia que necesitamos,
el perdón que nos sana y nos llena de vida;
en Ti se despierta nuestra esperanza
y nuestros deseos de luchar y ser mejores;
contigo a nuestro lado sabemos
que podemos vencer en la tentación.

El mal nos envuelve en un mundo
que hemos llenado de pecado;
sentimos el dolor de tantos que se han alejado de Ti
y tratan de construir sus vidas
como sí Tú no existieras;
nos sentimos aturdidos por el materialismo
a que nos lleva la vida que nos rodea;
tenemos el peligro de caer en esas redes de un mundo
que perdido el sentido moral
y ya nada los frena
y los lleva a una vida desenfrenada de pecado.

No queremos caer en la tentación,
ayúdanos, Señor, líbranos del mal;
lo decimos muchas veces
cuando rezamos el padrenuestro
pero no siempre lo pedimos con toda la fuerza
que tendríamos que hacerlo
porque nos dejamos arrastrar tantas veces
por ese mundo de pecado que nos rodea;
quiero en esta tarde pedirlo con fuerza,
desde lo más hondo del corazón,
no nos dejes caer en la tentación,
líbranos del mal.

Contigo tenemos asegurada la victoria;
cuando en el Apocalipsis contemplamos
lo que es la gloria del cielo
y a los que cantan el cántico nuevo
de la victoria y de la vida
nos sentimos alentados para nuestra lucha,
se despierta en  nosotros el deseo fuerte
de poder participar un día también nosotros
de ese cántico del cielo. 

Para ti, Señor, la gloria,
el honor y el poder por los siglos de los siglos.

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