Quiero gozarme de tu amor, Señor
Vengo a postrarme ante ti,
Señor, en esta tarde,
gozándome hondamente de tu
amor.
¡Qué grande eres, Señor!
¡Qué inmenso es tu amor!
Primero quiero, Señor,
profesar mi fe en Ti,
Señor Creador de cielo y
tierra,
que en tu inmensidad todo lo
llenas
y sin ti nada existe
y que tu sabiduría se
manifiesta
en la belleza de la
creación.
¡Que los cielos y la tierra
proclamen tu gloria, Señor!
Todo cuanto existe
es obra de tu poder y de tu
sabiduría
y todo nos está manifestando
la maravilla de tu amor.
Todo sea siempre, Señor,
para tu gloria;
las criaturas todas
prorrumpen
en cánticos de alabanza y
bendición,
pero cuanto sentimos cuanto
nos amas, Señor,
y la maravilla que has hecho
cuando nos has creado
todo tiene que ser por
nuestra parte
acción de gracias por tu
amor;
tan grande es el amor que
nos tienes
que has querido estar
siempre cerca de nosotros
aunque no lo merecemos,
aunque tantas veces te hemos
olvidado
y hemos querido hacer la
vida por nuestra cuenta
olvidandonos de ti;
pero tu amor es un amor fiel
desde que nos creaste
y nunca nos abandonaste;
gracias, Señor, por tu amor.
Es lo que en esta tarde
queremos reconocer,
sintiendo como has derramado
tu amor sobre nosotros
dándonos a tu Hijo
para ser nuestro Salvador y
Redentor,
pero más aún llenándonos de
tu Espíritu Santo
que nos santifica y nos
fortalece,
que nos purifica y nos llena
de tu gracia,
que nos hace llegar tu
perdón
y al mismo tiempo nos
levanta;
qué maravilloso es tu amor,
Señor;
te damos gracias,
no queremos cansarnos de
darte gracias,
queremos que todo sea
siempre para tu gloria
y nuestra vida toda sea
un cántico de alabanza a tu
gloria y a tu amor.
Gracias, Señor, por tu
presencia,
allá donde vayamos o allá
donde estemos
allí siempre te encontraremos
a ti;
no podemos escondernos de tu
presencia,
ni podemos sentir nunca
temor,
porque reconocemos que tu
presencia
es una presencia gracia,
una presencia de amor.
Gracias, Señor,
por tu presencia real y
verdadera
aquí sobre el altar en el
Sacramento de la Eucaristía;
es tu cuerpo y es tu sangre,
eres tú, Señor, que eres
nuestro salvador
y así te nos das en comida
y quieres ser presencia
permanente junto a nosotros
en el Sacramento;
ahí estás, Señor,
nos escuchas y nos esperas,
nos alimentas y nos llenas
de vida.
Dame la gracia de amarte
siempre, Señor.
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