Cantaré eternamente, Señor, tu Pascua
No nos cansamos, Señor,
de celebrar tu Pascua;
la alegría que sentimos en tu resurrección
y el gozo hondo que embargo nuestro espiritu
nos hace recordar una y otra vez
aquellas sencillas,
pero maravillosas escenas del evangelio
que nos hablan de tu resurrección.
Te damos gracias, Señor,
queremos bendecirte
y cantar una y otra vez nuestra alabanza;
tú lo mereces, Señor,
y siempre será todo para tu gloria;
postrados ante ti
estamos en adoración en esta tarde
sintiendo el gozo de tu presencia.
Y queremos cantar tu alabanza
pero al mismo tiempo queremos repetir
una y otra vez a los que nos rodean
la maravilla de tu resurrección;
no siempre nos entiende la gente de nuestro mundo;
hablar de vida eterna y de resurrección
no siempre es fácil;
la gente vive tan enfrascada en este mundo terreno
que le cuesta mirar hacia arriba,
levantar nuestro espíritu con ansias de eternidad,
querer darle trascendencia a nuestra vida,
a lo que hacemos y a lo que vivimos,
nos puede parecer que lo único válido
es lo que podamos tocar con nuestras manos
o nos produzca un beneficio inmediato.
Es una tentación que nosotros sufrimos también
pero que con el gozo de presencia y tu gracia
lograremos superar.
Cuando hablamos de espíritu y de espiritualidad,
cuando hablamos de resurrección y de vida eterna
hay quienes quieren hacernos callar,
pero creemos en ti
y lo que vivimos desde nuestra fe
no lo podemos callar;
como aquellos apóstoles valientes
a los que querían prohibir hablar de tu nombre
nosotros también contestamos
que primero te obedecemos a ti que a los hombres,
que lo que vivimos allá en lo más hondo de nosotros
y trasciende y da sentido a nuestra vida
no lo podemos callar,
y por eso queremos
proclamar nuestra fe en todo momento.
Danos, Señor, tu fuerza,
la fuerza de tu Espíritu.
para que valientemente
demos nuestro testimonio,
proclamemos nuestra fe,
anunciemos tu nombre
que es el único que puede salvarnos.
Danos tu vida, Señor,
danos tu gracia.
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