jueves, 5 de mayo de 2011

Dame un corazón generoso para compartir mis cinco panes

Dame un corazón generoso para compartir mis cinco panes

No terminamos, Señor, de darte gracias

por tantas señales de amor

que continuamente nos estás dando;

escuchamos tu Palabra

que es palabra de vida y de vida eterna,

palabra de salvación,

de gracia y de perdón;

de tantas maneras quieres hablarnos cada día,

en la Escritura santa,

en la voz de tu iglesia y sus pastores,

también en la palabra buena

que dice alguien a nuestro lado,

o en el ejemplo de los buenos,

pero también quieres hablarnos

en los acontecimientos,

en todo lo que sucede

que si abrimos bien los ojos nos daremos cuenta

que son siempre signos de amor,

señales que nos pones para que vayamos a ti

y reconozcamos tu amor,

y convirtamos nuestro corazón,

y descubramos los verdaderos caminos

que nos llevan a la vida y a tu salvación;

que sea yo capaz de abrir así generosamente

mi corazón a tu Palabra,

la escuche y la plante en el corazón

para que se transforme en vida.

Todos esos signos y señales

nos están pidiendo una respuesta,

que seamos capaces de colaborar con tu gracia,

que pongamos nuestro granito de arena,

que hagamos fecundos esos valores

y esos dones que nos has dado.

Como aquel muchacho del evangelio

hemos de saber poner a disposición

los cinco panes y dos peces

que llevemos en nuestra vida;

tendremos más o menos valores,

pero eso que somos no es solo para nosotros,

hemos de aprender a compartirlo con los demás,

a ser capaces de desprendernos

y vaciarnos de nosotros mismos

para colaborar con los otros,

para ayudar a los demás,

para ponernos en actitud generosa de servicio;

si aquel muchacho del evangelio

se hubiera guardado sus panes para si

pensando que luego los podría necesitar,

no se hubiera realizado el milagro

con el que comieron tantos y hasta sobró;

tenemos que aprender a desprendernos,

a ser generosos,

a pensar menos en nosotros mismos,

a amar sin regateos,

a ser capaces de darlo todo por los demás.

Nos acechan nuestros egoísmos y avaricias

que nos hacen encerrarnos en nosotros

para no abrir los ojos por los demás;

que seamos capaces, Señor,

de sentir inquietud en el corazón

para buscar cómo mejor ayudar a los demás;

que nunca se queda nadie sin su pan

porque yo no haya sido lo suficientemente generoso;

dame, Señor, un corazón generoso,

que sepa olvidarme de mi mismo;

dame, Señor, la fuerza de tu Espíritu

porque sólo así podré amar sin medida como es tu amor.

Gracias, Señor, por esa Palabra que nos has dicho

y ha calado en nuestro corazón.

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