Dame un corazón generoso para compartir mis cinco panes
No terminamos, Señor, de darte gracias
por tantas señales de amor
que continuamente nos estás dando;
escuchamos tu Palabra
que es palabra de vida y de vida eterna,
palabra de salvación,
de gracia y de perdón;
de tantas maneras quieres hablarnos cada día,
en la Escritura santa,
en la voz de tu iglesia y sus pastores,
también en la palabra buena
que dice alguien a nuestro lado,
o en el ejemplo de los buenos,
pero también quieres hablarnos
en los acontecimientos,
en todo lo que sucede
que si abrimos bien los ojos nos daremos cuenta
que son siempre signos de amor,
señales que nos pones para que vayamos a ti
y reconozcamos tu amor,
y convirtamos nuestro corazón,
y descubramos los verdaderos caminos
que nos llevan a la vida y a tu salvación;
que sea yo capaz de abrir así generosamente
mi corazón a tu Palabra,
la escuche y la plante en el corazón
para que se transforme en vida.
Todos esos signos y señales
nos están pidiendo una respuesta,
que seamos capaces de colaborar con tu gracia,
que pongamos nuestro granito de arena,
que hagamos fecundos esos valores
y esos dones que nos has dado.
Como aquel muchacho del evangelio
hemos de saber poner a disposición
los cinco panes y dos peces
que llevemos en nuestra vida;
tendremos más o menos valores,
pero eso que somos no es solo para nosotros,
hemos de aprender a compartirlo con los demás,
a ser capaces de desprendernos
y vaciarnos de nosotros mismos
para colaborar con los otros,
para ayudar a los demás,
para ponernos en actitud generosa de servicio;
si aquel muchacho del evangelio
se hubiera guardado sus panes para si
pensando que luego los podría necesitar,
no se hubiera realizado el milagro
con el que comieron tantos y hasta sobró;
tenemos que aprender a desprendernos,
a ser generosos,
a pensar menos en nosotros mismos,
a amar sin regateos,
a ser capaces de darlo todo por los demás.
Nos acechan nuestros egoísmos y avaricias
que nos hacen encerrarnos en nosotros
para no abrir los ojos por los demás;
que seamos capaces, Señor,
de sentir inquietud en el corazón
para buscar cómo mejor ayudar a los demás;
que nunca se queda nadie sin su pan
porque yo no haya sido lo suficientemente generoso;
dame, Señor, un corazón generoso,
que sepa olvidarme de mi mismo;
dame, Señor, la fuerza de tu Espíritu
porque sólo así podré amar sin medida como es tu amor.
Gracias, Señor, por esa Palabra que nos has dicho
y ha calado en nuestro corazón.
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