Ya estamos, Señor, en Adviento
Ya estamos en el Adviento,
Señor, en esta tarde del sábado
y por ese Adviento que
quiero vivir
va a ser hoy mi oración.
Nos preparamos para celebrar
tu venida en la carne
cuando llegue de nuevo la
Navidad,
pero vivimos el adviento
en clave de esperanza en tu
segunda venida
cuando vengas con gloria y
majestad;
pero somos conscientes,
Señor,
de que cada día quieres
venir a nosotros,
hacerte presente en nuestra
vida,
hacernos llegar tu gracia
transformadora y salvadora
y para esa venida hemos de
estar atentos y preparados;
por eso vivimos el adviento
también
en clave de trascendencia
porque vienes a nosotros
para levantarnos,
para hacernos mirar a lo
alto,
para que le demos valor y
sentido
a lo que hacemos cada día,
para que en cada cosa que
hacemos o vivimos
lo hagamos también pensando
en la vida eterna en plenitud
que contigo un día hemos de
vivir.
Ven, Señor, no tardes, ven
pronto, Señor,
vamos a cantarte y a
gritarte muchas veces en estos días,
pero no queremos que sean solo palabras
que cantemos o gritemos
sino que sea un deseo vivo y
profundo
que salga de lo hondo de
nuestro corazón;
queremos, Señor, que vengas
y esa es nuestra oración,
porque necesitamos de tu
luz,
porque necesitamos despertar
y avivar nuestra esperanza,
porque queremos ponernos en
la sintonía de tu amor,
porque queremos que estés
con nosotros, Señor,
para que aprendamos a hacer
un mundo nuevo;
nuestros egoísmos y
ambiciones,
nuestros orgullos e
insolidaridades
han maleado ese mundo bueno
que salió de tus manos
creadoras
y pusiste en las nuestras
para que lo siguiéramos
construyendo;
necesitamos que venga a
nosotros el Salvador
que nos arranque de ese pozo
de negrura
en que tantas veces nos
hemos metido
para que se llene de nuevo
de luz
nuestra vida y nuestro
mundo;
por eso, una y otra vez te
gritamos,
clamamos a ti y gemimos,
¡Ven pronto, Señor, ven
pronto y no tardes!
Simbólicamente iremos
encendiendo luces cada semana
que nos iluminen el camino
de Adviento
que hoy estamos
emprendiendo;
luces que no tienen que ser
otra cosa
que un reflejo de tu luz;
luces que manifiestan
nuestra esperanza
y nuestro compromiso
porque no solo las
encendemos en nuestras celebraciones
sino que queremos
encenderlas en nuestro vida
poniendo más amor,
más generosidad
en lo que compartimos con
los demás,
más paz en nuestras
relaciones,
más esperanza de vida
eterna,
más deseos de verdad y de
justicia,
más compromisos por la
armonía
y la convivencia de cada
día;
son las luces de nuestro
camino
que no es otro que seguir tu
camino;
son las luces de nuestro
compromiso
pero también de nuestro
testimonio
con el que queremos iluminar
la vida de los demás.
Danos tu luz, Señor,
que no nos falte el aceite
de tu gracia,
que sepamos acudir siempre a
ti
para mantener siempre encendida
nuestra luz.
Ven, Señor, no tardes,
ven pronto, Señor, que te
esperamos
y enciéndenos tu luz en
nuestro corazón.