Dame, Señor, la perspectiva de la esperanza y la
trascendencia
Humilde
vengo a postrarme ante ti esta tarde, Señor,
pero
con todo mi amor para ti
en
quien he puesto toda mi esperanza;
sólo
tú, Señor, eres el que puedes llenar mi corazón
de
plenitud y de amor;
muchas
pueden ser las luces engañosas
que
tratan de arrastrarme tras su luz,
pero
yo sé, Señor,
aunque
muchas veces en mi debilidad
me
distraiga de mi camino,
del
camino que es seguirte a ti,
que
tú eres la verdadera luz de mi vida
y
la única que me va a iluminar de verdad.
Muchas
veces caminamos por la vida desanimados
y
como si hubiéramos perdido la esperanza;
apegamos
nuestro corazón
a
las materialidades de nuestra vida
como
si ellas fueran las que dieran verdadera satisfacción
a
los mejores deseos del ser humano
y
terminamos atrapados en sus engaños y mentiras;
en
otras ocasiones los agobios por los problemas
que
cada día vamos encontrando en nuestra vida
nos
ciegan o nos adormecen
y
con cuánta facilidad perdemos el rumbo
que
nos lleva hacia ti,
queremos
encontrar
soluciones
prontas y fáciles en lo inmediato
y
tenemos la tentación de perder los deseos
de
lo que verdaderamente nos lleve a plenitud;
nos
cansamos en nuestras luchas
y
tenemos la tentación de tirar la toalla
por
cansancio o por aburrimiento,
pero
es que realmente
no
nos hemos dejado encontrar de verdad por ti,
por
eso nos confundimos,
andamos
errantes
como
si no tuviéramos esperanza.
Estamos
queriendo hacer este camino de Adviento
que
estamos aun comenzando
y
que es el camino de la verdadera esperanza,
porque
en verdad deseamos encontrarnos contigo
y
llenarnos de vida y de tu luz
y
queremos hacerlo con todas las consecuencias
porque
queremos que nos despiertes
para
que se avive fuertemente nuestra esperanza;
esa
esperanza que nos haga mirar hacia lo alto,
que
siembra en nosotros deseos de plenitud,
que
nos hace mantenernos firmes
aun
en los momentos difíciles
o
cuando nos aparezca el dolor en nuestra vida,
que
nos da fuerzas para no sucumbir
por
muchas que sean las cosas que nos tienten
a
seguir otros rumbos y otros caminos;
esa
esperanza que nos hace fuertes y maduros
y
nos da ánimos para la lucha
y
para superarnos más y más
en
la consecución de los verdaderos valores y virtudes
que
nos hagan grandes;
esa
esperanza que nos hace a la vez humanos y divinos,
porque
nos hace poner los pies en la tierra
con
los problemas concretos de cada día,
pero
nos levanta el espíritu haciéndonos mirar a lo alto
para
buscar en ti la verdadera gracia y fortaleza
para
el camino de nuestra vida.
Te
esperamos, Señor, esperamos tu venida
como
la esperaban con ansias los antiguos profetas
y
el pequeño resto del pueblo de Israel
que
en verdad esperaba y deseaba un Mesías salvador;
esperamos
y ansiamos tu venida
porque
queremos revestirnos de tu luz
y
nos apoyamos firmemente en tu palabra
que
será por una parte un escudo protector
frente
a las confusiones que nos aparecen en la vida,
pero
también una luz que nos guía
y
señala caminos para seguir siempre tus pasos;
esperamos
y ansiamos tu venida
recordando
y celebrando en la Navidad
tu
Encarnación en el seno de María
y
tu nacimiento en Belén,
sabiendo
que un día has de venir
entre
las nubes del cielo con gran poder y majestad,
pero
que cada día y en cada momento
quieres
llegar y estar junto a nosotros,
hacerte
presente en nuestra vida y nuestro camino,
para
acompañarnos con tu gracia,
para
fortalecernos con tu Espíritu,
para
ayudarnos a hacer ese camino
en
el que también por nuestra justicia y nuestro amor
hemos
de hacerte presente en medio de nuestro mundo.
Haz,
Señor, que no nos durmamos
y
estemos siempre despiertos
para
que sepamos descubrir tu presencia;
haz,
Señor, que estemos alertas y vigilantes
porque
llegas a nosotros a la hora que menos pensamos;
haz,
Señor, que no perdamos
la
perspectiva de la esperanza y de la trascendencia
que
siempre hemos de dar a nuestra vida.
Gracias,
Señor, por la esperanza
que cada día siembras en mi corazón.
que cada día siembras en mi corazón.
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