Ten compasión de nuestras cegueras y las de nuestro mundo
‘Jesús, hijo de David, ten compasión
de nosotros’
queremos
comenzar pidiéndote en esta tarde;
pero
queremos decir más,
ya
no te llamamos solamente el hijo de David,
sino
que te reconocemos como el Hijo de Dios,
como
nuestro Señor y Salvador;
pero
sí, con humildad te pedimos
‘ten compasión de nosotros’.
Venimos
a ti, Señor,
como
aquellos ciegos de Cafarnaún
con
nuestras cegueras y nuestras miserias,
con
la pobreza de nuestra vida
y
con los sufrimientos de nuestras limitaciones
y
también te decimos
‘ten compasión de nosotros, Señor’;
cuando
llegamos a tu presencia
casi
de forma espontánea siempre pensamos
en
esas necesidades que podamos tener;
carencias
de nuestra vida,
limitaciones
que crean discapacidades en nosotros,
dolores
y enfermedades que nos hacen sufrir,
problemas
que quizá sabemos que hay en nuestras familias,
y
otros tantos problemas de todo tipo
que
sabemos que hay en nuestro mundo
que
quizá hagan sufrir a muchas personas
en
sus necesidades y carencias básicas
o
en lo que sufren a causa de la injusticia
con
que vivimos tantas veces los humanos
con
nuestra inhumanidad e insolidaridad.
Queremos
poner ante ti, Señor,
también
el sufrimiento de nuestros hermanos
que
caminan a nuestro lado
en
nuestro mundo muchas veces tan injusto e insolidario;
cuando
venimos a ti en nuestra oración
no
solo queremos pensar en nosotros
sino
que extendemos nuestras mirada
a
ese mundo que nos rodea
y
en el que hay tantos sufrimientos;
vuelve
tu mirada sobre nosotros
y
sobre nuestro mundo
para
que nos llenes de tu luz y de tu vida;
nos
preocupamos de tantas carencias materiales
que
impiden una vida digna a tantos a nuestro lado
o
de la falta de paz en medio de tantas violencias
que
aparecen por doquier;
grande
sería la lista de esas necesidades
que
hacen sufrir a tantos hermanos nuestros;
a
todos queremos poner en tu presencia
con
nuestra oración.
Pero
hay también otras cegueras
que
necesitamos que nos cures;
a
veces perdemos la ilusión y la esperanza,
nos
llenamos de pesimismo
y
todo nos parece negro;
tantas
veces vivimos tan apegados
a
lo material y a lo terreno
que
parece que andamos siempre con luces cortas
para
ver solo lo inmediato o lo mas cercano;
enséñanos,
Señor,
a
encender las luces largas en nuestra vida
que
nos hagan mirar más allá,
que
nos hagan darle un sentido más espiritual
y
más trascendente a nuestra vida,
que
se nos despierte la fe y la esperanza,
que
nos sintamos en verdad
iluminados
por ti y por tu evangelio
para
darle un sentido profundo a nuestra vida;
que
no nos dejemos envolver
por
la increencia y la indiferencia de tantos
que
viven sin sentido de Dios
porque
no te conocen
o
quizá no quieren conocerte;
que
no se nos enfrié la fe,
que
no se nos apague la esperanza,
que
se nos encienda el fuego de tu amor
en
nuestro corazón,
que
nos dejemos iluminar por la fe
que
tenemos en ti y en tu evangelio
y
desde ahí nos sintamos comprometidos
para
llevar esa luz del evangelio a los demás
y
todos puedan encontrarse contigo y con tu luz.
El
profeta había anunciado los tiempos nuevos
en
que sin tinieblas ni oscuridad
verán
los ojos de los ciegos;
que
se nos abran para siempre, Señor,
los
ojos de la fe,
que
no vuelvan aparecer
esas
tinieblas ni oscuridades en nuestra vida;
que
iluminados por tu luz
lleguemos
también a hacer desaparecer
las
tinieblas de la increencia de nuestro mundo;
danos
fuerza, Señor,
para
esa misión que nos confías
de
ser luz con tu luz
para
nuestro mundo.
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