Señor que al menos tenga fe y humildad como el centurión del evangelio
Quiero
comenzar pidiéndote en esta tarde
que
al menos tenga fe y humildad
como
el centurión del evangelio;
tú
alabaste su fe;
dijiste
de él que no habías encontrado en nadie tanta fe
como
la de aquel hombre;
admiramos
su fe
y
queremos tener un confianza grande en tu palabra
como
la tenía él;
pero
queremos tener su humildad,
‘Señor, ¿quién soy yo
para que entre bajo mi techo?’,
te
decía lleno de humildad
y
nosotros te decimos también;
aquí
postrados en tu presencia ante tu altar,
ante
el Sacramento de la Eucaristía,
también
nosotros te decimos,
también
yo quiero decirte
poniendo
la mayor humildad
y
el más grande amor en mi corazón,
‘Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa’;
Isabel
decía en la visita de María,
‘¿Quién yo soy
para que venga a visitarme la madre de mi Señor?’;
lo
mismo queremos decirte nosotros también,
¿Quiénes
somos para recibir tu visita de amor?
¿Quiénes
somos humildes pecadores
para
atrevernos a venir a tu presencia?
Sin
embargo, sí,
queremos
pedirte que vengas,
no
somos dignos pero ven a nosotros, Señor,
porque
con tu presencia viene la gracia,
viene
el perdón,
se
derrama sobre nosotros tu misericordia,
alcanzamos
tu salvación;
por
eso mismo, porque somos pecadores,
necesitamos,
Señor, que vengas a nosotros,
nos
limpies y nos purifiques,
nos llenes de tu gracia
y
podamos sentir el don de tu salvación.
Estamos
queriendo preparar tu venida,
porque
celebramos pronto tu Navidad,
pero
sabemos que tú quieres venir a nosotros,
que
cada día podemos encontrarte
permanentemente
en el Sagrario;
cada
día podemos escuchar tu Palabra;
cada
día podemos celebrar tu presencia
en
los sacramentos;
cada
día podemos llenarnos de ti
sin
con fe grande y con humildad profunda
venimos
a tu encuentro en la oración;
cada
día podemos encontrarte en el hermano
que
pasa a nuestro lado,
que
sufre junto a nosotros,
que
está triste y solo
y
necesita una sonrisa que le alegre el alma,
que
se siente con muchos problemas
y
necesita más que una solución
alguien
que esté a su lado;
ahí
podemos verte, Señor,
pero
danos fe, porque nos cuesta,
porque
se nos nublan nuestros ojos
con
nuestras desconfianzas
o
los malos sentimientos
que
llevamos en el corazón;
se
nos enturbia la mirada
y
no somos capaces de verte,
y
tú quieres llegar a nosotros también de esa manera.
Danos
fe y humildad, Señor,
pedimos
sí que vengas a nuestra morada,
a
nuestra casa,
a
nuestro corazón,
porque
eres tú
el
que puede limpiar nuestros ojos
para
ver de manera distinta
y
saber reconocer en el hermano tu presencia;
ven,
Señor, a nosotros
e
inúndanos de tu gracia y de tu amor;
ven
a nosotros, Señor,
y
que sepamos reconocerte.
Aunque
no somos dignos,
ven
y con tu palabra,
con
tu presencia,
con
tu vida
llénanos
de tu salvación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario