lunes, 1 de diciembre de 2014

Señor que al menos tenga fe y humildad como el centurión del evangeli

Señor que al menos tenga fe y humildad como el centurión del evangelio


Quiero comenzar pidiéndote en esta tarde
que al menos tenga fe y humildad
como el centurión del evangelio;
tú alabaste su fe;
dijiste de él que no habías encontrado en nadie tanta fe
como la de aquel hombre;
admiramos su fe
y queremos tener un confianza grande en tu palabra
como la tenía él;
pero queremos tener su humildad,
‘Señor, ¿quién soy yo
para que entre bajo mi techo?’,
te decía lleno de humildad
y nosotros te decimos también;
aquí postrados en tu presencia ante tu altar,
ante el Sacramento de la Eucaristía, 
también nosotros te decimos,
también yo quiero decirte
poniendo la mayor humildad
y el más grande amor en mi corazón,
‘Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa’;
Isabel decía en la visita de María,
‘¿Quién yo soy
para que venga a visitarme la madre de mi Señor?’;
lo mismo queremos decirte nosotros también,
¿Quiénes somos para recibir tu visita de amor?
¿Quiénes somos humildes pecadores
para atrevernos a venir a tu presencia?

Sin embargo, sí,
queremos pedirte que vengas,
no somos dignos pero ven a nosotros, Señor,
porque con tu presencia viene la gracia,
viene el perdón,
se derrama sobre nosotros tu misericordia,
alcanzamos tu salvación;
por eso mismo, porque somos pecadores,
necesitamos, Señor, que vengas a nosotros,
nos limpies y nos purifiques,
 nos llenes de tu gracia
y podamos sentir el don de tu salvación.

Estamos queriendo preparar tu venida,
porque celebramos pronto tu Navidad,
pero sabemos que tú quieres venir a nosotros,
que cada día podemos encontrarte
permanentemente en el Sagrario;
cada día podemos escuchar tu Palabra;
cada día podemos celebrar tu presencia
en los sacramentos;
cada día podemos llenarnos de ti
sin con fe grande y con humildad profunda
venimos a tu encuentro en la oración;
cada día podemos encontrarte en el hermano
que pasa a nuestro lado,
que sufre junto a nosotros,
que está triste y solo
y necesita una sonrisa que le alegre el alma,
que se siente con muchos problemas
y necesita más que una solución
alguien que esté a su lado;
ahí podemos verte, Señor,
pero danos fe, porque nos cuesta,
porque se nos nublan nuestros ojos
con nuestras desconfianzas
o los malos sentimientos
que llevamos en el corazón;
se nos enturbia la mirada
y no somos capaces de verte,
y tú quieres llegar a nosotros también de esa manera.

Danos fe y humildad, Señor,
pedimos sí que vengas a nuestra morada,
a nuestra casa,
a nuestro corazón,
porque eres tú
el que puede limpiar nuestros ojos
para ver de manera distinta
y saber reconocer en el hermano tu presencia;
ven, Señor, a nosotros
e inúndanos de tu gracia y de tu amor;
ven a nosotros, Señor,
y que sepamos reconocerte.

Aunque no somos dignos,
ven y con tu palabra,
con tu presencia,
con tu vida
llénanos de tu salvación.

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