Señor, que no endurezca mi corazón y sepa escucharte siempre
Señor,
que no endurezca mi corazón,
que
abra mis oídos con toda sinceridad
para
escucharte;
me
postro ante ti esta tarde, Señor,
y
quiero escucharte
allá
en lo más hondo de mi corazón;
sin
embargo me cuesta hacer silencio dentro de mí,
me
aturden las preocupaciones,
los
problemas,
mis
debilidades
o
incluso mis propios fracasos y pecados
que
me encierran,
y
me endurecen el corazón;
hay
cosas también que desde fuera me distraen,
me
llaman la atención
y
me hacen olvidarme a veces
que
estoy en tu presencia
y
que eres tú el realmente importante.
Dame,
Señor, tu luz y tu fuerza
para
que solo te busque a ti,
para
que abra mi corazón a tu palabra,
esa
palabra que quieres susurrar
allá
en lo más secreto de mi mismo;
hay
ocasiones en que parece
que
me diera miedo escucharte
porque
tu voz me hace mirarme
con
sinceridad por dentro
y
me doy cuenta
de
las cosas que tengo que cambiar,
que
tengo que mejorar,
de
cómo tengo que dejar
que
tú me transformes el corazón;
me
siento apegado a tantas cosas,
me
he acostumbrado a una vida un tanto fría
y
muchas veces rutinaria y superficial.
Despiértame,
Señor,
para
que no me deje arrastrar
por
esos sueños
que
me nublan los ojos del corazón
y
ya no sé descubrirte y conocerte;
ayúdame,
Señor,
para
que esté atento a tu palabra,
para
que sea consciente de cuanto me amas
y
cuanto haces por mí;
sigues
poniendo a mi lado personas buenas
que
como profetas
quieren
ayudarme a encontrarme contigo,
a
mejorar mi vida,
a
cambiar mi corazón;
que
yo no haga oídos sordos
a
tantas muestras de amor
que
cada día tienes conmigo,
sino
que sepa escucharte y seguirte,
que
sepa amarte con todo el corazón
y
que no ande con un corazón dividido
y
desorientado.
Ilumíname,
Señor,
con
la luz de tu gracia;
dame
la fuerza de tu Espíritu
para
que siga avanzando
por
este camino de cuaresma
y
se realice de verdad la pascua en mí,
y
contigo pueda sentirme renovado,
resucitado,
hecho
un hombre nuevo,
el
hombre nuevo de la gracia,
cuando
celebre tu pascua y tu resurrección.
Ábreme
los oídos del corazón, Señor,
y
que no lo deje endurecer.
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