Tus mandamientos, Señor, son mi
Sabiduría y mi luz
Tú,
Señor, eres mi Sabiduría y mi luz;
quiero
aprenderte, Señor, conocerte,
empaparme
de tu Palabra,
dejar
que se siembre en lo más hondo de mi corazón
para
conocer siempre tu voluntad
y
realizarla con toda mi vida.
Qué
sabias son tus leyes y mandamientos
y
cómo me conducen a la vida y a la plenitud;
sin
tu Palabra caminaría errante y perdido por la vida
sin
saber a donde ir ni donde encontrar la plenitud;
por
eso, te busco, Señor,
quiero
conocerte,
quiero
conocer lo que es tu voluntad,
quiero
empaparme de ti
porque
eres el Norte de mi vida,
el
sentido de mi existencia,
la
luz para mi caminar.
Confieso
así con todas las fuerzas de mi alma
mi
fe en ti y en tu Palabra,
y
que nunca decayera la firmeza de mi fe,
pero
hay ocasiones
en
que me siento débil y desorientado
porque
vienen otros ruidos,
otros
cantos de sirena que me distraen
y
me llenan de dudas;
aparece
el orgullo y el egoísmo en mi corazón
y
me cuesta dejarme guiar por tu Palabra.
Que
nunca me confunda, Señor,
ni
me deje seducir por esos señuelos
que
el enemigo malo pone junto al camino de mi vida
para
distraerme y apartarme de ti;
perdóname,
Señor, por las veces que he dudado
y
quizá me haya dejado seducir
por
el mal y por el pecado;
sé
que en ti encuentro el perdón y la paz que necesito,
que
tú eres la luz que me ilumina
y
me hace caminar por el camino recto;
que
no me falte el Espíritu divino que me guíe,
y
me conduzca por caminos de rectitud,
de
justicia, de amor;
que
sienta en mi corazón
la
paz de saber que estoy contigo
y
siguiendo tus pasos,
escuchando
tu Palabra,
que
el ángel del Señor esté siempre a mi lado
como
el arcángel Rafael junto a Tobías,
librándome
de todo mal
y
llevandome de la mano hasta ti y tu Palabra;
que
tus mandamientos sean la única norma
y
sentido de mi vida.
Que
ame, Señor, tus mandamientos,
que
los aprenda y los meta en mi corazón,
que
siempre estén presentes ante mis ojos,
para
que sean la sabiduría de mi vida
que
me conduzca hasta ti;
que
tu Espíritu de sabiduría me los haga comprender
para
no perder ni olvidar
ni
el más pequeño de tus preceptos,
porque
ya nos dijiste
que
el que cumpla el más pequeño de tus mandamientos
será
grande en el Reino de los cielos;
que
los pueda realizar plenamente en mi vida
para
encontrar la plenitud,
la
felicidad
y
la vida que siempre ofreces
a
los que saben y quieren ser fieles.
Gracias,
Señor,
por
darnos esa Sabiduría y prudencia
cuando
nos has regalado tus mandamientos;
que
la fuerza de tu Espíritu
me
ayude a cumplirlos siempre.
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