viernes, 9 de mayo de 2014

Comemos tu Cuerpo y quedamos cristificados y transfigurados

Comemos tu Cuerpo y quedamos cristificados y transfigurados


¡Qué dicha y qué gozo
podemos sentir en el alma con nuestra fe!
¿es que podemos encontrar a alguien
que nos ame tanto como nos amas tú?
Es un amor infinito, generoso,
que se derrocha en nuestra vida,
que nos hace partícipe de la vida de Dios,
que hace que podamos sentir
cómo Dios habita en nosotros,
y cómo nosotros podemos habitar en Dios;
maravilla de amor,
dicha y felicidad para nuestro corazón, 
exigencia para nuestra vida.

Queremos poner toda nuestra fe en ti, Señor;
creemos en ti
y tenemos la certeza de que nos llenas de vida;
creemos en ti
y podemos sentirnos profundamente unidos a ti;
creemos en ti
y sabemos que estamos llamados
a la vida y a la resurrección;
tú, Señor, te nos ofreces como Pan de vida,
como alimento y como fuerza de gracia para nuestra vida;
creemos en ti y te amamos
y ya sabemos que vienes a habitar en nuestra vida,
en nuestro corazón,
pero nos permites que también nosotros vivamos en ti,
de tal manera que ya mi vida  no es mi vida,
sino vivirte a ti;
como decía san Pablo,
ya no soy yo,
sino que es Cristo el que vive en mí.

Tú nos das tu vida,
te haces Pan para que podamos comerte
y así nos sintamos uno contigo;
tú nos das del Pan de vida
y será tan grande nuestra unión contigo
que estamos como cristificados,
porque ya para siempre llevamos a Cristo con nosotros,
ya para siempre Cristo habita en nosotros;
comemos el Pan de vida que nos ofreces
que es tu carne,
que es tu misma vida y nos transfiguramos en ti,
como tú en el Tabor;
ya para siempre nos inundas con tu luz,
con tu vida,
con tu amor,
y para siempre tendríamos que resplandecer con tu luz.

Sabemos, Señor, que todo esto
tiene sus consecuencias en nosotros,
en nuestra manera de vivir;
cada vez que salimos de la Eucaristía
hemos de ir más llenos de ti,
más llenos de amor,
más resplandecientes de luz;
no tiene sentido
que comulguemos tu cuerpo
y no amemos;
no tiene sentido
que vayamos a la comunión contigo
y no vayamos al mismo tiempo
a la comunión con los hermanos;
no tiene sentido
que queramos comer tu cuerpo
y sigamos encerrados
en nuestro egoísmo y en nuestro orgullo;
no tiene sentido
que comulguemos sacramentalmente tu Cuerpo
y no comulguemos con los hermanos.

No hay Eucaristía sin amor,
porque tú, Señor, te has hecho Pan de vida para nosotros,
y tú eres amor
y comiéndote a ti tenemos necesariamente
que llenarnos de amor;
eso nos obliga
a que pongamos más amor en nuestra vida
para poder celebrar la Eucaristía,
porque de lo contrario no habitarías en nosotros
ni  nosotros podríamos habitar en ti.

Gracias, Señor,
tú tienes palabras de vida eterna;
llénanos e inúndanos de tu amor para siempre.

jueves, 8 de mayo de 2014

Es algo grande y maravilloso que podamos alimentarnos de ti



Es algo grande y maravilloso que podamos alimentarnos de ti


Nos postramos humildes
en tu presencia sacramental
y no terminamos de dar gracias lo suficiente
por esa locura de tu amor
al quedarte para nosotros en la Eucaristía;
queremos una vez más adorarte y darte gracias,
proclamar nuestra fe y gozarnos en tu presencia;
sabemos que estás ahí
real y verdaderamente presente en el sacramento;
abre nuestros ojos y nuestro corazón
para que podamos verte
y para que podamos sentirte;
aviva nuestra fe,
enciende la llama de tu amor
en nuestro corazón;
gracias, Señor.

Tú nos dices, Señor,
‘el que coma de este pan vivirá eternamente
y el pan que yo os doy
es mi carne para la vida del mundo’;
danos siempre de ese pan,
danos siempre de tu vida
porque queremos tener vida;
pero sabemos, Señor, que no somos dignos,
tenemos nuestra vida tan llena de debilidades y pecados
que casi no nos atrevemos a acercarnos a ti;
con la fe del centurión queremos decirte
que con una sola palabra tuya puedes sanarnos;
sana, Señor, nuestro corazón enfermo,
nuestro corazón herido por el pecado,
purifícanos con tu gracia
para que dignamente
nos podamos acercar a la comunión.

Es algo grande y maravilloso que podamos comerte,
alimentarnos de ti,
pero sabemos que no lo podemos hacer indignamente
porque nos estaríamos comiendo,
como nos dice san Pablo,
nuestra propia condenación;
por eso te pedimos que nos purifiques,
que con tu gracia nos des la valentía
de reconocernos pecadores
para acercarnos a tu sacramento
para alcanzar el perdón que nos purifica
para que luego podamos comerte dignamente;
que no me atreva a acercarme a tu Eucaristía
lleno de muerte y de pecado,
sino que haya verdadero arrepentimiento y conversión
en el corazón;
no porque seamos santos vamos a comulgar,
pero sí queremos comulgar para ser más santos;
ahí tenemos tu gracia,
ahí tenemos tu vida,
ahí tú quieres resucitarnos,
arrancándonos de la muerte de nuestros pecados;
danos tu gracia, Señor,
danos tu vida, 
purifícanos para que seamos dignos,
di sobre nosotros tu palabra de salvación,
aquella palabra en la que confiaba el centurión,
pero queremos que vengas a nuestra casa,
que vengas a nuestro corazón,
porque queremos estar unidos a ti,
porque sabemos que sin ti nada somos
ni nada podemos hacer;
queremos ser santos
pero reconocemos nuestra debilidad
y nuestra condición pecadora,
sabemos que sin tu gracia y tu vida
no lo podemos alcanzar.

Tú eres nuestro alimento y nuestra vida,
tú eres la gracia que nos sana y nos purifica,
tú eres la fortaleza para nuestra lucha contra el pecado, 
tú eres la gracia que nos empuja para el camino
que nos tiene que llevar a una vida santa,
tú nos llenas de Dios y nos haces santos.

Ven, Señor, a nuestro corazón.

martes, 6 de mayo de 2014

Vengo esta tarde a darte gracias por mi fe



Vengo esta tarde a darte gracias por mi fe


Vengo esta tarde a darte gracias, Señor, por mi fe;
si aquí estoy postrado en estos momentos es por mi fe,
mi fe en tu presencia real y verdadera
en el Sacramento de la Eucaristía;
la fe que me hace adorarte en estos momentos,
pero amarte en todo momento y para siempre;
gracias, Señor,  por mi fe,
aunque más bien tendría que darte gracias
porque eres tú el que me has dado ese don,
el que has sembrado la semilla de la fe en mi corazón,
eres tú el que me mueve a creer en ti
y a ponerme en tus manos en todo momento;
no soy yo el que construyo la fe,
sino que eres tu el que me regalas ese don,
don sobrenatural,
don lleno de gracia,
don que me manifiesta
y me hace reconocer tu amor;
gracias, Señor, por regalarme ese don de la fe
que has sembrado en mi corazón,
que me ha abierto los ojos a la vida verdadera,
que me permite conocerte y amarte cada vez más.

Pero, Señor, ayúdame a cuidar mi fe;
que no se debilite ni decaiga nunca,
que no se enfríe ni muera,
que sea capaz de cultivar esa semilla
buscándote y queriendo conocerte más y más;
todo el que ve al Hijo y cree en
El tendrá vida eterna,
nos dijiste en el evangelio;
por eso con tu gracia ayúdame
a conocerte profundamente
para que nunca decaiga mi fe,
para que sepa aceptarte tal como eres
y como te nos revelas,
para que no me haga mis reservas
a la hora de confesar y vivir mi fe,
sino que sea capaz de vivirla
con todas sus exigencias y en todas sus consecuencias;
quiero hacer la ofrenda de mi fe,
de mi amor y de mi vida;
quiero darte un sí total y sin ninguna reserva;
quiero ser consciente de lo que es tener fe
y aceptarte en mi vida
poniéndome en tus manos,
dejándome guiar por tu Espíritu,
aceptando el vivir tu vida
haciéndola vida mía;
creer en ti no me anula
sino que me engrandece;
creer en ti me hace grande
porque me conduce por caminos de plenitud;
creer en ti me hace libre de verdad, 
porque me libera de todas las ataduras
que he ido dejando poner en mi vida
que tantas veces me han encerrado en mi mismo,
me han endiosado
y me han hecho quizá hasta odioso para mis hermanos
por mi falta de amor;
tener fe es la alegría más honda
que puedo sentir en mi vida;
ayúdame, Señor, a que en todo momento
manifieste la alegría de mi fe,
aunque tenga que negarme a mi mismo
o tenga que renunciar mis caprichos;
creer en ti es convertirme a ti cada día
despojándome de mi mismo,
de mis caprichos y de mis veleidades.

Gracias, Señor, por ese don maravilloso de la fe;
quiero alimentarme de ti, 
que eres Pan de vida,
que nos llena de vida eterna
y nos resucitará en el último día;
Señor, que viviendo mi fe con toda intensidad
en todo momento
sea capaz de ir resucitando cada día
porque me vaya arrancando
con la ayuda de tu gracia de todo pecado,
de toda la muerte
que tantas veces dejo meter en mi alma.

Señor, danos de ese pan de vida,
para que tengamos vida para siempre,
para que resucitemos cada día en una vida nueva,
y para que resucitemos para vivir tu vida para siempre
en el último día.

Una profesión de fe en el Pan bajado del cielo y una adoración

Una profesión de fe en el Pan bajado del cielo y una adoración


Quiero comenzar mi oración
haciendo una profesión de fe;
creo en ti, Señor,
Tú eres el Pan de vida,
Tú eres el Pan de Dios
que baja de cielo para dar vida al mundo;
eres Tú el que nos das el verdadero Pan del cielo,
porque eres Tú mismo que te nos das,
que nos llenas de tu vida,
que nos haces tener vida para siempre;
creo en ti, Señor,
para siempre presente para nosotros
en el Sacramento de la Eucaristía.

Señor, dame siempre de ese pan,
te quiero decir en esta tarde
porque tengo deseos de ti,
de tu vida y de tu amor,
de tu paz y de la plenitud de tu ser
que nos llena y que nos inunda;
sabemos que comiéndote a ti
no volveremos a tener hambre de otro pan,
creemos que eres el agua viva
que sacia la sed más profunda
que podamos tener en nuestro corazón;
creemos en ti, Señor;
queremos ir contigo;
queremos estar contigo;
queremos manifestarte
nuestra fe y nuestro amor.

Aquí estás real y verdaderamente presente
en el sacramento de la Eucaristía;
quieres ser presencia permanente junto a nosotros
 quieres ser nuestro alimento;
eres el viático para nuestro camino,
el pan de vida que nos alimenta
y el agua viva que sacia nuestra sed más profunda;
aquí estás, Señor,
y al tiempo que queremos expresar nuestra fe
nos postramos en adoración;
eres el único Señor
y el único Dios de nuestra vida;
el Dios ante quien nos postramos humildes en adoración;
adorarte es reconocerte como nuestro Dios;
adorarte es reconocer tu grandeza infinita,
la inmensidad de tu existencia
y la omnipotencia de tu poder y tu amor;
adorarte y expresarte todo nuestro amor,
un amor sobre todas las cosas,
un amor con todo el corazón,
con toda el alma,
con todo nuestro ser,
con toda nuestra vida;
te adoramos y te reconocemos
como nuestro Dios y nuestro único Señor;
adorarte que es recordar permanentemente
cuanto has hecho
y sigues haciendo por nosotros,
es recordar las maravillas
que te vemos realizar en el evangelio
que nos fundamentan para confesar nuestra fe,
pero es recordar
y hacer presente en todo momento
cuanto sigues haciendo por nosotros;
no lo podemos olvidar,
tiene que estar presente siempre
en todo lo que hagamos
ese sentimiento de adoración
que tiene que ser una postura que tomemos en la vida,
una manera de ser y de hacer,
una manera de manifestarnos como creyentes,
la más profunda manifestación de nuestro amor.

Gracias, Señor,
por estar para nosotros y para siempre
en el misterio de la Eucaristía,
para alimentarnos y para llenarnos de vida,
para sentir tu fortaleza y tu gracia
y así podamos realizar las obras del amor.

Danos siempre de este pan,
para que tengamos vida para siempre.

lunes, 5 de mayo de 2014

Señor, yo creo, aumenta y purifica mi fe

Señor, yo creo, aumenta y purifica mi fe


Como la gente que te buscaba y te seguía,
que acudían de todas partes para escucharte,
que traían a sus enfermos,
cojos, ciegos, sordomudos,
endemoniados para que tú los curases,
como las muchedumbres
que hambrientas te seguían hasta los descampados,
nosotros venimos esta tarde a tu presencia
con la ofrenda de nuestra fe y de nuestro amor,
pero también queriéndonos acoger
a tu misericordia y tu compasión
desde nuestras necesidades o nuestros problemas,
desde lo que es nuestra vida
pero también con cuanto sucede
en el mundo en que vivimos.

Venimos con fe
pero queremos que nos aumentes la fe;
venimos con nuestra fe pobre
y muchas veces contaminada con muchos intereses
para que nos la purifiques y la hagas brillar de verdad;
venimos con confianza,
pero también llenos de dudas
porque muchas veces se nos oscurece el alma
cuando no se realizan todos nuestros deseos
tal como nosotros quisiéramos;
por eso te pedimos que nos aumentes la fe,
pero que nos purifiques la fe.

Tú les decías a los que acudieron a Cafarnaún
después de la multiplicación de los panes y de los peces
que trabajaran no por el alimento que perece
sino por el alimento que perdura;
querías que purificaran su fe,
que no se contentaran con el milagro fácil
de la solución de los problemas
sin esfuerzo por nuestra parte,
sino que descubrieron los signos de tu amor
que en ellos ibas dejando
para llegar a conocer tu misterio profundo,
el misterio del amor de Dios que nos regalabas;
haz, Señor,  que sepamos descubrir
esas señales de tu amor
que nos vas dejando en tantas cosas
en los caminos de la vida;
que sepamos discernir tus signos
para que lleguemos a reconocerte de verdad
y reconocer cuál es la vida y cuál la salvación
que tú realmente nos ofreces;
también nosotros sentimos la tentación de acudir a ti
solo cuando estamos apurados
y necesitamos tu auxilio
que nos saque de los problemas
en que nos vemos envueltos;
que te busque, Señor,
reconociendo tu amor
y gozándonos de tu presencia;
que te busque, Señor,
encontrando en ti esa luz que ilumine mi vida
y la llene de sentido y de valor;
que te busque, Señor,
poniendo toda mi fe en ti,
pero para seguirte,
para escuchar y plantar tu palabra
en mi corazón y en mi vida,
para que así llene mi vida de amor,
de un amor comprometido por los demás,
de un amor comprometido para hacer un mundo mejor;
puedo y tengo que vivir un amor así,
porque no me falta tu gracia y la luz de tu evangelio.

Te pedimos,  Señor, por nuestro mundo
al que le falta paz en tantos lugares
en que suenan los tambores de la guerra;
que sepamos encontrar
caminos de diálogo y entendimiento;
que los hermanos no se enfrenten con las armas
con los otros hermanos;
que no predominen los intereses egoístas
ni las posturas llenas de orgullo;
que sepamos trabajar juntos
para hacer un mundo mejor.

Señor, yo creo,

aumenta y purifica mi fe.

domingo, 4 de mayo de 2014



Quédate con nosotros, Señor, y camina a nuestro lado


Quédate con nosotros esta tarde, Señor;
quédate con nosotros y camina a nuestro lado;
necesitamos tu presencia,
queremos escuchar tu Palabra;
queremos sentir tu aliento de vida,
que arda nuestro corazón
que muchas veces está demasiado frío
y necesita ser caldeado por tu amor.

Quédate con nosotros y ábrenos los ojos,
que se despierte nuestra esperanza,
que creamos que es posible ese mundo nuevo
del que tú nos hablas llamándolo reino de Dios;
nos sentimos tantas veces sin fuerza
viendo la tarea tan grande que tenemos que realizar,
nos desalienta que aunque pongamos mucha buena voluntad
sin embargo las cosas no nos salen como hubiéramos soñado;
es la tentación del cansancio de los buenos,
la inconstancia de los que ponemos mucha ilusión al principio
pero pronto nos desinflamos,
las tentaciones que nos acechan
y nos distraen con tantas cosas
para que olvidemos la meta,
para que nos contentemos con ir tirando,
para que pensemos que no somos tan malos
y evitamos todo lo que signifique esfuerzo
y lucha de superación;
pero que otros hagan algo
que no lo vamos a hacer todo nosotros,
y nos entran cobardías
y los desánimos de los demás nos contagian
y nos hacen tanto daño;
por eso te pedimos que camines a nuestro lado,
porque tu presencia nos anima,
tu palabra nos señala caminos,
el calor de tu amor va caldeando nuestro corazón
y sembrando inquietud en nosotros.

Quédate con nosotros, Señor,
que nos llegan las sombras
y confundidos no sabemos por donde caminar;
necesitamos tu luz para escuchar
y entender bien tu palabra;
necesitamos que nos hagas ver
todo lo que ya estaba anunciado por los profetas
y que para todos el camino de la pasión y de la cruz
es el camino de la vida;
tenemos que aprenderlo bien,
porque nos duele el sufrimiento,
rehuimos todo lo que no sea fácil
o nos haga sufrir un poco
y entonces no entendemos de ofrendas de vida
que se hacen desde el sacrificio,
y queremos amar, sí,
pero cuando sea fácil
y los demás nos pongan las cosas fáciles.

Quédate con nosotros
para que sintamos los impulsos de tu amor
y no temamos lanzarnos al camino
para anunciar tu buena nueva de salvación
aunque sepamos que por muchos va a ser rechazada;
quédate con nosotros
dándonos la fuerza de tu espíritu
que nos dé fortaleza y valentía para hacer el bien,
para amar sin esperar nada a cambio,
para ser generoso aunque no sea correspondido,
porque aprendamos que así es tu amor
y tu entrega es el modelo sublime de nuestro amor.

Quédate con nosotros,
camina a nuestro lado y que nunca nos falte tu luz,
que las tinieblas nunca cubran nuestra vida
llenándola de tristeza
sino que siempre sintamos la alegría de tu gracia
que es energía de vida y de salvación
para nosotros y para todo nuestro mundo.