Siembra, Señor, la inquietud de Dios en nuestros corazones
‘Muéstranos al Padre y eso nos basta’,
te
pedían los apóstoles en la última cena
cuando
les hablabas del Padre;
era
la expresión de la inquietud
y
de los deseos hondos que llevaban en el alma;
ellos
habían querido seguirte y conocerte
y
un día lo dejaron todo para estar contigo
cuando
les hiciste esa invitación de amor;
tú
habías caldeado sus corazones
y
ahora sus corazones vibraban de amor,
aunque
en ocasiones se sentían débiles y llenos de miedo;
se
esconderían en el cenáculo
con
las puertas cerradas por miedo a los judíos
a
pesar de que tanto habían porfiado
que
darían su vida por ti,
pero
tú conocías su amor y sus buenos deseos,
aunque
también sabías de sus debilidades y flaquezas;
por
eso les pedías que tenían que estar unidos a ti,
que
permaneciendo en ti
podrían
permanecer en el amor de Dios;
que
unidos a ti y conociéndote a ti
podrían
descubrir el rostro de Dios;
les
pedías que velaran en oración
para
que nunca se apartaran de Dios.
También
nosotros venimos ante ti con inquietud en esta tarde
porque
queremos unirnos a ti,
para
vivir tu vida,
para
llenarnos de ti
y
alcanzar la plenitud que tú nos das;
nos
has dicho que eres el Camino y la Verdad y la Vida
y
nosotros queremos seguirte,
queremos
poner en ti todo nuestro amor,
queremos
llenarnos de ti
porque
así sabemos que estamos llenos de Dios.
Siembra,
Señor, esa inquietud de Dios en nuestros corazones,
caldea
nuestro espíritu
para
que solo te deseemos a ti
y
no marchemos confundidos
por
caminos que nos alejen de ti;
tú
nos conoces, Señor,
y
sabes lo débiles que somos,
cómo
también muchas veces tenemos miedo
y
estamos acobardados;
ayúdanos,
Señor,
caldea
nuestro corazón con la fuerza de tu Espíritu;
algunas
veces nos confundimos
porque
el maligno es tentador;
en
ocasiones se nos cierra la mente
y
nos cuesta comprender el misterio de tu vida
y
no escuchamos atentamente tu palabra;
danos,
Señor, la fuerza de tu Espíritu
que
nos lo haga comprender todo
y
nos lleve a la verdad plena,
como
le prometiste a los apóstoles;
que
seamos capaces de seguir tus pasos,
las
huellas de tu presencia de amor
que
vas dejando junto a nosotros;
que
no se nos cieguen los ojos del alma
para
que podamos ver y descubrir
tu
presencia y tu amor.
Tú
eres nuestra salvación y nuestra vida,
tú
eres el camino que nos conduce a la plenitud de Dios,
eres
la verdad de Dios que se nos revela
y
nos revela el misterio de Dios
pero
nos ayuda a comprender la verdad del hombre,
nos
revela el misterio del hombre,
la
grandeza que en tu verdad encontramos
y
nos hace libres,
porque
nos hace hijos amados de Dios;
tú
eres la vida que queremos vivir,
permaneciendo
en tu amor,
caminando
tu camino,
llenándonos
de ti,
porque
sabemos que sin ti nada somos
ni nada podemos hacer.
Que
te busque siempre, Señor,
y
que nunca me aparte de ti.
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