jueves, 8 de mayo de 2014

Es algo grande y maravilloso que podamos alimentarnos de ti



Es algo grande y maravilloso que podamos alimentarnos de ti


Nos postramos humildes
en tu presencia sacramental
y no terminamos de dar gracias lo suficiente
por esa locura de tu amor
al quedarte para nosotros en la Eucaristía;
queremos una vez más adorarte y darte gracias,
proclamar nuestra fe y gozarnos en tu presencia;
sabemos que estás ahí
real y verdaderamente presente en el sacramento;
abre nuestros ojos y nuestro corazón
para que podamos verte
y para que podamos sentirte;
aviva nuestra fe,
enciende la llama de tu amor
en nuestro corazón;
gracias, Señor.

Tú nos dices, Señor,
‘el que coma de este pan vivirá eternamente
y el pan que yo os doy
es mi carne para la vida del mundo’;
danos siempre de ese pan,
danos siempre de tu vida
porque queremos tener vida;
pero sabemos, Señor, que no somos dignos,
tenemos nuestra vida tan llena de debilidades y pecados
que casi no nos atrevemos a acercarnos a ti;
con la fe del centurión queremos decirte
que con una sola palabra tuya puedes sanarnos;
sana, Señor, nuestro corazón enfermo,
nuestro corazón herido por el pecado,
purifícanos con tu gracia
para que dignamente
nos podamos acercar a la comunión.

Es algo grande y maravilloso que podamos comerte,
alimentarnos de ti,
pero sabemos que no lo podemos hacer indignamente
porque nos estaríamos comiendo,
como nos dice san Pablo,
nuestra propia condenación;
por eso te pedimos que nos purifiques,
que con tu gracia nos des la valentía
de reconocernos pecadores
para acercarnos a tu sacramento
para alcanzar el perdón que nos purifica
para que luego podamos comerte dignamente;
que no me atreva a acercarme a tu Eucaristía
lleno de muerte y de pecado,
sino que haya verdadero arrepentimiento y conversión
en el corazón;
no porque seamos santos vamos a comulgar,
pero sí queremos comulgar para ser más santos;
ahí tenemos tu gracia,
ahí tenemos tu vida,
ahí tú quieres resucitarnos,
arrancándonos de la muerte de nuestros pecados;
danos tu gracia, Señor,
danos tu vida, 
purifícanos para que seamos dignos,
di sobre nosotros tu palabra de salvación,
aquella palabra en la que confiaba el centurión,
pero queremos que vengas a nuestra casa,
que vengas a nuestro corazón,
porque queremos estar unidos a ti,
porque sabemos que sin ti nada somos
ni nada podemos hacer;
queremos ser santos
pero reconocemos nuestra debilidad
y nuestra condición pecadora,
sabemos que sin tu gracia y tu vida
no lo podemos alcanzar.

Tú eres nuestro alimento y nuestra vida,
tú eres la gracia que nos sana y nos purifica,
tú eres la fortaleza para nuestra lucha contra el pecado, 
tú eres la gracia que nos empuja para el camino
que nos tiene que llevar a una vida santa,
tú nos llenas de Dios y nos haces santos.

Ven, Señor, a nuestro corazón.

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