viernes, 11 de mayo de 2012


En comunión con los hermanos vengo hasta ti, Señor


No soy yo solo
el que me postro esta tarde ante ti
para hacer esta oración;
es tu Iglesia la que está aquí reunida,
somos una pequeña comunidad
que creemos en ti y a ti acudimos
porque sabemos,
nos lo has repetido muchas veces,
que sin sin nada podemos hacer;
queremos sentirnos en comunión,
en común-unión,
en una unión
que nos haga realmente sentirnos unidos
porque nos amamos,
y por eso acudimos a ti;
la oración del cristiano siempre ha de tener
ese sentido de la comunidad,
nunca puede ser la oración de un solitario.

Sabemos, Señor,
que los que creemos en ti
no podemos ir por libre,
cada uno por su lado,
sino que la fe que tenemos en ti
nos hace querernos,
nos hace sentirnos hermanos,
nos hace entrar en comunión de amor,
por eso el cristiano,
el que cree en ti
siempre se ha de sentir en iglesia,
siempre se ha de sentir
en comunión con los hermanos;
nos cuesta
porque se nos mete hondo el egoísmo
dentro de nuestras entrañas;
nos cuesta
porque no nos amamos lo suficiente
y cuando nos miramos unos a otros
tenemos la tendencia
de mirar primero las zonas oscuras
que lo bueno que hay en cada uno de nosotros;
nos cuesta
porque en el fondo
no terminamos de amarte a ti lo suficiente
como para acoger con fidelidad total tu palabra
y hacerla vida de nuestra vida.

Tus discípulos
hasta que no recibieron la fuerza de tu Espíritu
tenían la tendencia de ir cada uno por su lado
y ya vemos que hasta el día de tu resurrección
uno no estaba con los demás
cuando llegaste resucitado hasta ellos
y aún así pedía pruebas de que eras realmente tú
y a otros tuviste que salirles al encuentro por el camino
porque se iban a sus fincas
y a sus decepciones.

Tenemos la tentacion y el peligro
de sentirnos decepcionados muchas veces de los demás
porque no terminamos de aceptarnos como somos
y amarnos con un amor como el tuyo
por encima de todas las cosas;
perdemos la esperanza
y no llegamos a tener la buena visión
para descubrir el amor en los hermanos.

Danos, Señor, la fuerza de tu Espíritu
que transforme nuestro corazón,
nos haga comprender el auténtico sentido de tu fe
y nos haga vivir un amor como el tuyo
para que lleguemos a tener
verdadera comunión entre todos;
necesitamos de tu gracia,
de la fuerza de tu Espíritu;
ven a nosotros, Señor,
para que vivamos esa nueva vida
que quieres para nosotros.

Danos la fuerza de tu Espíritu
para que nos sintamos verdaderamente Iglesia,
verdadera comunidad de amor
y haya comunión entre nosotros
y sea capaz de sentir como propio
lo que le sucede a los demás,
lo que son los problemas de los hermanos,
lo que son las necesidades de la comunidad,
lo que es la vida de la iglesia.

Por eso, Señor,
no vengo solo esta tarde a la oración,
conmigo está la iglesia,
en comunión con los hermanos me siento
y con ellos te presento mi oración.

jueves, 10 de mayo de 2012


Gracias por ayudarme a ser feliz y hacer felices a los demás


Gracias, Señor, por ayudarme a ser feliz;
gracias porque en tí encuentro la felicidad verdadera;
tú has venido a traer la alegría al mundo,
para que el mundo comprenda
donde está la verdadera alegría
y aprendamos a hacer felices a los demás.

Ya tu nacimiento fue un cántico de alegría
que resonó multiplicándose como un eco
por los campos de Belén;
entre cánticos de gloria al Señor
se anunció a los pastores una gran alegría;
era el nacimiento del Salvador,
del Mesías Redentor
que allí entre los pobres venía a suscitar esperanzas
y a llenar los corazones de alegría.

Quisiste, Señor,
que viviéramos la alegría en la mayor plenitud
y por eso nos revelaste
todo lo que era la ternura
y el amor del corazón del Padre;
¡cómo no sentirnos felices,
aunque fuéramos pobres
y tan llenos de problemas
si nos podíamos sentir amados por un Dios
que por amor nuestro
se hizo en todo semejante a nosotros
para ser Dios con nosotros!

Verte caminando a nuestro lado,
compartiendo nuestras luchas
y también nuestras limitaciones humanas,
pero repartiendo amor,
tú que pasaste por el mundo
siempre haciendo el bien,
despierta en nosotros esperanza
de que sí es posible un mundo nuevo y mejor;
y la esperanza nos hace pregustar ya en el corazón
la alegría que un día puede llegar a plenitud mayor.

Sentimos el gozo
de ver cuantos a nuestro lado
también luchan por superarse y ser mejores,
por amar más y buscar hacer siempre el bien;
por cuantos van sembrando
semillas de amor y de paz
en lo bueno que van haciendo
para hacer más felices a los otros
y hacer así presente el Reino de Dios;
gracias, Señor, por esas semillas de alegría
que siembras así en nosotros también.

Sentirnos amados y perdonados,
cuando tan llenos estamos
de limitaciones y pecados,
nos da un gozo grande en el corazón
que además nos impulsa
a luchar por ser mejores,
porque además nos prometes
 una felicidad que durará para siempre,
una felicidad eterna
que disfrutaremos junto a Dios
en el lugar del cielo que tienes reservado
para cuantos te aman.

Que en tu amor encuentre
las raíces de la verdadera alegría
y de la felicidad más plena;
el amor que se desborda del Padre sobre ti,
el Hijo amado y preferido,
cae como en una cascada sobre nosotros
llenándonos también de amor y felicidad;
por eso tenemos que ser
los que creemos en ti y los que te seguimos
las personas más felices del mundo
que desparraman alegría y felicidad
haciendo siempre felices a los demás;
que aprendamos a ir por la vida
con rostros serenos,
rebosantes de dicha y de paz,
contagiando alegría y felicidad
a cuantos nos rodean,
trasmitiendo el amor y la paz
que llevamos en el corazón;
que desaparezcan los rostros hoscos
y con resabios de amargura;
que nunca pongamos tristes
a los que están a nuestro lado
sino que, todo lo contrario,
despertemos ilusión y esperanza
para desterrar toda tristeza y toda angustia,
que radiantes de felicidad,
la felicidad que nace en tu amor,
contagiemos a cuantos nos rodean
y así puedan sentir el deseo
de llenarse también de tu amor y de tu paz
yendo al encuentro contigo.

Con nuestra alegría tenemos que ser
mensajeros de la buena nueva
de la fe y del evangelio.

miércoles, 9 de mayo de 2012


Yo quiero ser tu discípulo, Señor


Yo quiero ser tu discípulo, Señor,
quiero seguir tus pasos,
seguir tu camino;
contemplando tu vida,
escuchando tu palabra
nos sentimos cautivados por ti
y queremos parecernos a ti,
haciendo tus mismas obras de amor,
viviendo tu vida.    

Soy un atrevido, Señor,
cuando me atrevo a manifestar estos deseos
conociendo lo que es mi vida
con sus tropiezos y caídas,
con mis cansancios y mi inconstancia,
pero aún así quiero seguirte diciendo
que quiero ser tu discípulo, Señor.

Enséñame que es lo que tengo que hacer;
descúbreme cuáles son tus exigencias;
que yo sea capaz de comprender bien
qué es lo que me pides;
me sería fácil hacer algunas cosas buenas
en algun momento,
pero sé que lo que tú me pides es algo más;
no es hacer cosas sino vivir tu vida,
no es sólo sentirme cautivado
por las cosas maravillosas que haces,
sino disponerme a vivir tu misma vida;
el camino que nos enseñas
no son solo una bonita y atrayente idea,
ni bonitos mensajes y bellas palabras,
sino que es una vida de entrega y de amor total;
no es solo quedarme en los milagros que hacías
sino seguir tus pasos
para vivir una entrega como la tuya hasta el final;
eso es más costoso,
 eso es algo más que apuntarse
como quien se apunta a club,
eso me exige una disponibilidad total,
una generosidad hasta el extremo en mi corazón,
un olvidarme de mi mismo
para solo pensar como tú
para estar siempre buscando el bien de los demás,
para que con todo lo que hago
busque siempre la gloria de Dios.

Y es que ser tu discipulo
es vivir tu vida de tal manera
que me configure totalmente contigo,
que sea capaz de decir como Pablo,
ya no vivo yo,
sino que es Cristo quien vive en mí;
es configurarme contigo para ser otro Cristo;
la unción que recibí en el bautismo
no era solo un rito de un momento,
sino era la señal comprometida
de que ya para siempre iba a ser un ungido,
otro Cristo;
eres tú, Cristo,
es tu vida,
tu palabra l
a que tengo que transportar a mi vida
para hacerme uno contigo.

Por eso necesito estar unido a ti,
como el sarmiento a la vid,
porque sin ti no podría hacer nada,
no podría ser nada;
nos lo has pedido en el evangelio
y hemos de tenerlo muy presente;
por eso vengo hasta ti en la oración
para llenarme de ti,
para dejarme inundar de tu vida,
y ya no viva yo,
sino que seas tú el que viva en mí.

Que esa savia divina de la gracia
corra por las venas de mi alma,
para que sienta para siempre tu fuerza,
tu vida,
tu gracia
y nunca se rompa por el pecado
esa uniòn que he de vivir contigo.

Dame tu fuerza, Señor,
dame tu gracia;
que todo sea siempre para la gloria de Dios.

lunes, 7 de mayo de 2012


Que escuche, Señor, tus palabras que llenan de paz mi corazón


Necesitamos una vez más escuchar tus palabras
en las que nos invitas a confiar,
a no perder la paz en el corazón;
muchas veces temblamos llenos de miedo,
llenos de inseguridades
porque nuestra fe no es muy fuerte
y erramos fácilmente el camino;
lo reconocemos, Señor, humildemente,
aunque nos cuesta;
venimos esta tarde a tu presencia
con el deseo de que nos llenes de tu paz;
que se despierte de verdad nuestra fe
y la confianza que hemos de poner en ti
sobre todas las cosas.

Tú eres, Señor,
nuestra reconciliación y nuestra paz;
te has ofrecido por nosotros
para que tengamos paz en nuestro corazón
y nos gocemos en tu perdón;
el pecado nos duele por dentro
y sentimos desasosiego en el alma
apesadumbrados por el mal
que tantas veces hemos hecho;
pero contigo tenemos la paz,
en ti encontraremos siempre la paz
que necesitamos;
quiero sentir como un bálsamo sobre mi corazón
esa palabra tuya que me asegura tu perdón,
que me llena de paz,
que me invita a no pecar más,
como le decías a los pecadores
y a los enfermos que acudían a ti;
que busquemos tu paz
porque busquemos tu amor y tu perdón;
tú nos los estás ofreciendo siempre,
pero nosotros queremos hacer el camino a nuestra manera
y buscamos satisfacciones que no nos llenan,
felicidades que se acaban pronto,
seguridades que nos dejan a la intemperie;
qué estúpidos y engañados
andamos tantas veces por la vida
endiosados en nosotros mismos
o esclavizados de placeres efímeros;
sólo tú, Señor, nos das la verdadera felicidad,
la alegría y el gozo más hondo al corazón,
la seguridad del camino
que nos lleva a la plenitud
que sólo en ti podemos encontrar.

Que no tiemble, Señor, mi corazón
porque aprenda a fiarme siempre de ti,
de tu Palabra,
de la fuerza de tu Espíritu,
de la fuerza de la gracia
que derramas en mi alma;
contigo, Señor, y la fuerza de tu Espíritu
las tinieblas de la duda desaparecen
porque allá en lo hondo del corazón
nos vas revelando todas las cosas;
que aprenda a abrir mi espíritu a las cosas divinas,
que no me quede enfangado
en las materialidades de este mundo,
sino que aprenda a mirar a lo alto
y a poner grandes ideales en mi corazón;
que aprenda a gustar las cosas divinas y espirituales
porque tu Espíritu de Sabiduría
dé verdadero sabor a mi corazón;
que con la fuerza de tu Espíritu
desaparezcan los temores
aunque grande sea la tarea,
o muchas las dificultades
con las que podamos tropezar
en ese camino de superación
y crecimiento espiritual
que he de recorrer;
nunca estaré solo
porque conmigo está siempre tu gracia
y la fuerza del Espíritu;
que como en María
desaparezcan de mí todos los temores
porque tengo la seguridad
de que tú estás siempre conmigo;
que sepa descubrirte resucitado
que me sales al encuentro
en los caminos de la vida.

Gracias porque te nos revelas por amor y quieres habitar en nosotros


Quiero comenzar
este momento de adoración y oración
dándote gracias, Señor,
por tanto amor como nos manifiestas
que nos revelas los secretos de tu corazón
lleno de amor por nosotros;
¿por qué tanto amor?
¿por qué te nos revelas así?
no merecemos tantos detalles de amor
que tienes con nosotros
para abrirnos así tu corazón
y querer incluso habitar en nosotros;
como el amigo que se pregunta
ante la confidencia del amigo
¿por qué a mí?
¿por qué tienes esa confianza conmigo?
nos sentimos abrumados
y agradecidos por tu amor.

En la cena pascual
descorriste los velos de tu corazón ante los discípulos
como en una locura de amor
para decirles que tanto era tu amor
que así te revelabas
y así querías habitar en sus corazones;
los llamaste amigos,
ya no querías considerarlos unos siervos
porque solo a los amigos se les revela
la intimidad del corazón
y eso es lo que hiciste con ellos;
así quieres manifestarte a nosotros también
cuando son sinceridad y humildad venimos a ti
poniendo deseos de amor en nuestro espíritu
en nuestra oración;
quieres hacernos entrar
en una intimidad divina contigo
en nuestra oración;
no quieres que nuestra oración sea
una repitición ritual de unas plegarias,
sino un encuentro vivo de amor
porque nos quieres introducir
en lo hondo de tu corazón lleno de amor
y quieres habitar también en nuestro corazón.

Que aprenda yo a abrir mi corazón a tu presencia;
que aprenda a dejarme cautivar por tu amor
para llenarme de tu vida;
que me deje conducir por tu Espíritu
para entrar en esa intimidad de amor
con la que quieres regalarme en mi vida.

Nos hablaste hoy de cumplir tus mandamientos
y de escuchar tu Palabra
como expresión de ese amor que te tenemos,
pero nos revelas cómo el Padre nos ama
y quiere habitar en nosotros,
inundar nuestro corazón
con tu vida divina y con tu amor.

Gracias, Señor,
el gozo que sentimos ante tal maravilla es grande
y más aún cuando nos dices
que para que seamos capaces de comprender tales maravillas
y no las olvidemos nunca
nos vas a conceder la Sabiduría del Espíritu Santo.

Que venga sí, el Espíritu Santo a nosotros
para que nos llene de tu vida divina
y podamos sentirnos y ser en verdad hijos;
que se derrame el Espíritu santo
que nos fortalezca
en nuestra lucha contra el mal y el pecado
e inspire todo lo bueno que hemos de hacer;
que venga el Espíritu Santo
y nos revele
toda la inmensidad del misterio de Dios
y nos haga recordar cuando Jesús nos ha enseñado;
que venga el Espíritu Santo
para que nos haga disfrutar de tu salvación
y tengamos la valentía de ser tus testigos
para que a todos llegue la Buena Nueva del Evangelio.

Gracias, Señor, por tanto amor.

domingo, 6 de mayo de 2012


Tú eres la vid y nosotros los sarmientos, que no me separe de ti


Sin ti nada somos ni nada podemos hacer;
lo reconocemos, Señor, humildemente
cuando venimos a postrarnos en tu presencia;
sabiendo que no somos dignos
nos atrevemos a acercarnos a ti
porque necesitamos tu gracia,
tu presencia;
necesitamos sentir
el calor de tu amor en nuestro corazón;
necesitamos aprender de una vez por todas
que tenemos que contar contigo,
 estar unidos a ti,
para que nuestra vida y lo que hacemos
tenga sentido y tenga valor;
tenemos las experiencias
de nuestras soledades y fracasos
cuando hemos querido ir de valientes por la vida
pensando que por nosotros mismos
lo podíamos hacer todo;
nos queríamos comer el mundo,
pero casi casi el mundo nos come a nosotros
porque al final terminamos muchas veces
suyugados y seducidos por sus placeres
y por su materialismo.

Necesitamos aprender la lección;
tú nos dices que somos como un sarmiento
que tiene que estar unido a la vid
y nosotros seguimos pensando
que nosotros sí sabemos,
que nosotros sí podemos hacer las cosas
solos y con nuestras fuerzas;
que la experiencia de nuestros tropiezos nos enseñe
cómo tenemos que acudir a ti
y mantenernos siempre unidos a ti.

Estamos llamados a dar fruto
y nuestros frutos tienen que ser frutos buenos,
frutos de gracia,
de amor,
de generosidad,
de desprendimiento de nosotros mismos,
de confianza en ti;
nos cuesta, Señor, desprendernos
de nuestros orgullos y saberes,
que aprendamos la lección,
que sepamos confiar en ti,
que permanezcamos siempre unidos a ti
para que podamos dar fruto.

Son muchas las cosas
que hay que podar en nuestra vida
porque muchas veces tenemos el peligro
de quedarnos en ramajes,
en apariencias,
en vanidades y en orgullos
y mirándonos sólo a nosotros mismos;
que aprendamos a realizar esa poda en nuestra vida;
que nos dejemos iluminar por tu luz
para descubrir las cosas que tenemos que mejorar;
que contemos con tu fuerza
para superarnos en tantas cosas
que tenemos que hacer de una manera distinta.

Gracias, Señor,
por ofrecernos la savia de tu gracia divina
que nos ayuda
y nos ilumina,
nos fortalece
y nos da el ánimo
para corregir tanto que tenemos que enmendar;
gracias, Señor,
por ofrecernos esa savia divina de la gracia
que está con nosotros dándonos ese calor
que necesitamos en nuestro corazón
para amar más,
para amar a todos,
para con todos ser comprensivo,
y servicial,
y generoso.

Que sepa aprovechar la gracia que nos das
en tu Palabra y en tus Sacramentos,
la gracia con que nos enriqueces
cuando nos unimos a ti en oración,
la gracia que nos ofreces a través de la Iglesia,
 sacramento de gracia y salvación;
que crezca en sentido de Iglesia,
que crezca mi espíritu de oración,
que viva con toda intensidad
la eucaristia de cada día donde nos alimentas
y nos permites unirnos a ti
en la más profunda comunión cuando te comemos.

Tú eres la vid, Señor,
nosotros somos los sarmientos,
que no me separe de ti,
que estemos siempre unidos a ti.