Queremos vivir tan unidos a ti como Tú lo estás con el Padre
Como
los discípulos en la última cena
también
nosotros queremos decirte en esta tarde:
Señor,
muéstranos al Padre y nos basta.
Una
vez más,
postrados
en tu presencia en la Eucaristía,
poniendo
toda nuestra vida en tu presencia
con
sus luces y con sus sombras,
con
nuestro amor y con nuestras debilidades,
y
queriendo adorarte
desde
lo más profundo del corazón,
también
queremos decirte
que
queremos conocer a Dios,
queremos
conocer al Padre,
porque
queremos amarte más,
porque
queremos llenarnos de ti y de tu vida,
porque
queremos dejarnos iluminar por tu luz,
porque
queremos sentir tu fuerza en nuestro corazón;
a
ti venimos
y
queremos escucharte y aprender de ti;
queremos
que tu palabra nos hable
allá
en lo más hondo del corazón
para
sentirnos transformados por ella;
derrama,
Señor, tu gracia en mi vida,
que me transforme,
que
me ilumine,
que
me inunda de nueva vida,
que
me haga hombre nuevo,
que
me llene de ti,
que
te conozca más profundamente
y
te ame más y mejor.
Quien
me ha visto a mi, ha visto al Padre,
nos
dices;
y
nos repites
que
estás en el Padre y el Padre en ti,
que
contemplemos tus obras
que
son las obras del Padre;
que
contemplemos tu vida
que
es la vida de Dios;
que
contemplemos tu entrega y amor
que
es el amor
eternamente
misericordioso de Dios.
Te
contemplamos
porque
queremos vivir tan unidos a ti
como
tú lo estás con el Padre;
te
contemplamos
porque
necesitamos aprender a unirnos a ti
porque
sabemos que sin ti nada somos
y
nada podemos hacer;
queremos
ser el sarmiento unido a la vid,
queremos
en tu nombre hacer todas las cosas,
queremos
sentirnos siempre
inundados
de tu presencia
porque
solo así
podemos
irnos llenando de tu vida más y más.
No
queremos que nuestra fe sea un adorno externo,
sino
algo que llevemos impreso
en
lo más hondo de nosotros mismos
para
que nunca nos olvidemos de ti,
para
que en todo momento
sepamos
contar con tu gracia,
para
que seamos valientes
en
el testimonio de amor y de santidad
que
tenemos que dar ante los que nos rodean.
Que
no se enfríe mi fe;
que
mi corazón arda más y más en el amor;
que
me sienta inflamado
por
la fuerza de su Espíritu
para
hacer las obras del amor,
las
obras con las que manifestemos
la
fe que ponemos en ti;
derrama
tu gracia sobre mi corazón
y
sea siempre el hombre nuevo de la gracia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario