jueves, 10 de mayo de 2012


Gracias por ayudarme a ser feliz y hacer felices a los demás


Gracias, Señor, por ayudarme a ser feliz;
gracias porque en tí encuentro la felicidad verdadera;
tú has venido a traer la alegría al mundo,
para que el mundo comprenda
donde está la verdadera alegría
y aprendamos a hacer felices a los demás.

Ya tu nacimiento fue un cántico de alegría
que resonó multiplicándose como un eco
por los campos de Belén;
entre cánticos de gloria al Señor
se anunció a los pastores una gran alegría;
era el nacimiento del Salvador,
del Mesías Redentor
que allí entre los pobres venía a suscitar esperanzas
y a llenar los corazones de alegría.

Quisiste, Señor,
que viviéramos la alegría en la mayor plenitud
y por eso nos revelaste
todo lo que era la ternura
y el amor del corazón del Padre;
¡cómo no sentirnos felices,
aunque fuéramos pobres
y tan llenos de problemas
si nos podíamos sentir amados por un Dios
que por amor nuestro
se hizo en todo semejante a nosotros
para ser Dios con nosotros!

Verte caminando a nuestro lado,
compartiendo nuestras luchas
y también nuestras limitaciones humanas,
pero repartiendo amor,
tú que pasaste por el mundo
siempre haciendo el bien,
despierta en nosotros esperanza
de que sí es posible un mundo nuevo y mejor;
y la esperanza nos hace pregustar ya en el corazón
la alegría que un día puede llegar a plenitud mayor.

Sentimos el gozo
de ver cuantos a nuestro lado
también luchan por superarse y ser mejores,
por amar más y buscar hacer siempre el bien;
por cuantos van sembrando
semillas de amor y de paz
en lo bueno que van haciendo
para hacer más felices a los otros
y hacer así presente el Reino de Dios;
gracias, Señor, por esas semillas de alegría
que siembras así en nosotros también.

Sentirnos amados y perdonados,
cuando tan llenos estamos
de limitaciones y pecados,
nos da un gozo grande en el corazón
que además nos impulsa
a luchar por ser mejores,
porque además nos prometes
 una felicidad que durará para siempre,
una felicidad eterna
que disfrutaremos junto a Dios
en el lugar del cielo que tienes reservado
para cuantos te aman.

Que en tu amor encuentre
las raíces de la verdadera alegría
y de la felicidad más plena;
el amor que se desborda del Padre sobre ti,
el Hijo amado y preferido,
cae como en una cascada sobre nosotros
llenándonos también de amor y felicidad;
por eso tenemos que ser
los que creemos en ti y los que te seguimos
las personas más felices del mundo
que desparraman alegría y felicidad
haciendo siempre felices a los demás;
que aprendamos a ir por la vida
con rostros serenos,
rebosantes de dicha y de paz,
contagiando alegría y felicidad
a cuantos nos rodean,
trasmitiendo el amor y la paz
que llevamos en el corazón;
que desaparezcan los rostros hoscos
y con resabios de amargura;
que nunca pongamos tristes
a los que están a nuestro lado
sino que, todo lo contrario,
despertemos ilusión y esperanza
para desterrar toda tristeza y toda angustia,
que radiantes de felicidad,
la felicidad que nace en tu amor,
contagiemos a cuantos nos rodean
y así puedan sentir el deseo
de llenarse también de tu amor y de tu paz
yendo al encuentro contigo.

Con nuestra alegría tenemos que ser
mensajeros de la buena nueva
de la fe y del evangelio.

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