Gracias por ayudarme a ser feliz y hacer felices a los demás
Gracias,
Señor, por ayudarme a ser feliz;
gracias
porque en tí encuentro la felicidad verdadera;
tú
has venido a traer la alegría al mundo,
para
que el mundo comprenda
donde
está la verdadera alegría
y
aprendamos a hacer felices a los demás.
Ya
tu nacimiento fue un cántico de alegría
que
resonó multiplicándose como un eco
por
los campos de Belén;
entre
cánticos de gloria al Señor
se
anunció a los pastores una gran alegría;
era
el nacimiento del Salvador,
del
Mesías Redentor
que
allí entre los pobres venía a suscitar esperanzas
y
a llenar los corazones de alegría.
Quisiste,
Señor,
que
viviéramos la alegría en la mayor plenitud
y
por eso nos revelaste
todo
lo que era la ternura
y
el amor del corazón del Padre;
¡cómo
no sentirnos felices,
aunque
fuéramos pobres
y
tan llenos de problemas
si
nos podíamos sentir amados por un Dios
que
por amor nuestro
se
hizo en todo semejante a nosotros
para
ser Dios con nosotros!
Verte
caminando a nuestro lado,
compartiendo
nuestras luchas
y
también nuestras limitaciones humanas,
pero
repartiendo amor,
tú
que pasaste por el mundo
siempre
haciendo el bien,
despierta
en nosotros esperanza
de
que sí es posible un mundo nuevo y mejor;
y
la esperanza nos hace pregustar ya en el corazón
la
alegría que un día puede llegar a plenitud mayor.
Sentimos
el gozo
de
ver cuantos a nuestro lado
también
luchan por superarse y ser mejores,
por
amar más y buscar hacer siempre el bien;
por
cuantos van sembrando
semillas
de amor y de paz
en
lo bueno que van haciendo
para
hacer más felices a los otros
y
hacer así presente el Reino de Dios;
gracias,
Señor, por esas semillas de alegría
que
siembras así en nosotros también.
Sentirnos
amados y perdonados,
cuando
tan llenos estamos
de
limitaciones y pecados,
nos
da un gozo grande en el corazón
que
además nos impulsa
a
luchar por ser mejores,
porque
además nos prometes
una felicidad que durará para siempre,
una
felicidad eterna
que
disfrutaremos junto a Dios
en
el lugar del cielo que tienes reservado
para
cuantos te aman.
Que
en tu amor encuentre
las
raíces de la verdadera alegría
y
de la felicidad más plena;
el
amor que se desborda del Padre sobre ti,
el
Hijo amado y preferido,
cae
como en una cascada sobre nosotros
llenándonos
también de amor y felicidad;
por
eso tenemos que ser
los
que creemos en ti y los que te seguimos
las
personas más felices del mundo
que
desparraman alegría y felicidad
haciendo
siempre felices a los demás;
que
aprendamos a ir por la vida
con
rostros serenos,
rebosantes
de dicha y de paz,
contagiando
alegría y felicidad
a
cuantos nos rodean,
trasmitiendo
el amor y la paz
que
llevamos en el corazón;
que
desaparezcan los rostros hoscos
y
con resabios de amargura;
que
nunca pongamos tristes
a
los que están a nuestro lado
sino
que, todo lo contrario,
despertemos
ilusión y esperanza
para
desterrar toda tristeza y toda angustia,
que
radiantes de felicidad,
la
felicidad que nace en tu amor,
contagiemos
a cuantos nos rodean
y
así puedan sentir el deseo
de
llenarse también de tu amor y de tu paz
yendo
al encuentro contigo.
Con
nuestra alegría tenemos que ser
mensajeros
de la buena nueva
de
la fe y del evangelio.
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