miércoles, 9 de mayo de 2012


Yo quiero ser tu discípulo, Señor


Yo quiero ser tu discípulo, Señor,
quiero seguir tus pasos,
seguir tu camino;
contemplando tu vida,
escuchando tu palabra
nos sentimos cautivados por ti
y queremos parecernos a ti,
haciendo tus mismas obras de amor,
viviendo tu vida.    

Soy un atrevido, Señor,
cuando me atrevo a manifestar estos deseos
conociendo lo que es mi vida
con sus tropiezos y caídas,
con mis cansancios y mi inconstancia,
pero aún así quiero seguirte diciendo
que quiero ser tu discípulo, Señor.

Enséñame que es lo que tengo que hacer;
descúbreme cuáles son tus exigencias;
que yo sea capaz de comprender bien
qué es lo que me pides;
me sería fácil hacer algunas cosas buenas
en algun momento,
pero sé que lo que tú me pides es algo más;
no es hacer cosas sino vivir tu vida,
no es sólo sentirme cautivado
por las cosas maravillosas que haces,
sino disponerme a vivir tu misma vida;
el camino que nos enseñas
no son solo una bonita y atrayente idea,
ni bonitos mensajes y bellas palabras,
sino que es una vida de entrega y de amor total;
no es solo quedarme en los milagros que hacías
sino seguir tus pasos
para vivir una entrega como la tuya hasta el final;
eso es más costoso,
 eso es algo más que apuntarse
como quien se apunta a club,
eso me exige una disponibilidad total,
una generosidad hasta el extremo en mi corazón,
un olvidarme de mi mismo
para solo pensar como tú
para estar siempre buscando el bien de los demás,
para que con todo lo que hago
busque siempre la gloria de Dios.

Y es que ser tu discipulo
es vivir tu vida de tal manera
que me configure totalmente contigo,
que sea capaz de decir como Pablo,
ya no vivo yo,
sino que es Cristo quien vive en mí;
es configurarme contigo para ser otro Cristo;
la unción que recibí en el bautismo
no era solo un rito de un momento,
sino era la señal comprometida
de que ya para siempre iba a ser un ungido,
otro Cristo;
eres tú, Cristo,
es tu vida,
tu palabra l
a que tengo que transportar a mi vida
para hacerme uno contigo.

Por eso necesito estar unido a ti,
como el sarmiento a la vid,
porque sin ti no podría hacer nada,
no podría ser nada;
nos lo has pedido en el evangelio
y hemos de tenerlo muy presente;
por eso vengo hasta ti en la oración
para llenarme de ti,
para dejarme inundar de tu vida,
y ya no viva yo,
sino que seas tú el que viva en mí.

Que esa savia divina de la gracia
corra por las venas de mi alma,
para que sienta para siempre tu fuerza,
tu vida,
tu gracia
y nunca se rompa por el pecado
esa uniòn que he de vivir contigo.

Dame tu fuerza, Señor,
dame tu gracia;
que todo sea siempre para la gloria de Dios.

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