lunes, 7 de mayo de 2012


Que escuche, Señor, tus palabras que llenan de paz mi corazón


Necesitamos una vez más escuchar tus palabras
en las que nos invitas a confiar,
a no perder la paz en el corazón;
muchas veces temblamos llenos de miedo,
llenos de inseguridades
porque nuestra fe no es muy fuerte
y erramos fácilmente el camino;
lo reconocemos, Señor, humildemente,
aunque nos cuesta;
venimos esta tarde a tu presencia
con el deseo de que nos llenes de tu paz;
que se despierte de verdad nuestra fe
y la confianza que hemos de poner en ti
sobre todas las cosas.

Tú eres, Señor,
nuestra reconciliación y nuestra paz;
te has ofrecido por nosotros
para que tengamos paz en nuestro corazón
y nos gocemos en tu perdón;
el pecado nos duele por dentro
y sentimos desasosiego en el alma
apesadumbrados por el mal
que tantas veces hemos hecho;
pero contigo tenemos la paz,
en ti encontraremos siempre la paz
que necesitamos;
quiero sentir como un bálsamo sobre mi corazón
esa palabra tuya que me asegura tu perdón,
que me llena de paz,
que me invita a no pecar más,
como le decías a los pecadores
y a los enfermos que acudían a ti;
que busquemos tu paz
porque busquemos tu amor y tu perdón;
tú nos los estás ofreciendo siempre,
pero nosotros queremos hacer el camino a nuestra manera
y buscamos satisfacciones que no nos llenan,
felicidades que se acaban pronto,
seguridades que nos dejan a la intemperie;
qué estúpidos y engañados
andamos tantas veces por la vida
endiosados en nosotros mismos
o esclavizados de placeres efímeros;
sólo tú, Señor, nos das la verdadera felicidad,
la alegría y el gozo más hondo al corazón,
la seguridad del camino
que nos lleva a la plenitud
que sólo en ti podemos encontrar.

Que no tiemble, Señor, mi corazón
porque aprenda a fiarme siempre de ti,
de tu Palabra,
de la fuerza de tu Espíritu,
de la fuerza de la gracia
que derramas en mi alma;
contigo, Señor, y la fuerza de tu Espíritu
las tinieblas de la duda desaparecen
porque allá en lo hondo del corazón
nos vas revelando todas las cosas;
que aprenda a abrir mi espíritu a las cosas divinas,
que no me quede enfangado
en las materialidades de este mundo,
sino que aprenda a mirar a lo alto
y a poner grandes ideales en mi corazón;
que aprenda a gustar las cosas divinas y espirituales
porque tu Espíritu de Sabiduría
dé verdadero sabor a mi corazón;
que con la fuerza de tu Espíritu
desaparezcan los temores
aunque grande sea la tarea,
o muchas las dificultades
con las que podamos tropezar
en ese camino de superación
y crecimiento espiritual
que he de recorrer;
nunca estaré solo
porque conmigo está siempre tu gracia
y la fuerza del Espíritu;
que como en María
desaparezcan de mí todos los temores
porque tengo la seguridad
de que tú estás siempre conmigo;
que sepa descubrirte resucitado
que me sales al encuentro
en los caminos de la vida.

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