Que escuche, Señor, tus palabras que llenan de paz mi corazón
Necesitamos
una vez más escuchar tus palabras
en
las que nos invitas a confiar,
a
no perder la paz en el corazón;
muchas
veces temblamos llenos de miedo,
llenos
de inseguridades
porque
nuestra fe no es muy fuerte
y
erramos fácilmente el camino;
lo
reconocemos, Señor, humildemente,
aunque
nos cuesta;
venimos
esta tarde a tu presencia
con
el deseo de que nos llenes de tu paz;
que
se despierte de verdad nuestra fe
y
la confianza que hemos de poner en ti
sobre
todas las cosas.
Tú
eres, Señor,
nuestra
reconciliación y nuestra paz;
te
has ofrecido por nosotros
para
que tengamos paz en nuestro corazón
y
nos gocemos en tu perdón;
el
pecado nos duele por dentro
y
sentimos desasosiego en el alma
apesadumbrados
por el mal
que
tantas veces hemos hecho;
pero
contigo tenemos la paz,
en
ti encontraremos siempre la paz
que
necesitamos;
quiero
sentir como un bálsamo sobre mi corazón
esa
palabra tuya que me asegura tu perdón,
que
me llena de paz,
que
me invita a no pecar más,
como
le decías a los pecadores
y
a los enfermos que acudían a ti;
que
busquemos tu paz
porque
busquemos tu amor y tu perdón;
tú
nos los estás ofreciendo siempre,
pero
nosotros queremos hacer el camino a nuestra manera
y
buscamos satisfacciones que no nos llenan,
felicidades
que se acaban pronto,
seguridades
que nos dejan a la intemperie;
qué
estúpidos y engañados
andamos
tantas veces por la vida
endiosados
en nosotros mismos
o
esclavizados de placeres efímeros;
sólo
tú, Señor, nos das la verdadera felicidad,
la
alegría y el gozo más hondo al corazón,
la
seguridad del camino
que
nos lleva a la plenitud
que
sólo en ti podemos encontrar.
Que
no tiemble, Señor, mi corazón
porque
aprenda a fiarme siempre de ti,
de
tu Palabra,
de
la fuerza de tu Espíritu,
de
la fuerza de la gracia
que
derramas en mi alma;
contigo,
Señor, y la fuerza de tu Espíritu
las
tinieblas de la duda desaparecen
porque
allá en lo hondo del corazón
nos
vas revelando todas las cosas;
que
aprenda a abrir mi espíritu a las cosas divinas,
que
no me quede enfangado
en
las materialidades de este mundo,
sino
que aprenda a mirar a lo alto
y
a poner grandes ideales en mi corazón;
que
aprenda a gustar las cosas divinas y espirituales
porque
tu Espíritu de Sabiduría
dé
verdadero sabor a mi corazón;
que
con la fuerza de tu Espíritu
desaparezcan
los temores
aunque
grande sea la tarea,
o
muchas las dificultades
con
las que podamos tropezar
en
ese camino de superación
y
crecimiento espiritual
que
he de recorrer;
nunca
estaré solo
porque
conmigo está siempre tu gracia
y
la fuerza del Espíritu;
que
como en María
desaparezcan
de mí todos los temores
porque
tengo la seguridad
de
que tú estás siempre conmigo;
que
sepa descubrirte resucitado
que
me sales al encuentro
en
los caminos de la vida.
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