Tú eres la vid y nosotros los sarmientos, que no me separe de ti
Sin ti nada somos
ni nada podemos hacer;
lo reconocemos,
Señor, humildemente
cuando venimos a
postrarnos en tu presencia;
sabiendo que no
somos dignos
nos atrevemos a
acercarnos a ti
porque necesitamos
tu gracia,
tu presencia;
necesitamos sentir
el calor de tu amor
en nuestro corazón;
necesitamos
aprender de una vez por todas
que tenemos que
contar contigo,
estar unidos a ti,
para que nuestra
vida y lo que hacemos
tenga sentido y
tenga valor;
tenemos las
experiencias
de nuestras
soledades y fracasos
cuando hemos
querido ir de valientes por la vida
pensando que por
nosotros mismos
lo podíamos hacer
todo;
nos queríamos comer
el mundo,
pero casi casi el
mundo nos come a nosotros
porque al final
terminamos muchas veces
suyugados y
seducidos por sus placeres
y por su
materialismo.
Necesitamos
aprender la lección;
tú nos dices que
somos como un sarmiento
que tiene que estar
unido a la vid
y nosotros seguimos
pensando
que nosotros sí
sabemos,
que nosotros sí
podemos hacer las cosas
solos y con
nuestras fuerzas;
que la experiencia
de nuestros tropiezos nos enseñe
cómo tenemos que
acudir a ti
y mantenernos
siempre unidos a ti.
Estamos llamados a
dar fruto
y nuestros frutos
tienen que ser frutos buenos,
frutos de gracia,
de amor,
de generosidad,
de desprendimiento
de nosotros mismos,
de confianza en ti;
nos cuesta, Señor,
desprendernos
de nuestros
orgullos y saberes,
que aprendamos la
lección,
que sepamos confiar
en ti,
que permanezcamos
siempre unidos a ti
para que podamos
dar fruto.
Son muchas las
cosas
que hay que podar
en nuestra vida
porque muchas veces
tenemos el peligro
de quedarnos en
ramajes,
en apariencias,
en vanidades y en
orgullos
y mirándonos sólo a
nosotros mismos;
que aprendamos a
realizar esa poda en nuestra vida;
que nos dejemos
iluminar por tu luz
para descubrir las
cosas que tenemos que mejorar;
que contemos con tu
fuerza
para superarnos en
tantas cosas
que tenemos que
hacer de una manera distinta.
Gracias, Señor,
por ofrecernos la
savia de tu gracia divina
que nos ayuda
y nos ilumina,
nos fortalece
y nos da el ánimo
para corregir tanto
que tenemos que enmendar;
gracias, Señor,
por ofrecernos esa
savia divina de la gracia
que está con
nosotros dándonos ese calor
que necesitamos en
nuestro corazón
para amar más,
para amar a todos,
para con todos ser
comprensivo,
y servicial,
y generoso.
Que sepa aprovechar
la gracia que nos das
en tu Palabra y en
tus Sacramentos,
la gracia con que
nos enriqueces
cuando nos unimos a
ti en oración,
la gracia que nos
ofreces a través de la Iglesia,
sacramento de gracia y salvación;
que crezca en
sentido de Iglesia,
que crezca mi
espíritu de oración,
que viva con toda
intensidad
la eucaristia de
cada día donde nos alimentas
y nos permites
unirnos a ti
en la más profunda
comunión cuando te comemos.
Tú eres la vid,
Señor,
nosotros somos los
sarmientos,
que no me separe de
ti,
que estemos siempre
unidos a ti.
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