domingo, 6 de mayo de 2012


Tú eres la vid y nosotros los sarmientos, que no me separe de ti


Sin ti nada somos ni nada podemos hacer;
lo reconocemos, Señor, humildemente
cuando venimos a postrarnos en tu presencia;
sabiendo que no somos dignos
nos atrevemos a acercarnos a ti
porque necesitamos tu gracia,
tu presencia;
necesitamos sentir
el calor de tu amor en nuestro corazón;
necesitamos aprender de una vez por todas
que tenemos que contar contigo,
 estar unidos a ti,
para que nuestra vida y lo que hacemos
tenga sentido y tenga valor;
tenemos las experiencias
de nuestras soledades y fracasos
cuando hemos querido ir de valientes por la vida
pensando que por nosotros mismos
lo podíamos hacer todo;
nos queríamos comer el mundo,
pero casi casi el mundo nos come a nosotros
porque al final terminamos muchas veces
suyugados y seducidos por sus placeres
y por su materialismo.

Necesitamos aprender la lección;
tú nos dices que somos como un sarmiento
que tiene que estar unido a la vid
y nosotros seguimos pensando
que nosotros sí sabemos,
que nosotros sí podemos hacer las cosas
solos y con nuestras fuerzas;
que la experiencia de nuestros tropiezos nos enseñe
cómo tenemos que acudir a ti
y mantenernos siempre unidos a ti.

Estamos llamados a dar fruto
y nuestros frutos tienen que ser frutos buenos,
frutos de gracia,
de amor,
de generosidad,
de desprendimiento de nosotros mismos,
de confianza en ti;
nos cuesta, Señor, desprendernos
de nuestros orgullos y saberes,
que aprendamos la lección,
que sepamos confiar en ti,
que permanezcamos siempre unidos a ti
para que podamos dar fruto.

Son muchas las cosas
que hay que podar en nuestra vida
porque muchas veces tenemos el peligro
de quedarnos en ramajes,
en apariencias,
en vanidades y en orgullos
y mirándonos sólo a nosotros mismos;
que aprendamos a realizar esa poda en nuestra vida;
que nos dejemos iluminar por tu luz
para descubrir las cosas que tenemos que mejorar;
que contemos con tu fuerza
para superarnos en tantas cosas
que tenemos que hacer de una manera distinta.

Gracias, Señor,
por ofrecernos la savia de tu gracia divina
que nos ayuda
y nos ilumina,
nos fortalece
y nos da el ánimo
para corregir tanto que tenemos que enmendar;
gracias, Señor,
por ofrecernos esa savia divina de la gracia
que está con nosotros dándonos ese calor
que necesitamos en nuestro corazón
para amar más,
para amar a todos,
para con todos ser comprensivo,
y servicial,
y generoso.

Que sepa aprovechar la gracia que nos das
en tu Palabra y en tus Sacramentos,
la gracia con que nos enriqueces
cuando nos unimos a ti en oración,
la gracia que nos ofreces a través de la Iglesia,
 sacramento de gracia y salvación;
que crezca en sentido de Iglesia,
que crezca mi espíritu de oración,
que viva con toda intensidad
la eucaristia de cada día donde nos alimentas
y nos permites unirnos a ti
en la más profunda comunión cuando te comemos.

Tú eres la vid, Señor,
nosotros somos los sarmientos,
que no me separe de ti,
que estemos siempre unidos a ti.

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