Nuestra bendición y alabanza no es
solo con palabras sino haciendo tu voluntad
Bendito el que viene en
nombre del Señor;
bendito seas, Señor y para
ti nuestra alabanza;
nuestro primer suspiro en la
oración de esta tarde
es para bendecirte y
alabarte, Señor;
bendito seas por siempre,
Señor,
ante ti nos postramos,
proclamamos nuestra fe y te
adoramos.
Pero nuestra bendición y
alabanza
no quieren ser solo
palabras, Señor,
sino que nuestro deseo es
bendecirte con toda nuestra
vida;
nos dices que no el que diga
‘Señor, Señor’,
es el que va a entrar en el
Reino de los cielos,
sino el que haga la voluntad
del Padre del cielo;
queremos hacer tu voluntad
así en la tierra como el
cielo,
como nos enseñaste a orar al
Padre;
pero ya sabemos que hacer la
voluntad del Padre
es tener primero que nada
abierto nuestro corazón para
conocerte,
para conocer lo que es la
voluntad de Dios,
para escuchar tu palabra,
para tener disponibilidad
generosa en nuestro corazón
para seguirte, para hacer tu
voluntad,
para caminar siempre por los
caminos de amor
que tú nos enseñas.
No queremos ser como aquel
que edificó su casa sobre arena
que pronto se derrumbó
cuando vinieron los vientos
y soplaron las tempestades;
que hemos de poner los
cimientos verdaderos,
y los cimientos verdaderos
están en tu palabra,
en lo que es la voluntad del
Padre;
pero ya sabes, Señor,
lo débiles e inconstantes
que somos en la vida,
prometemos,
decimos que queremos,
pero luego no hacemos,
pronto olvidamos nuestros
propósitos
y seguimos buscándonos a
nosotros mismos
y no lo que es la voluntad
del Padre;
por eso, te pedimos que
vengas a nosotros,
que nos concedas la fuerza
de su Espíritu
para que podamos orar con
todo sentido,
para que podamos caminar tus
caminos,
para que no olvidemos
que tenemos que buscar
siempre y por encima de todo
lo que es la voluntad de
Dios.
Sin embargo el orgullo se
nos mete
tantas veces en el corazón
y nos lo queremos saber
todo,
y decimos que no necesitamos
de ti,
para saber hacer lo bueno,
y terminamos buscándonos a
nosotros mismos
en lugar de buscarte a ti,
Señor;
queremos construirnos
nuestras fortalezas de poder
donde apoyarnos
y no ponemos toda nuestra confianza en ti;
despiértanos, Señor, antes
de que sea tarde
y haznos bajas de esos
pedestales de nuestro orgullo
en los que nos hemos subido;
nos creemos fuertes,
nos creemos sabios,
nos creemos capaces por
nosotros mismos de todo,
y nos olvidamos de apoyarnos
en ti,
y ya nos dijiste
que los que se enaltecen
serán humillados
y solo los que saber ser
humildes y pequeños
serán enaltecidos;
María cantaba en el Magnificat
que los poderosos serían
derrotados de sus tronos
y que los ricos poseídos de
sí mismos
serían despedidos vacíos y
sin nada;
es el vació que nos queda dentro
de nosotros
cuando solo nos buscamos a
nosotros mismos
y no te buscamos a ti;
que sepa llenar mi corazón
de ti,
de tu amor y de tu paz,
de tu gracia y de tu vida,
que sepa enriquecerlo
con la sabiduría de tu
palabra
para que aprenda a cumplir
siempre
lo que es tu voluntad.
Ven a nosotros, Señor,
llénanos de humildad y de
amor
para que tengamos paz,
para que podamos poseerte a
ti
que eres la única riqueza de
nuestra vida.
Que todo sea siempre, Señor,
para tu gloria
por eso queremos seguir
cantando
con toda nuestra vida
tu alabanza.