Ven, Señor Jesús
¡Marana
tha! Ven, Señor Jesús.
Es
hoy nuestra súplica,
es
la suplica repetida del adviento que comenzamos;
es
la súplica de la Iglesia peregrina de todos los tiempos;
es
la súplica que te hacemos en esta tarde
cuando
nos postramos en oración ante Ti.
Ven,
Señor, quédate con nosotros;
ven,
Señor, acompáñanos en nuestro camino;
ven,
Señor, eres nuestro viático,
nuestro
compañero de camino,
la
fortaleza para nuestros pasos,
la
luz que ilumina los senderos de la vida,
la
verdad que nos conduce a la plenitud,
el
pan que sacia nuestra hambre,
el
agua viva que calma nuestra sed,
pero
hace surgir surtidores de agua viva
en
nuestro corazón.
Ven,
Señor Jesús.
Queremos
hacer caminos de plenitud,
pero
nos vemos con tantas limitaciones,
tan
discapacitados
aunque
nos creamos enteros y sanos,
tan
débiles
aunque
queramos presentarnos ante todos
con
presuntuosa fortaleza;
son
tantas las tentaciones que nos acechan,
tantos
los apegos que llevamos en el corazón
que
solo en ti podemos encontrar la libertad total,
olo
en ti nos liberaremos
para
alcanzar la plenitud.
Ya
sabemos que tenemos que escuchar tus palabras,
pero
somos orgullosos
y
nos pensamos que nos lo sabemos todo;
llamaste
dichosos
a
los que escucharan tus palabras
y
las pusieran en práctica;
llamaste
dichoso
al
que escuchase tu profecía
y
la tuviese siempre en cuenta,
pero
nosotros preferimos otros agoreros
que nos conducirían por caminos de mentira;
dame
la fuerza de tu Espíriu
para
acoger con corazón bien dispuesto tu palabra;
que
se abra mi corazón,
que
me abaje de mis pedestales,
que
no se cierren nunca
los
oídos de mi corazón
para
escucharte con humildad y con amor.
Ayúdanos,
Señor, a caminar
hacia
ese cielo nuevo y esa tierra nueva
que
nos tienes preparados;
tú
nos quieres felices y dichosos
y
así creaste para Adán y Eva el jardín del Edén,
pero
la envidia y la ambicion,
el
pecado y la muerte
entraron
en la vida del hombre
destruyendo
ese camino de felicidad
que
para nosotros habías creado;
ahora
nos anuncias la dicha del cielo,
de
ese paraiso de gloria
que
está siempre lleno de tu luz;
que
un día formemos parte de ese cortejo celestial
que
canta eternamente en el cielo tu gloria;
haznos,
Señor, habitar para siempre
en
la Jerusalén celestial
donde
toda la creación te alaba,
donde
gocemos eternamente de tu presencia,
donde
nos sintamos para siempre iluminados con tu luz;
mientras
caminamos en la tierra
muchas
veces nos dejamos seducir
por
luces engañosas
porque
no hemos llegado a descubrir y a disfrutar
lo
que es la verdadera luz,
lo
que eres tú para nosotros
que
nos quieres siempre llenar de vida y de luz.
Dame,
Señor, la fuerza de tu Espíritu,
Ven,
Señor Jesús.
¡Marana
tha!
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