jueves, 6 de diciembre de 2012


Nuestra bendición y alabanza no es solo con palabras sino haciendo tu voluntad


Bendito el que viene en nombre del Señor;
bendito seas, Señor y para ti nuestra alabanza;
nuestro primer suspiro en la oración de esta tarde
es para bendecirte y alabarte, Señor;
bendito seas por siempre, Señor,
ante ti nos postramos,
proclamamos nuestra fe y te adoramos.

Pero nuestra bendición y alabanza
no quieren ser solo palabras, Señor,
sino que nuestro deseo es
bendecirte con toda nuestra vida;
nos dices que no el que diga ‘Señor, Señor’,
es el que va a entrar en el Reino de los cielos,
sino el que haga la voluntad del Padre del cielo;
queremos hacer tu voluntad
así en la tierra como el cielo,
como nos enseñaste a orar al Padre;
pero ya sabemos que hacer la voluntad del Padre
es tener primero que nada
abierto nuestro corazón para conocerte,
para conocer lo que es la voluntad de Dios,
para escuchar tu palabra,
para tener disponibilidad generosa en nuestro corazón
para seguirte, para hacer tu voluntad,
para caminar siempre por los caminos de amor
que tú nos enseñas.

No queremos ser como aquel que edificó su casa sobre arena
que pronto se derrumbó
cuando vinieron los vientos
y soplaron las tempestades;
que hemos de poner los cimientos verdaderos,
y los cimientos verdaderos están en tu palabra,
en lo que es la voluntad del Padre;
pero ya sabes, Señor,
lo débiles e inconstantes que somos en la vida,
prometemos,
decimos que queremos,
pero luego no hacemos,
pronto olvidamos nuestros propósitos
y seguimos buscándonos a nosotros mismos
y no lo que es la voluntad del Padre;
por eso, te pedimos que vengas a nosotros,
que nos concedas la fuerza de su Espíritu
para que podamos orar con todo sentido,
para que podamos caminar tus caminos,
para que no olvidemos
que tenemos que buscar siempre y por encima de todo
lo que es la voluntad de Dios.

Sin embargo el orgullo se nos mete
tantas veces en el corazón
y nos lo queremos saber todo,
y decimos que no necesitamos de ti,
para saber hacer lo bueno,
y terminamos buscándonos a nosotros mismos
en lugar de buscarte a ti, Señor;
queremos construirnos
nuestras fortalezas de poder donde apoyarnos
 y no ponemos toda nuestra confianza en ti;
despiértanos, Señor, antes de que sea tarde
y haznos bajas de esos pedestales de nuestro orgullo
en los que nos hemos subido;
nos creemos fuertes,
nos creemos sabios,
nos creemos capaces por nosotros mismos de todo,
y nos olvidamos de apoyarnos en ti,
y ya nos dijiste
que los que se enaltecen serán humillados
y solo los que saber ser humildes y pequeños
serán enaltecidos;
María cantaba en el Magnificat
que los poderosos serían derrotados de sus tronos
y que los ricos poseídos de sí mismos
serían despedidos vacíos y sin nada;
es el vació que nos queda dentro de nosotros
cuando solo nos buscamos a nosotros mismos
y no te buscamos a ti;
que sepa llenar mi corazón de ti,
de tu amor y de tu paz,
de tu gracia y de tu vida,
que sepa enriquecerlo
con la sabiduría de tu palabra
para que aprenda a cumplir siempre
lo que es tu voluntad.

Ven a nosotros, Señor,
llénanos de humildad y de amor
para que tengamos paz,
para que podamos poseerte a ti
que eres la única riqueza de nuestra vida.

Que todo sea siempre, Señor, para tu gloria
por eso queremos seguir cantando
con toda nuestra vida
tu alabanza.

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