miércoles, 27 de julio de 2011

Es un gozo y una dicha estar en tu presencia

Es un gozo y una dicha estar en tu presencia

Es un gozo y una dicha
estar en tu presencia en esta tarde, Señor;
cuánto nos amas
que nos permites llegar a tu presencia,
por eso nos llenamos de gozo
cuando venimos hasta ti;
creemos en ti
y en ti ponemos toda nuestra vida
y todo nuestro amor;
creemos, Señor,
que allá donde vayamos
siempre te vamos a encontrar,
no hay sitio oculto a tu presencia
porque en tu inmensidad lo llenas todo,
todo está lleno y sumergido en tu presencia.

Aquí nos sentimos como en el Tabor,
llenos de la gloria de Dios,
porque tu presencia en la Eucaristía
es una presencia real y verdadera;
eres Dios que estás con nosotros
pero que de manera especial
te nos das en la Eucaristía
para ser nuestro alimento,
nuestra vida,
nuestro viático y compañero de camino;
has querido quedarte
en el pan consagrado de la Eucaristía
para que sintamos de manera especial
tu presencia en el Sagrario;
allí nos esperas,
allí nos escuchas,
allí nos ofreces tu presencia y tu gracia de amor.

Es un gozo y una dicha
estar en tu presencia, Señor.

Moisés subía a la montaña del Sinaí
y allí hablaba contigo en un tú a tú,
cara a cara,
que luego le hacía bajar resplandeciente de la montaña;
había estado en tu presencia
y el gozo de tu amor inundaba su corazón y su vida
de modo que todo eran resplandores en su rostro;
no podía negar que había estado contigo
porque tu luz había inundado su vida
y ahora todo en él hacía ver la gloria de Dios,
tu gloria.

Así tendría que pasar en nuestra vida
después de cada momento de oración,
después de cada sacramento celebrado,
de cada perdón recibido
y de cada comunión en que comamos tu cuerpo
y bebamos tu sangre.

¿Lo notarán quienes nos vean
después de cada comunión
o de cada rato de oración?
Nuestro rostro,
nuestra vida
siempre tendría que resplandecer con tu luz
para cantar siempre tu gloria;
porque es que tú has querido
habitar en nuestro corazón,
en nuestra alma;
desde el bautismo
nos has llenado de tu vida divina
para hacernos hijos tuyos,
has querido morar en nosotros
y covertirnos en templos del Espíritu;
un alma en gracia
es sagrario permanente de la Santisima Trinidad;
siempre y en todo momento
tendríamos que estar adorando tu presencia en nosotros.

Maravillas de tu amor,
maravillas de tu presencia;
que la fuerza de tu Espíritu
nos ayude y nos prevenga
para mantener tu gracia divina en mi alma,
para alejarnos del pecado,
para que en todo momento
reflejemos la gloria del Señor.

Es un gozo y una dicha
estar en tu presencia, Señor;
que brille nuestro rostro
con la luz de tu gloria,
que resplandezca nuestro corazón
con la dicha de tu amor,
que con toda nuestra vida
cantemos la gloria del Señor.

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