lunes, 25 de julio de 2011

Quiero ponerme en camino para ser tu discípulo, Señor

Quiero ponerme en camino para ser tu discípulo, Señor

Yo quiero ser tu discípulo, Señor,

ponerme en camino,

seguir tus pasos,

escuchar tu Palabra,

dejarme guiar por tu Espíritu;

yo quiero ser tu discípulo, Señor.

Quiero poner en ti todo mi amor,

porque sé cuánto me amas,

y aunque sea con mis pobres migajas de amor

yo quiero amarte, Señor.

No es fácil ser tu discípulo,

ponerme en camino

con disponibilidad y generosidad total;

quien se pone en camino se desinstala,

no se puede quedar anquilosado siempre en lo mismo,

sino que ha de tener espíritu de búsqueda,

deseos de más,

aspiración a cosas grandes,

sueños que levanten el espíritu,

y es que muchas veces

nos contentamos con nuestras ramplonerías,

y nos parece que ya hacemos tanto.

Cuando miro la generosidad de tus discípulos,

a pesar de sus dificultades y debilidades,

me siento estimulado y con deseos de imitarles;

quisiera sentir tu presencia y tu palabra

como ellos la tenían

para escucharte en cada momento

lo que allá en el corazón quieres decirme

para dar ese paso adelante,

para corregir aquel paso mal dado,

para descubrir y ver eso nuevo que me propones,

para comenzar a soñar

cómo mejor imitarte y seguirte.

Cuando Santiago y Juan en sus buenos deseos

aspiraban a primeros puestos,

Tú les hablaste de un cáliz que habían de beber

y de un estilo de servicio

que habían de adoptar para sus vidas.

Generosos dijeron

que estaban dispuestos a beber el cáliz,

pero aún así no les aseguraste que fueran los primeros,

sino que seguiste hablándoles

de ser servidores y de hacerse los últimos,

de que ser tu discípulo significa

seguir tus mismos pasos,

pisar sobre tus mismas huellas,

y las señales de tu camino

están dibujadas sobre una cruz

y con los tintes rojos de la sangre y del amor.

Tenemos miedo en ocasiones a la cruz,

al sufrimiento,

a la entrega hasta el despojo de uno mismo,

a quizá ser despreciados por el mundo

porque aparecemos como los últimos.

Ponernos en camino para ser tus discípulos

no una simple aventura que empredemos;

no es un camino de rosas

aunque sí tiene por una parte un perfume especial,

pero al mismo tiempo unas espinas

que pueden molestar

a nuestras comodidades y sensualidades;

significa soñar con cosas grandes,

aspirar a meta superiores,

dejar que tú te metas

en la hondonada de mi corazón

aunque lo haga sangrar,

quitar los ruidos que me impidan escuchar

el susurro de tu voz

Que yo sienta el ardor de tu amor en mi corazón,

que sienta la fuerza y el impulso de tu Espíritu

para que en verdad sea tu discípulo,

emprenda ese camino.

Quiero ser tu discípulo, Señor,

ayúdame con tu gracia a dar los pasos necesarios.

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