Quiero ser, Señor, niño en tu presencia,
Pequeño, humilde, sencillo
y con un corazón limpio,
porque quiero conocerte, Señor,
y tú revelas a los que son pequeños y humildes;
así le dabas gracias al Padre
porque ocultaba los misterios de Dios
a los sabios y entendidos
y los revelaba solamente a la gente sencilla.
Quiero ser, niño en tu presencia, Señor,
porque con un corazón limpio de vanidades
y despojado de todo lo que signifique
orgullos y afanes de grandezas
te llegarás a habitar en mi corazón;
sólo así podré poseerte a ti
y dejarme poseer por ti.
Quiero ser niño en tu presencia, Señor,
porque son los pequeños
los que tienen curiosidad en el corazón,
con los ojos siempre bien abiertos,
los que tienen ansias de cosas grandes
y son capaces de admirarse
igual ante lo grande que ante lo sencillo;
tantas veces te acercas a nosotros
en las cosas pequeñas
y no sabemos descubrirte;
pero tampoco somos capaces
de la admiración ante las cosas maravillosas
que haces ante nuestros ojos,
porque hemos perdido esa curiosidad
y esa capacidad de admiración.
Haz, Señor, que mi corazón
no se embote ni se endurezca
porque lo llene de cosas superficiales y sin valor,
cosas que me distraen
y me alejan de tu verdad;
que mis oídos no se hagan sordos
a tu palabra y a tus llamadas;
cuántas veces me encierro en mí mismo
y no quiero escuchar
porque prefiero mis ideas o mis pensamientos,
mi manera de entender las cosas o mi propio yo;
no hay peor sordo que el que no quiere oír
y es lo que hago muchas veces
cerrando los oídos de mi corazón.
Dame, Señor, valentía
para escuchar con corazón de niño tu palabra;
despierta en mi la curiosidad de conocerte
y de admirar tus obras;
limpia mi corazón
para que sólo pueda llenarme de ti.
Quiero ser niño en tu presencia, Señor.
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