martes, 26 de julio de 2011

Gracias, Señor, por nuestros mayores

Gracias, Señor, por nuestros mayores

Hoy quiero darte gracias, Señor, por nuestros mayores;

cuánto hemos recibido de ellos;

muchas veces nuestro corazón desagradecido los olvida,

nos creemos tan autosuficientes

que pensamos que lo que somos

lo hemos conseguido nosotros solos;

si nuestros mayores no hubieran puesto

los cimientos de este edificio que habitamos

con sus esfuerzo, con su trabajo,

con sus sacrificios,

con su amor,

con la educación que nos dieron,

seguro que no sería tan hermoso;

por eso, quiero darte gracias, Señor, por nuestros mayores,

porque es mucho lo que de ellos recibimos;

gracias, Señor, por nuestros mayores

y porque ellos me enseñaron a conocerte a ti,

sembraron la fe en mi corazón

con la que hoy vengo ante ti

para hablarte y para darte gracias.

Que yo aprenda, Señor,

de su capacidad de sacrificio,

un sacrificio abnegado,

un sacrificio generoso

y lleno siempre de alegria y de paz,

que les hacía olvidarse de si mismos;

cómo lo necesitamos aprender

ahora que lo rehuimos tan fácilmente,

que las cosas parece que son más fáciles

y lo que buscamos siempre es la comodidad

y el menor esfuerzo;

danos esa generosidad de corazón

y esa capacidad de sacrificio

que en ellos descubrimos.

Que aprenda yo también a ser agradecido con ellos,

con mi cariño,

con mi respeto,

con la valoración de sus vidas

aunque los veamos frágiles y débiles,

ellos son valiosos e importantes;

y te pido por ellos, Señor,

para que nunca se sientan solos ni abandonados;

que encuentren siempre el cariño de los suyos

y el cariño lleno de respeto

que todos podamos ofrecerles;

que no se sientan inútiles

porque quizá ya no puedan hacer los mismos trabajos

que en los años jóvenes hacían,

o porque piensen que ellos lo harían mejor de otra manera;

que sepan descubrir que cada momento

tiene su tiempo de fortaleza o de debilidad,

pero que la vida siempre tenemos que vivirla con intensidad,

y la intensidad no está solo en hacer muchas cosas,

sino en poner amor en las pequeñas cosas

que pueda hacer cada día;

que sigan dándonos esos hermosos ejemplos

de valentía,

de generosidad,

de paciencia,

de amor

y que nosotros sepamos agradecérselos;

que tengan generosidad en su corazón

para dejar que ya sean otros

los que llevan las riendas de la vida,

que si a ellos les tocó sembrar un día,

ahora son otros los que continúan la sementera;

que lleguen a descubrir

que sus vidas para ti son siempre valiosas

y aprendan a ofrecerte lo que son,

sus debilidades y achaques

que pueden ser una riqueza de gracia para tu Iglesia.

Te pedimos por ellos, Señor,

a los que queremos ofrecer todo nuestro cariño.

Bendícelos, Señor, con tu gracia.

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