martes, 14 de mayo de 2013

ENVIA TU ESPIRITU



Envía tu Espíritu, Señor

‘Envía tu Espíritu, Señor?,
ese aliento que da vida;
si tú no alientas, todo es muerte.

Sopla sobre el mundo,
para que crezca en armonía y perfección.

Sopla sobre esta tierra,
para que se llene de primavera.

Exhala tu aliento sobre nosotros,
para que el corazón se encienda,
y cantemos poemas inspirados,
los pulmones hinchados de tu Espíritu.

Cantaremos la grandeza de tu amor,
que derrama tu Espíritu sin medida.

¡Dios mío, qué grande eres!
Todo está vestido de tu gracia.

¡Dios mío, vístenos también a nosotros!
Echaremos en tu fuego los vestidos viejos,
los que modeló Adán,
y tú vístenos de Jesucristo.

Recréanos con tu Espíritu de vida.
Haz de nosotros hombres nuevos,
constructores del mundo nuevo,
anticipo de ese Reino que esperamos.

viernes, 10 de mayo de 2013


Quédate con nosotros, tú eres la luz que necesitamos


Quédate con nosotros, Señor,
te queremos decir esta tarde;
quédate con nosotros
porque si tú no estás a nuestro lado
todo se volverá noche para nosotros;
quédate con nosotros, Señor,
porque tú eres la luz que necesitamos
y sin tu luz nada somos,
nada podemos hacer
y no sabremos a donde ir;
tu luz y tu presencia es guía para nuestro caminar,
fuerza para nuestras luchas,
vida que nos eleva y nos hace grandes
porque nos llena de ti;
quédate de nosotros
para que no se nos haga tarde,
para que no caiga la tarde
ni la oscuridad sobre nuestra vida.

Hemos disfrutado estando contigo,
hablándote de corazón a corazón,
mientras tú te metías en nosotros
y nos hacías sentir las delicias de tu ternura,
el gozo de tu amor,
la alegría de poder creer en ti
queriendo seguir tu camino;
hemos ido desgranando nuestras peticiones
expresándote con la confianza del amor
lo que son nuestras necesidades
y lo que creemos
que son las necesidades de los que nos rodean,
nuestros deseos que querían hacerse en nosotros
voluntad de cosas buenas,
las ansias más profundas
que tenemos en nuestro ser,
de manera que a cuanto más te decíamos
más hambre sentíamos de ti.

Te hemos sentido cercano,
tu palabra ha ido resonando
cada vez más fuerte en nuestro corazón,
pero, aunque palabra exigente,
sin embargo nos sabía dulce en el alma
cautivándonos con tu ternura y tu amor
y suscitando en nosotros
deseos de caminar a tu paso;
no siempre nos era fácil
pero como te sentimos a nuestro lado
poníamos más voluntad en hacer tu voluntad,
empezamos a no temer
lo que fuera sacrificio y entrega
porque contemplando tu amor,
viendo hasta donde llegaba
tu entrega de amor por nosotros,
ya solo queremos imitarte,
parecernos a ti,
seguir tus huellas,
vivir en tu amor;
tanto comenzaba a arder nuestro corazón
inflamado por el fuego de tu amor
y por el calor ardiente de tu presencia.

Quédate con nosotros, Señor, te pedimos
y deseamos de verdad que estés con nosotros
porque sabemos que para nosotros vas a partir el pan,
pero nos enseñarás también
cómo nosotros hemos de partir el pan;
tú te partes y te repartes
para que te comamos
y nos llenemos de tu vida y de amor;
tú nos enseñas
cómo nosotros hemos también de partirnos y repartirnos
porque ya nuestra vida no tiene otra razón de ser
que la de amar,
la de compartir,
la de sentirnos uno con el hermano
haciendo nuestros sus sufrimientos,
compartiendo sus alegrías y sufrimientos,
 viviendo en una auténtica hermandad;
pero solos no lo podemos hacer
y por eso te necesitamos,
necesitamos que estés junto a nosotros,
que  nos des el fuego de tu Espíritu
que nos vivifique en el amor,
que nos haga desprendernos de las rémoras
que nos impiden ir sin ninguna atadura
al encuentro con los demás,
y que nos contagie de tu corazón humilde
para saber nosotros ser también
compasivos y misericordiosos con los hermanos
que sufren a nuestro lado.

Quédate con nosotros, Señor,
que no nos falte nunca tu luz y tu amor,
que la fuerza de tu Espíritu nos llene de vida,
que contagiemos al mundo con tu amor.

jueves, 9 de mayo de 2013


Una presencia nueva que nos inunda y traspasa de amor


Ábreme, Señor, los ojos de la fe;
Tú estás aquí verdaderamente presente
en el Sacramento del Altar
y quiero adorarte
desde lo más hondo de mi corazón;
los ojos de la cara solo podrán ver un poco de pan,
pero cuando creemos en ti,
cuando creemos en tu palabra
sabemos que aquí está realmente presente
en el sacramento del altar;
por eso te pido, Señor,
que me abras los ojos de la fe.

Vivimos en un mundo
donde todo lo queremos experimentar de forma palpable
y nos parece que si no tocamos con nuestras manos
o no caben en nuestros razonamientos humanos
no habría certezas que nos pudieran convencer;
todo lo queremos probar,
nos parecemos a Tomás
que quería meter los dedos en los agujeros de las manos
y la mano en la herida del costado,
 y nos falta fe en muchas ocasiones;
nos gustaría muchas veces poder verte
como te veían los discípulos
o aquellas muchedumbres que te seguían
para estrujarte estando a tu lado
o para tocar la orla de tu manto,
 para sentir el calor de tu mano sobre nuestro cuerpo
o la calidez de tu mirada llena de ternura;
estas dudas,
estos razonamientos o pruebas humanas
que queremos buscar
nos llenan en ocasiones de acritudes y amarguras,
de tristezas y desencantos,
pero tenemos que aprender
a descubrirte y a sentirte,
a sentir tu presencia
y a dejarme inundar por tu amor.

Por eso te pido, Señor,
ábreme los ojos de la fe,
porque ahora podemos verte de una manera nueva,
has marchado al Padre porque ha llegado tu hora,
pero nos has dejado la fuerza y la presencia del Espíritu
que te hace presente sacramentalmente de forma maravillosa
y nos penetra en lo más hondo del alma tu Palabra
que con su luz ahora si podemos entender
porque nos lleva a la verdad plena;
aunque físicamente no te podamos estrujar
como aquellas gentes
que se arremolinaban a tu alrededor
buscando tocar la orla tu mano,
o sentir el calor de tu mano sobre nosotros,
sin embargo sí podemos sentir el calor de tu amor
y tu mirada de ternura
que nos llega a lo más hondo del alma
si somos capaces de abrir los ojos de la fe;
cada vez que celebramos un sacramento
ahí está la fuerza de tu presencia de gracia y amor;
cada vez que escuchamos la Palabra
que la Iglesia nos proclama,
ahí estamos escuchando tu voz
que nos llega hasta el fondo del alma;
cada vez que amamos a un hermano hasta servirlo,
estamos viendo tu rostro de amor
que nos invita a vivir unidos a ti para siempre.

No estás con nosotros
pero estás de una forma nueva;
no te vemos con los ojos de la cara,
pero si podemos descubrirte con los ojos del alma;
no sentiremos físicamente tu mano sobre nosotros
para curarnos de tantos males
pero si sentiremos
como nuestro corazón se transforma con tu presencia
que nos llena del gozo más hondo
desde el fondo del alma
y nos deja inundados de gracia
y traspasados para siempre de tu amor.

No nos importa ya que el mundo no nos entienda
o que quieran sentirse vencedores
porque al verte morir en la cruz
pensaban que te derrotaban para siempre;
tú si eres el vencedor
 que te contemplamos victorioso para siempre
en la resurrección
y nos hace sentir
que nosotros también podemos salir victoriosos
en todas nuestras batallas contra el mal
porque tú, el Señor resucitado, estás con nosotros,
porque la fuerza de tu Espíritu nos acompaña para siempre.

A pesar de que haya cosas
que nos puedan resultar duras
o los sufrimientos no nos abandonen,
sin embargo vivimos alegres y gozosos
porque vivimos la alegría de la fe,
la alegría y el gozo de creer en ti
y vivir tu presencia
que nos traspasa de amor para siempre.

miércoles, 8 de mayo de 2013


Danos, Señor, santos sacerdotes, verdaderos pastores a imagen tuya, Buen Pastor


Con el gozo de sentirme en tu presencia,
presencia especial en el sacramento de la Eucaristía
que nos has dejado como alimento,
como viático para nuestro caminar,
me postro ante ti, Señor,
confesando una vez más mi fe
en tu presencia real y verdadera
en el Sacramento de la Eucaristía.

Te entregaste, Señor,
con la entrega más suprema y más sublime
cuando diste por nosotros tu vida en la Cruz,
 pero en tu amor por nosotros
quisiste aún más hacerte nuestro alimento
haciéndote Eucaristía
para que comiéndote pudiéramos tener vida
y tener vida para siempre;
pero cuando instituiste el Sacramento de la Eucaristía
al mismo tiempo confiaste a los apóstoles,
tus discípulos
que pudieran seguir haciendo lo mismo hasta tu vuelta
instituyendo así el sacerdocio ministerial
que te hiciera presente en los sacramentos.

Hoy quiero pedirte, Señor, por los sacerdotes,
aquellos hombres que llamaste de entre todos los hombres
para que se convirtieran por su vida y consagración
en sacramento de tu presencia y de tu amor
confiándoles además el ministerio
de poder celebrar la Eucaristía y los demás sacramentos.

Gracias, Señor, por los sacerdotes,
gracias, Señor, por haber instituido
para el bien y servicio de tu Iglesia
el sacerdocio ministerial;
gracias, Señor, por todos aquellos que has llamado
y has puesto a nuestro lado
para que en el ejercicio de su ministerio
te hicieran presente junto a nosotros,
alimentándonos con tu Palabra,
pero dándonos también la gracia
y el alimento de los Sacramentos.

Tú que eres el Buen Pastor
has hecho partícipes de tu ministerio pastoral a los sacerdotes
para que ayuden a caminar al pueblo de Dios
siguiendo el camino del evangelio
para nuestra propia santificación;
son los pastores que nos alimentan con tu Palabra,
celebran para nosotros los sacramentos,
pero que a imagen tuya, Buen Pastor,
están junto a tu rebaño, el pueblo de Dios,
para ayudarle a encontrar los pastos de vida eterna,
el alimento divino de tu gracia.

Quiero pedirte por todos los sacerdotes sin excepción
para que les conceda la gracia de ser santos;
son humanos como nosotros,
hombres entresacados de entre los hombres,
con las mismas debilidades y tentaciones
que nosotros también tenemos,
pero necesitamos el ejemplo que nos estimule,
la palabra que nos oriente,
el testimonio de una vida santa
que nos haga levantarnos a nosotros también
para aspirar de la misma manera a la santidad;
haz, Señor,
y lo puedes hacer dándoles tu gracia,
que sean santos para que nos ayuden a nosotros a ser santos.

Pero de manera especial te pide hoy
por tantos sacerdotes que han estado cerca de mi vida
de una manera u otra a lo largo de los años,
desde el Sacerdote que me Bautizó,
hasta todos los sacerdotes que me han dado tu perdón
en el sacramento de la Penitencia,
los Sacerdotes que han celebrado la Eucaristía junto a mí
dándome a comer tu Cuerpo y a beber tu Sangre,
desde el día que hice la primera comunión hasta hoy,
desde los sacerdotes que me han hecho llegar tu palabra
o han estado en mi comunidad ayudándonos a caminar;
te pido por los sacerdotes santos
que me han edificado con su santidad y su celo pastoral,
como de los que son tibios y quizá tan pecadores como yo,
pero que necesitan también como nosotros
la gracia divina que les ayude a ser más santos,
haciéndose ardientes pastores
preocupados por el pueblo de Dios;
te pido por los sacerdotes mayores
y los más jóvenes recién ordenados
que están estrenando aun su sacerdocio;
son muchos los sacerdotes que tendría que recordar.

Que no faltan nunca sacerdotes en tu Iglesia,
en nuestras comunidades,
que sean muchos los llamados al sacerdocio
y respondan con generosidad y entusiasmo;
danos, Señor, abundantes vocaciones,
semillero de abundantes futuros sacerdotes;
danos, Señor, santos y celosos sacerdotes,
auténticos pastores del pueblo de Dios,
a imagen tuya, Buen Pastor.

martes, 7 de mayo de 2013


Vengo a pedirte por mi fe

                                                                              
Esta tarde vengo, Señor, a pedirte por mi fe;
yo creo en ti
y por eso ahora estoy postrado en tu presencia,
reconozco que eres el Señor y mi único Salvador;
siento, es cierto,
el calor de tu amor en mi vida
y quisiera amarte de verdad sobre todas las cosas,
pero quiero pedirte por mi fe.

Como aquel hombre del evangelio
al que tú le preguntabas si creía que te respondía
‘yo creo, Señor, pero aumenta mi fe’,
es lo que ahora quiero yo pedirte también,
aumenta mi fe,
que crezca mi fe,
porque muchas veces mi fe es débil,
porque me lleno de dudas tantas veces
que parece que se oscurece el alma,
pero sobre todo, Señor,
porque no siempre soy consecuente en todo
con la fe que digo profesar,
que digo que tengo en ti.

Quiero, Señor, que crezca mi fe
y no estoy pidiendo milagros ni pruebas extraordinarias,
sino que tú con tu gracia alimentes la llama de fe
para que  no tambalee,
para que la lleve de verdad a toda mi vida
y toda mi vida se vea envuelta por tu luz,
se vea envuelta por esa fe,
para que mi actuar sea de verdad
una consecuencia del Evangelio que quiero seguir.

Que tenga más fe
y tenga más hambre y sed de ti,
de manera que mi oración sea cada día más intensa;
que yo sepa apreciar y sentir tu presencia allá donde vaya,
porque realmente sienta que vas a mi lado,
que estás en mí,
que tu inmensidad lo llena todo con tu amor;
un hombre de fe tiene que ser
una persona que se sumerja totalmente en Dios
y nada le distraiga,
y sin embargo todavía muchas cosas me distraen,
y aun cuando estoy contigo
parece que fueran otras cosas las que más me preocupan
y mi pensamiento se aleja de ti
para ir tras esas otras cosas.

Que yo tenga más fe
para vivir con más intensidad los sacramentos
para saber descubrir tu presencia y tu gracia;
que no utilice los sacramentos nunca
como cosa a la que echo mano desde mis intereses
o puramente desde mis necesidades,
sino que ansíe vivir la Eucaristía
y todos los sacramentos
como esa presencia maravillosa tuya
ahí junto a mí en el camino de la vida;
que saboree los sacramentos
porque saboreo tu presencia
y tenga de verdad ansias de ti,
de llenarme de tu vida
para caminar siempre en tus caminos.

Que yo tenga más fe
y sepa descubrirte y verte
de forma real en mis hermanos,
en todos aquellos con los que convivo
o con los que me cruzo en los caminos de la vida,
y viéndote a ti en ellos
aprenda a amarlos de verdad
como quiero amarte a ti.

Señor, que yo crea,
pero aumenta mi fe;
Señor, yo creo en ti,
pero que aumente mi fe;
Señor yo creo
y quiero amarte con todo mi corazón
pero que aumente mi fe
para que aumente mi amor;
Señor, yo creo,
pero que de verdad me sumerja en tu presencia,
en tu vida,
 en tu gracia
para que ya para siempre no viva sino para ti.

lunes, 6 de mayo de 2013


Dame, Señor, espíritu apostólico y misionero


¡Qué a gusto nos sentimos en tu presencia, Señor,
sabiendo que en ti encontramos siempre
la paz y el descanso del alma que necesitamos!

Tú siempre estás ahí
esperándonos con tu amor
para llenarnos de vida y de paz;
estás en nuestros sagrarios
en la espera de que vayamos a ti,
y estás en el fondo de nuestro corazón
para hacernos sentir con fuerza tu amor;
aunque no lo merezcamos,
porque nos sentimos en verdad pequeños y pecadores,
siempre nos estás ofreciendo tu amor
y esperando que vayamos a ti,
que eres el que nos purificas con tu amor
y nos llenas de tu paz,
el que nos llenas de alegría
y pones ilusión y esperanza en el corazón,
el que  nos das el aliento que necesitamos
en nuestra torpeza y debilidad.

Hoy quiero comenzar a pedirte
aquel don que le concediste a Lidia de Tiatira
que nos contaban los Hechos de los Apóstoles:
que se nos abra el corazón
para que sepamos aceptar tu Palabra;
que no haya interferencias en mi vida,
 que sepa hacer silencio en mi corazón,
que nada me distraiga,
que me llene de humildad y de amor
para aceptar tu Palabra,
 lo que Tú, Señor, cada día quieres trasmitirme;
eres la luz de mi camino,
eres la fuerza para mis luchas y trabajos,
eres la verdad que llenas totalmente mi corazón,
eres mi vida y quiero que todo sea siempre
para glorificar tu nombre.

No siempre doy la respuesta que me pides,
ni el testimonio que necesitan los que me rodean
de mi fe y de mi amor;
nos sentimos tantas veces desorientados
y sin saber qué hacer,
débiles y cobardes por las dificultades
que vamos encontrando
olvidando que tú nos has prometido
la asistencia de tu Espíritu,
el que nos lo enseñaría todo,
el que nos recordaría todo lo que tu nos enseñaste,
el que movería mi corazón para amarte más y mejor,
el que me daría la fuerza que necesito
para dar ese testimonio valiente ante mis hermanos.

Dame, Señor, espíritu apostólico y misionero,
haz que sienta ardor en mi corazón
frente a tanto bueno que tenemos que hacer
para que no me adormezca
ni me acobarde ante las dificultades;
muchas veces las dificultades
las tenemos en nosotros mismos,
no solo en aquellos
que puedan oponerse a nuestro mensaje,
porque vivimos una vida anodina
y con falta de entusiasmo;
danos vitalidad a lo que hacemos
para que no caigamos en la pendiente de las rutinas,
de los cansancios y desencantos,
de la desgana y de la frialdad;
haz que nuestras comunidades
sean comunidades llenas de vitalidad
evangélica y misionera
para que seamos capaces de contagiar
de nuestra fe y de nuestra esperanza
al mundo que nos rodea;
que no sean comunidades encerradas en sí mismas,
sino que la fe y el amor las haga expansivas
para ir por el mundo llevando tu mensaje;
que se fortalezca nuestra fe
desde un encuentro vivo contigo
en la oración y en los sacramentos,
que se revitalice la vida cristiana de nuestras comunidades,
que seamos por el testimonio de nuestra vida
verdaderos evangelizadores de nuestro mundo
tan necesitado de tu luz.

domingo, 5 de mayo de 2013


Gracias, Señor, por inundarme con tu presencia y con tu amor


¡Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben!

Nos unimos, sí,
a todos los pueblos de la tierra
para alabarte y bendecirte
en este día que celebramos tu pascua;
cada domingo es pascua,
porque cada domingo recordamos
y anunciamos tu muerte y tu resurrección.

Para ti sea siempre la gloria,
y el honor,
y la alabanza.
¿Cómo no vamos cantar tu gloria
y darte gracias
con todas las maravillas que haces en nosotros?

Cuánto nos amas, Señor,
y nosotros queremos amarte y guardar tu Palabra,
sabiendo cómo nos sentimos
regalados por el amor del Padre;
qué maravilla realizas en nosotros
cuando en tu amor
quieres hacer morada en nosotros,
en nuestro corazón;
ya no tenemos que buscarte
allá en lo alto de los cielos,
ni en cosas espectaculares
 que por supuesto siempre
nos estarán hablando de tu presencia;
no podemos decir que estas lejos,
que estás aquí o estás allá,
porque sabemos que estás en nosotros,
dentro de nuestro corazón;
nos has hecho morada de Dios,
nos has hecho templos del Espíritu,
porque así quieres habitar en nosotros.

¿Cómo no regocijarnos y cantar tu alabanza,
cómo no darte gracias
y bendecir tu nombre por siempre?
Señor, que yo comprenda
las maravillas que realizas en mi vida,
que sea consciente de lo que significa
el que habitas en mi corazón
para que sea cada día más santo;
es tu gracia y tu presencia que nos santifica,
pero yo sea capaz de colaborar con tu gracia,
que me deje conducir por tu Espíritu
para que siempre viva en tu amor,
para que siempre viva en tu gracia,
para que siempre sienta tu paz en mi corazón.

Que sea capaz de abrirme a ti,
para sumergirme en ti,
para llenarme de ti;
que sea capaz de dejar atrás
mis miedos y cobardías,
mis egoísmos e insolidaridades
para abrir de verdad mi corazón a tu presencia
y entre para siempre en la órbita del amor,
de ese amor tuyo que se ha derramado en mi corazón
y que me hará amar siempre y a tu manera,
para sentirme inundado por tu amor
y para vivir ya para siempre
en el amor y para el amor;
mi vida no tendría ya que tener otro sentido
que vivir amando y amando a tu manera,
como tú nos amas,
como tú te entregaste por mí hasta la pascua,
hasta la muerte en la cruz.

Que me llene de tu Espíritu,
que me deje conducir y enseñar por El,
que sienta para siempre la paz en el corazón;
que no tema contratiempos ni dificultades
porque estando tú conmigo siempre tendré paz;
que aunque muchas sean las tentaciones que acechen mi vida,
me sienta seguro en ti
y con la fuerza de tu Espíritu
nunca pierda la paz en el corazón;
que a pesar de que muchas veces me sienta débil,
lleno de limitaciones,
o con el cuerpo lacerado por el dolor y el sufrimiento,
yo no pierda la paz
porque sé que tú estás ahí a mi lado,
mejor, dentro de mí
y la paz nunca me faltará;
teniéndote a ti
y dejándome inundar por tu amor,
podré estar siempre lleno de paz,
porque sé que Dios habita en mi corazón.

Gracias, Señor, por tu paz;
gracias por la fuerza de tu Espíritu;
gracias, Señor,
por inundarme con tu presencia
y con tu amor.