jueves, 9 de mayo de 2013


Una presencia nueva que nos inunda y traspasa de amor


Ábreme, Señor, los ojos de la fe;
Tú estás aquí verdaderamente presente
en el Sacramento del Altar
y quiero adorarte
desde lo más hondo de mi corazón;
los ojos de la cara solo podrán ver un poco de pan,
pero cuando creemos en ti,
cuando creemos en tu palabra
sabemos que aquí está realmente presente
en el sacramento del altar;
por eso te pido, Señor,
que me abras los ojos de la fe.

Vivimos en un mundo
donde todo lo queremos experimentar de forma palpable
y nos parece que si no tocamos con nuestras manos
o no caben en nuestros razonamientos humanos
no habría certezas que nos pudieran convencer;
todo lo queremos probar,
nos parecemos a Tomás
que quería meter los dedos en los agujeros de las manos
y la mano en la herida del costado,
 y nos falta fe en muchas ocasiones;
nos gustaría muchas veces poder verte
como te veían los discípulos
o aquellas muchedumbres que te seguían
para estrujarte estando a tu lado
o para tocar la orla de tu manto,
 para sentir el calor de tu mano sobre nuestro cuerpo
o la calidez de tu mirada llena de ternura;
estas dudas,
estos razonamientos o pruebas humanas
que queremos buscar
nos llenan en ocasiones de acritudes y amarguras,
de tristezas y desencantos,
pero tenemos que aprender
a descubrirte y a sentirte,
a sentir tu presencia
y a dejarme inundar por tu amor.

Por eso te pido, Señor,
ábreme los ojos de la fe,
porque ahora podemos verte de una manera nueva,
has marchado al Padre porque ha llegado tu hora,
pero nos has dejado la fuerza y la presencia del Espíritu
que te hace presente sacramentalmente de forma maravillosa
y nos penetra en lo más hondo del alma tu Palabra
que con su luz ahora si podemos entender
porque nos lleva a la verdad plena;
aunque físicamente no te podamos estrujar
como aquellas gentes
que se arremolinaban a tu alrededor
buscando tocar la orla tu mano,
o sentir el calor de tu mano sobre nosotros,
sin embargo sí podemos sentir el calor de tu amor
y tu mirada de ternura
que nos llega a lo más hondo del alma
si somos capaces de abrir los ojos de la fe;
cada vez que celebramos un sacramento
ahí está la fuerza de tu presencia de gracia y amor;
cada vez que escuchamos la Palabra
que la Iglesia nos proclama,
ahí estamos escuchando tu voz
que nos llega hasta el fondo del alma;
cada vez que amamos a un hermano hasta servirlo,
estamos viendo tu rostro de amor
que nos invita a vivir unidos a ti para siempre.

No estás con nosotros
pero estás de una forma nueva;
no te vemos con los ojos de la cara,
pero si podemos descubrirte con los ojos del alma;
no sentiremos físicamente tu mano sobre nosotros
para curarnos de tantos males
pero si sentiremos
como nuestro corazón se transforma con tu presencia
que nos llena del gozo más hondo
desde el fondo del alma
y nos deja inundados de gracia
y traspasados para siempre de tu amor.

No nos importa ya que el mundo no nos entienda
o que quieran sentirse vencedores
porque al verte morir en la cruz
pensaban que te derrotaban para siempre;
tú si eres el vencedor
 que te contemplamos victorioso para siempre
en la resurrección
y nos hace sentir
que nosotros también podemos salir victoriosos
en todas nuestras batallas contra el mal
porque tú, el Señor resucitado, estás con nosotros,
porque la fuerza de tu Espíritu nos acompaña para siempre.

A pesar de que haya cosas
que nos puedan resultar duras
o los sufrimientos no nos abandonen,
sin embargo vivimos alegres y gozosos
porque vivimos la alegría de la fe,
la alegría y el gozo de creer en ti
y vivir tu presencia
que nos traspasa de amor para siempre.

No hay comentarios: