sábado, 4 de mayo de 2013

Con humildad y amor vengo hasta ti que eres mi consuelo y fortaleza


Ante ti, Señor, vengo con humildad
y queriendo poner mucho amor
a postrarme en esta tarde,
porque sé que en ti encontraré siempre
el consuelo y la paz que necesita mi alma;
tú eres la fortaleza de mi vida
y tu luz me hará caminar seguro
siguiendo siempre el rumbo de tu evangelio;
pero me siento débil, Señor,
y muchas veces titubea mi alma
y parece que me falta valor
para dar el testimonio claro y valiente de mí fe.

Despierta, Señor, mi corazón
para que no me acostumbre a las cosas celestiales
y me adormile en la rutina y la desgana;
que no entre en la rutina
donde todo parece repetido
y perdemos el sentido y el sabor de las cosas;
que aprenda a saborear tu amor
que es nuevo cada día en mí
y pueda contagiar también de ese mismo amor,
por la intensidad y la fuerza con que lo vivo,
a cuantos me rodean;
que sienta que es nueva tu gracia
que renueve mi espíritu con nueva vida
para no caer por la peligrosa pendiente
de la tibieza y la frialdad
que apagaría el ardor que pusiste en mi corazón;
reaviva esos rescoldos
que quedan en el fondo de mi alma
con el viento fuerte de tu Espíritu
para que se encienda de nuevo
la llamarada del amor
que inflame mi vida
y que me impulse a anunciar
con brío y valentía
tu nombre a mis hermanos.

Que no me acomode en una vida cómoda
que rehuya el sacrificio y la entrega;
que no comience, Señor, a hacer rebajas
en el testimonio que tengo que dar de ti,
porque me sienta tímido,
me llene de temor
o la cobardía se imponga en mi alma;
que me sienta seguro de mi mismo
en la fe que te profeso
y en el evangelio que trato de anunciar
con mi vida y con mi palabra;
de forma clara y contundente
tengo que mostrarme como testigo
aunque los que estén a mi lado no lo entiendan,
aunque haya muchos que cierren sus ojos o sus oídos
para no ver ni entender
porque les resulte incomoda la palabra de vida
que tengo que anunciar.

Tú nos lo anunciaste, Señor,
que el mundo no nos comprendería
y nos odiaría
porque no aparecemos como los suyos;
pero también nos prometiste
la fuerza de tu Espíritu
que nos lo enseñaría todo
para que tuviéramos claro nuestro conocimiento de ti
y que nos daría fuerza para dar ese testimonio;
danos, Señor, la fuerza de tu Espíritu,
que nos llene de luz,
de vida,
de gracia,
de la fortaleza de tu amor.

Te quiero pedir de manera especial
por aquellos que se sienten débiles y sin fuerzas,
por los que se hacen acomodaticios
con los que los rodean llenos de temores,
por los que son perseguidos por causa de tu nombre;
que sientan ellos
y sintamos todos
la fuerza renovadora de tu Espíritu
que anima nuestro corazón
y nos llena de la fortaleza de tu amor.

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