Con humildad y amor vengo hasta ti que eres mi consuelo y fortaleza
Ante
ti, Señor, vengo con humildad
y
queriendo poner mucho amor
a
postrarme en esta tarde,
porque
sé que en ti encontraré siempre
el
consuelo y la paz que necesita mi alma;
tú
eres la fortaleza de mi vida
y
tu luz me hará caminar seguro
siguiendo
siempre el rumbo de tu evangelio;
pero
me siento débil, Señor,
y
muchas veces titubea mi alma
y
parece que me falta valor
para
dar el testimonio claro y valiente de mí fe.
Despierta,
Señor, mi corazón
para
que no me acostumbre a las cosas celestiales
y
me adormile en la rutina y la desgana;
que
no entre en la rutina
donde
todo parece repetido
y
perdemos el sentido y el sabor de las cosas;
que
aprenda a saborear tu amor
que
es nuevo cada día en mí
y
pueda contagiar también de ese mismo amor,
por
la intensidad y la fuerza con que lo vivo,
a
cuantos me rodean;
que
sienta que es nueva tu gracia
que
renueve mi espíritu con nueva vida
para
no caer por la peligrosa pendiente
de
la tibieza y la frialdad
que
apagaría el ardor que pusiste en mi corazón;
reaviva
esos rescoldos
que
quedan en el fondo de mi alma
con
el viento fuerte de tu Espíritu
para
que se encienda de nuevo
la
llamarada del amor
que
inflame mi vida
y
que me impulse a anunciar
con
brío y valentía
tu
nombre a mis hermanos.
Que
no me acomode en una vida cómoda
que
rehuya el sacrificio y la entrega;
que
no comience, Señor, a hacer rebajas
en
el testimonio que tengo que dar de ti,
porque
me sienta tímido,
me
llene de temor
o
la cobardía se imponga en mi alma;
que
me sienta seguro de mi mismo
en
la fe que te profeso
y
en el evangelio que trato de anunciar
con
mi vida y con mi palabra;
de
forma clara y contundente
tengo
que mostrarme como testigo
aunque
los que estén a mi lado no lo entiendan,
aunque
haya muchos que cierren sus ojos o sus oídos
para
no ver ni entender
porque
les resulte incomoda la palabra de vida
que
tengo que anunciar.
Tú
nos lo anunciaste, Señor,
que
el mundo no nos comprendería
y
nos odiaría
porque
no aparecemos como los suyos;
pero
también nos prometiste
la
fuerza de tu Espíritu
que
nos lo enseñaría todo
para
que tuviéramos claro nuestro conocimiento de ti
y
que nos daría fuerza para dar ese testimonio;
danos,
Señor, la fuerza de tu Espíritu,
que
nos llene de luz,
de
vida,
de
gracia,
de
la fortaleza de tu amor.
Te
quiero pedir de manera especial
por
aquellos que se sienten débiles y sin fuerzas,
por
los que se hacen acomodaticios
con
los que los rodean llenos de temores,
por
los que son perseguidos por causa de tu nombre;
que
sientan ellos
y
sintamos todos
la
fuerza renovadora de tu Espíritu
que
anima nuestro corazón
y
nos llena de la fortaleza de tu amor.
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