viernes, 3 de mayo de 2013


Haznos, Señor, disfrutar de tu presencia

Señor Jesús,
cuando esta tarde venimos a estar en tu presencia
quisiéramos sentir en nuestro corazón
el mismo ardor que sentian tus discípulos
cuando tu estabas con ellos;
tenemos la seguridad que nos da la fe
de saber que estás aquí
realmente presente entre nosotros
porque tú nos has dicho
que donde dos o tres estén reunidos en tu nombre
tú estás en medio de ellos;
creemos, Señor,
y afirmamos rotundamente nuestra fe en tu presencia;
presencia que se hace más intensa y maravillosa
porque en el sacramento de la Eucaristía
tú realmente te haces presente;
es tu cuerpo,
es tu sangre,
eres tú, Señor,
que realmente está presente en medio de nosotros,
para que disfrutemos de tu presencia,
para hacerte todo oídos
para escuchar nuestras súplicas,
para dartenos en forma de alimento
para que tengamos vida para siempre
y te vivamos a tí;
 decimos que lo confesamos por la fe,
pero nuestra mente y nuestro corazón
se llenan muchas veces de dudas,
o son tantas las cosas que nos distraen
que estamos en tu presencia
y algunas veces parece que nos olvidamos de ti.

Danos, Señor, el don de la fe,
haznos arder nuestro corazon
como los discípulos allá en el cenáculo
cuando instituías la Eucaristia,
cuando les lavabas los pies,
cuando tenías palabras de despedida y de amor para ellos.

Queremos amarte y queremos seguirte,
seguir tus pasos,
caminar por encima de esas huellas maravillosas
que nos has dejado de tu presencia;
queremos escucharte y conocerte,
que tu Palabra penetre hondamente en nuestro corazón;
danos la fuerza de tu Espíritu
que nos abra el corazón
y que nos ayude a entender todas las cosas
como tú lo prometiste;
danos tu Espíritu
que nos haga crecer
en nuestra fe y en nuestro amor,
para que te sigamos,
para que te amemos
con todas las fuerzas de nuestro corazón,
de nuestra vida,
para que conociendote a ti
conozcamos al Padre
porque quien te ve a ti,
está viendo al Padre,
como tú  nos enseñaste,
y nos sintamos tan llenos de su amor,
que lleguemos a entender y a sentir
que está realmente habitando en nuestro corazón.

Queremos seguirte, Señor,
y no queremos andar en medias tintas
 o como nadando entre dos aguas,
sino que todo  nuestro amor sea para ti;
danos tu fuerza,
la fuerza de tu Espíritu
que ponga esa disponibilidad en el corazon;
danos la fuerza de tu Espíritu
que nos haga saborear los sabores de Dios
que tu nos haces gustar con tu gracia,
para que no apetezcamos otros sabores,
para que no deseemos otras sabidurías,
para que no nos encandilemos con otras luces que no brillan,
para que cada día nuestro corazón
esté más enamorado de ti,
para que cada día
podamos vivir más intensamente tu vida
y no sea mi vida la que late por ti,
sino tu vida que se ha apoderado de mi corazón.

Haznos gozar y disfrutar, Señor, de tu presencia,
para que te amemos más,
para que te amemos mejor,
para que aprendamos
que solo tú eres el único salvador de nuestra vida.

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