Haznos, Señor, disfrutar de tu presencia
Señor
Jesús,
cuando
esta tarde venimos a estar en tu presencia
quisiéramos
sentir en nuestro corazón
el
mismo ardor que sentian tus discípulos
cuando
tu estabas con ellos;
tenemos
la seguridad que nos da la fe
de
saber que estás aquí
realmente
presente entre nosotros
porque
tú nos has dicho
que
donde dos o tres estén reunidos en tu nombre
tú
estás en medio de ellos;
creemos,
Señor,
y
afirmamos rotundamente nuestra fe en tu presencia;
presencia
que se hace más intensa y maravillosa
porque
en el sacramento de la Eucaristía
tú
realmente te haces presente;
es
tu cuerpo,
es
tu sangre,
eres
tú, Señor,
que
realmente está presente en medio de nosotros,
para
que disfrutemos de tu presencia,
para
hacerte todo oídos
para
escuchar nuestras súplicas,
para
dartenos en forma de alimento
para
que tengamos vida para siempre
y
te vivamos a tí;
decimos que lo confesamos por la fe,
pero
nuestra mente y nuestro corazón
se
llenan muchas veces de dudas,
o
son tantas las cosas que nos distraen
que
estamos en tu presencia
y
algunas veces parece que nos olvidamos de ti.
Danos,
Señor, el don de la fe,
haznos
arder nuestro corazon
como
los discípulos allá en el cenáculo
cuando
instituías la Eucaristia,
cuando
les lavabas los pies,
cuando
tenías palabras de despedida y de amor para ellos.
Queremos
amarte y queremos seguirte,
seguir
tus pasos,
caminar
por encima de esas huellas maravillosas
que
nos has dejado de tu presencia;
queremos
escucharte y conocerte,
que
tu Palabra penetre hondamente en nuestro corazón;
danos
la fuerza de tu Espíritu
que
nos abra el corazón
y
que nos ayude a entender todas las cosas
como
tú lo prometiste;
danos
tu Espíritu
que
nos haga crecer
en
nuestra fe y en nuestro amor,
para
que te sigamos,
para
que te amemos
con
todas las fuerzas de nuestro corazón,
de
nuestra vida,
para
que conociendote a ti
conozcamos
al Padre
porque
quien te ve a ti,
está
viendo al Padre,
como
tú nos enseñaste,
y
nos sintamos tan llenos de su amor,
que
lleguemos a entender y a sentir
que
está realmente habitando en nuestro corazón.
Queremos
seguirte, Señor,
y
no queremos andar en medias tintas
o como nadando entre dos aguas,
sino
que todo nuestro amor sea para ti;
danos
tu fuerza,
la
fuerza de tu Espíritu
que
ponga esa disponibilidad en el corazon;
danos
la fuerza de tu Espíritu
que
nos haga saborear los sabores de Dios
que
tu nos haces gustar con tu gracia,
para
que no apetezcamos otros sabores,
para
que no deseemos otras sabidurías,
para
que no nos encandilemos con otras luces que no brillan,
para
que cada día nuestro corazón
esté
más enamorado de ti,
para
que cada día
podamos
vivir más intensamente tu vida
y
no sea mi vida la que late por ti,
sino
tu vida que se ha apoderado de mi corazón.
Haznos
gozar y disfrutar, Señor, de tu presencia,
para
que te amemos más,
para
que te amemos mejor,
para
que aprendamos
que
solo tú eres el único salvador de nuestra vida.
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